ENTREVISTA

Nelly Gutani



Entrevistas » 01/08/2013

Nelly Fatema Gutani comienza contándonos que en realidad, su segundo nombre debía ser Fátima, pero que por impericia del encargado del Registro Civil de entonces, quedó por siempre con una “e”. Pero el detalle no es tan importante, tratándose de una persona cuyo apellido inmediatamente nos remonta a uno de los más recordados negocios del Florencio Varela de ayer: la Casa Gutani.

 

Viuda de Fernando Pérez Loiácono, con quien tuvo dos hijos, Alejandro y Graciela, tiene cinco nietos y una bisnieta “y otra en camino”, agrega, feliz.

 

“Nací en la calle Belgrano, éramos cuatro hermanos, y yo era una de las mellizas”, nos dice Nelly, y continúa: “mi mamá era de Ramallo, y mi papá de un pueblito cerca de Damasco, en Arabia. Vino a Argentina a los 19 años, escapándose de la Guerra de 1914, y de la pobreza, con su hermano.”

 

 

 

-Cuéntenos cómo empezó él su vida en nuestro país…

 

-Llegó a Mármol y después se vino a F. Varela, donde trabajaba como changarín, llevando la mercadería en el hombro, y recorriendo las chacras. Se iba caminado hasta Claypole, Rafael Calzada… Recorría Villa San Luis… Los quinteros le decían “el Turco de los lunes”, o “el Turco de los martes”, según el día en que los visitaba, aunque de turco mi papá no tenía nada. Después compró con el hermano la esquina de Monteagudo y Boccuzzi, y ahí edificaron.

 

-Háblenos de su niñez…

 

-Tuve una niñez hermosa. Nos reuníamos en Monteagudo, que era de adoquines. Dejábamos las bicicletas tiradas y las usaban otros chicos. Mis amigos eran Cholita Palacios, Tatina Girola, Jorge y Malena Dreyer… Teníamos un grupo grande. No había ningún peligro.

 

-F. Varela era muy distinto…

 

-Claro. Los lecheros venían a dejar la leche a la Estación, y en la esquina de Monteagudo y Pte. Perón había un almacén que era de los Molinero, que tenía una posta para los caballos. Al costado, había un bar y una casa de comidas que era de Demattei. La señora nos hacía probar la comida a ver si nos gustaba. También estaba la Casa Martino, donde se cargaba nafta y se lavaban autos.

 

-¿Y dónde estaba la Casa Gutani?

 

-En Monteagudo y Boccuzzi. Fue la segunda tienda de Florencio Varela, la primera estaba donde hoy está Vía Cosenza, en Av. San Martín y Dr. Sallarés. Nosotros nos criamos ahí… Mi papá tenía un sótano, donde cortaba la tela de los calzoncillos. Y hasta una quinta con tomates, acelga, perejil… Era muy trabajador, y hasta había aprendido a hablar castellano con una maestra. Por eso, muchos paisanos venían a pedirle ayuda con los trámites, cuando había que llenar algún formulario. Tiempo después mi tío trajo a su hijo, Kassen, a San Martín, y como no le gustó, vino a F. Varela. Un hermano se quedó con al propiedad y otro con el negocio. La Casa Gutani pasó a Monteagudo, al lado de donde hoy funciona el Banco Nación.

 

-¿Qué época era?

 

-La época de Perón, la primera presidencia, una muy buena época, donde se trabajaba mucho. Papá tocaba una chicharra y bajábamos a ayudarlo, porque se llenaba el negocio de gente.

 

-¿Qué vendían?

 

-Ropa, Alpargatas, perfumes… Tantas cosas que le decían la Gatt & Chaves de Varela.

 

-¿A qué escuela fue?

 

-Primero a la Escuela 11, pero como era medio varonera, mi mamá quiso que me pasara a la Escuela de Hermanas. Papá, que era musulmán, no quería que fuera a un colegio católico, pero finalmente, fui. En el Sagrado Corazón, la Hermana Reinhildis nos medía las polleras con un metro, y pobre de la que la tuviera más corta que lo debido.

 

-¿Y en la época de juventud, iba a bailar?

 

-Sí.  A todos lados. A Defensa y Justicia, donde venían las orquestas típicas, D´Arienzo, Mariano Mores… y cuando llovía, se inundaba todo el fondo… A La Patriótica, a Independiente de Avellaneda, a Las Delicias,  en Adrogué, a una confitería que se llamaba Plátanos… Ibamos con Cholita Palacios, Beba Tomaghello, una chica Gruninger, mis primas de Ramallo… Los sábados eran sagrados. Eso sí, siempre con una o dos madres que nos acompañaban. También íbamos a “asaltos”, que en F. Varela solían organizar los Aquilano, el Ñato y la Rusa, o Piccín y Piccina Fernández. Los amigos de mi hermano eran muy “cuidas”. Si bailábamos mucho con un chico, enseguida le contaban.

 

-¿A su marido lo conoció en un baile?

 

-Sí. En un asalto en Bernal. Era bancario, trabajaba en Avenida Corrientes, de Capital. Yo iba a hacer cursos de manualidades para verlo más seguido. Tuvo que pedirle la mano a mi papá porque éramos novios de zaguán, y eso a mi mamá no le gustaba. Estuvimos cuatro años de novios y nos casamos.

 

-¿Le gustaban las manualidades?

 

-Mucho. Hice cursos en el Centro Cultural Sarmiento, donde se enseñaba de todo, completamente gratis, hasta Inglés y Lenguaje. Y ahí también hice Teatro, con Luis Di Cecco y Suárez Serrano.

 

-¿Está contenta con su vida?

 

-Sí, Contenta con todo lo que me dio Dios. Los padres que tuve, mis hijos, mis nietos, mi bisnieta… y una infancia y juventud que no cambio por nada.

 

-¿Qué le diría a Dios si lo tuviera enfrente?

-Le pediría por toda mi familia, y por la paz del Mundo.


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