Los olvidados



Sociedad » 01/09/2016

Hace pocos días, un comunicado de la Municipalidad de F. Varela pretendió justificar los arreglos hechos en el barrio privado donde vive el Intendente Pereyra por la necesidad de una niña discapacitada del lugar.
En la calle 1156 de Ingeniero Allan hay más de 10 discapacitados. Sin embargo, y pese a los repetidos pedidos que sus vecinos hacen desde hace años a la Municipalidad de Florencio Varela, nadie se ocupa de ellos. Cada vez que llueve, cuadras y cuadras quedan anegadas y ningún vehículo puede ingresar ni salir del lugar.
En el barrio, no hay agua corriente, ni cloacas, ni gas. La luz sólo se ve en unos pocos postes, porque algún lugareño puso un foco por las suyas y a su costo. Hay un enorme basurero de autos abandonados en medio de las casas, y los chiquitos están condenados a crecer en medio de la mugre y el abandono más cruel.
Verónica Saucedo tiene una hija de 12 años con el síndrome de Cornelia de Lange, una enfermedad que ataca el desarrollo físico e intelectual. La nena está en un carrito porque no puede desplazarse sola. “Acá no entran las ambulancias ni los fletes. Se quedan en la esquina y tenemos que acarrear lo que queramos trasladar. La nena convulsiona, y si le llega a pasar de noche, no sé qué puedo hacer. Los remises no entran por miedo a que les roben o por el estado de la calle. No tengo lo esencial: ni siquiera puedo llevarla a la plaza. La basura hay que quemarla, pero a los pañales no los puedo quemar, porque contaminan y a ella le hace mal respirar el humo. Ahora está enferma, con fiebre, y la estoy nebulizando. Cuando llueve, no se puede pasar ni con el carrito ni con la silla de ruedas. Parece que a nadie le interesa arreglar esto, para que por lo menos podamos movilizarnos como personas”, nos dice.
Verónica y su hija no reciben ningún tipo de asistencia de la Comuna.
Nadia tiene 24 años y su bebita, 10 meses. Este es su testimonio: “La salita sólo hace el control a los chicos hasta que tienen 2 meses. Después ya no. Y en la sala no hay pediatra. Hay uno solo en El Parque, que atiende los viernes y solamente da 10 turnos para los nenes que están enfermos. Si vas de urgencia no te atienden. Y el Hospital de F. Varela es un asco”.
Otro vecino se acerca, caminando como puede y con la ayuda de un bastón. Tuvo un ACV y no puede comunicarse muy bien, pero trata de dar apoyo con su presencia. Se llama Enrique y tiene 62 años pero como suele ocurrir en estos casos, parece mucho mayor. Con gran esfuerzo, saca agua de dudosa pureza de una manguera y la pone dentro de unos bidones. Será la única que tenga hasta mañana.
Perros y hasta caballos muertos, autos desvencijados, ratas que corren de aquí para allá y chanchos que se escapan de una casa cercana son parte de lo que esta gente debe presenciar cada día de su vida en una ciudad que el Intendente, desde su residencia de lujo, llama “un buen lugar para vivir”.

Natalia Saucedo hizo muchos reclamos en la Comuna pero la respuesta siempre fue la misma: “tenés que esperar”. Está a cargo de su madre, de 68 años, a la que un ACV colocó en una silla de ruedas. Y su pesar es comprensible. “Acá cuando llueve no entran las ambulancias ni los remises. Tampoco pasa nunca el camión de recolección de residuos, y tengo que pagarle a un carrito para que se lleve la basura. Pago ARBA, alumbrado, barrido y limpieza, tengo todas las tasas al día, pero vivo en una calle de tierra que es inaccesible, no tengo luz ni limpieza. Y no sé como sacar a mi mamá cuando tiene que ir a algún lado”.
-¿No reciben ninguna ayuda de la Municipalidad?
-Ninguna. Olvidate…
Ana hace siete años que vive en la zona y nos cuenta que “la delegada municipal no hace nada por el barrio. Solo te dice que llames al 0-800 y reclames en la Municipalidad. No tenemos veredas, ni cloacas, ni agua… Pedimos que pasen la máquina en la calle, que tiren piedras o conchilla, algo… Pero para ellos no existimos”.
A pocos metros de donde estamos haciendo las notas encontramos a Mario. Canoso, de sonrisa franca, este hombre que se nota tan lleno de historias está tomando sol, en su silla de ruedas, rodeado de hermosos nietos. Tiene 87 años. “Acá cuando llueve no entra nadie. Ni remises, ni ambulancias… Yo vivo acá hace 70 años y esto siempre estuvo igual. No van a asfaltar nunca”, nos dice con resignación.
Otra nena discapacitada vive a media cuadra. Y en la esquina, un joven que no puede caminar por sí solo. A apenas dos metros de donde nos encontramos, otra vecina tiene que salir diariamente a recibir un tratamiento oncológico. Pese a sus pedidos que llevan años, para ninguno de ellos llega las respuestas de un Municipio que sí pudo arreglar rápidamente el camino hacia el palacio del Intendente Pereyra, justo unos días antes de que festeje allí, su tercer casamiento.


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