ENTREVISTA

Cacho Quiroga, el baterista de Sandro



Entrevistas » 01/07/2017

Este hombre sencillo y amable que está frente a nosotros, en la Redacción de Mi Ciudad, es pese a su modestia, nada menos que uno de los pioneros del rock nacional. Desde Valentín Alsina, donde nació el 29 de diciembre de 1943, y junto a un puñado de compañeros de la escuela, Roberto Sánchez «Sandro», Lito Vázquez, Héctor Centurión y Bebe D´Alesio, formó parte, como baterista, del histórico grupo «Los de Fuego», que llevó a Sandro a la fama. Con ellos, y personajes como Pappo, Charly García y tantos otros, compartió charlas en extensas noches de acordes y bohemia, en la mítica Cueva de Pueyrredón. Armando «Cacho» Quiroga es un varelense por adopción desde hace más de 40 años, y su llegada a nuestra ciudad tuvo que ver con quien fue el amor de su vida: Ana María Pepi, con quien se casó, y falleció hace dos años. Del matrimonio nació una hija, Viviana, que les dio dos nietos, Kevin y Alejandro. Kevin es, como su abuelo, un apasionado de la música, y ambos se dieron el gusto de subirse a algunos escenarios tanto en la iglesia a la que concurren, el Centro Cristiano Nueva Vida, como en diversas reuniones, para hacer lo que más les gusta: tocar. Y de esto Cacho sabe mucho. Además de la batería, toca la guitarra, el cajón peruano, el bongó, y hasta se da maña con el piano. No es poco para alguien que, a los 74 años, sigue disfrutando de lo que le da la vida y que nos dice, con indisimulable orgullo: «tocar con Kevin me emociona mucho. Nunca pensé que él iba a tocar conmigo».

 

-Cuéntenos sobre su infancia…
-Vivíamos en la calle Farell 1132, en una casa larga, con muchas habitaciones, compartida. Dormíamos en una pieza grande, con una división en el medio, teníamos la cocina afuera y el baño en el fondo. Pero vivíamos bastante bien. Me crié en ese barrio.

-¿Tenía hermanos?
-Tengo un hermano, que ahora tiene 80 años. Es retirado de la Policía.
-¿De qué trabajaban sus padres?
-Mi papá era maestro panadero, trabajaba a una cuadra de casa, en la panadería La Ideal, que todavía existe. Y mamá era costurera. No sabía leer ni escribir, pero aprendió rápido a hacer vestidos y otro tipo de ropa con su máquina. Yo me crié en un barrio donde cuando vos salías los vecinos te saludaban, o estaban sentados tomando mate… Todos gallegos e italianos, gente muy buena.
-¿Qué cosas le enseñaron en su casa que le quedaron para siempre?
-La bondad… Mi casa siempre fue cordial, amable… Y una casa en la que siempre se escuchó música. Mi papá era de hablarme, de darme valor, de solucionarme los problemas solamente con hablar. Nunca nos gritaron. Ni él ni mi vieja. Yo hice una canción que dice que «nací en un barrio pobre, mi vieja costurera y mi papá haciendo pan…. Guardapolvos con remiendo, para poder zafar…» Mi mamá siempre decía «si estás remendado y limpio, nadie te va a decir nada, pero si estás remendado y sucio, sí»… Eran muy buenas personas y tengo un grato recuerdo de ellos. Yo me llamo Quiroga por la mujer que lo crió a mi papá, sino mi apellido sería Espina. Doña Paula Quiroga se llamaba. No la conocí, pero supe de ella a través de él.
-¿Conoció a algún abuelo?
-Mi abuelo Funes, que estuvo un tiempo con nosotros, pero a él le gustaba más el campo, en San Nicolás, donde estaba gran parte de mi familia.
-¿Cómo nació en usted lo de la música?
-Nació desde chico, porque mi papá y mi mamá me llevaban a ver orquestas, a los bailes del Luna Park, Racing o Indenpendiente, donde tocaban orquestas en vivo como la Jazz Casino, o la de Osvaldo Pugliese… También tocaba Tito Alberti, que era el padre del integrante de Soda Etéreo. Me empecé a entusiasmar con la batería, y quise estudiar. Yo tenía un trabajo, como aprendiz, limpiando máquinas, con tareas así, y le dije a mi papá que quería aprender música. Eso era raro en esa época…
-¿Qué le dijeron en su casa?
-Mi papá me dijo que estaba loco, pero mi mamá y mi hermano me apoyaron.
-Entonces…
-Fui a aprender al Instituto Sudamericano, que ya no existe, y estaba en San Juan y Boedo.
-¿Nunca había tocado algún instrumento anteriormente?
-Solo había tocado el bombo en los Scouts. Yo estaba en los scouts de la Iglesia San Juan Bautista de Valentín Alsina.
-¿Cómo surgieron «Los de Fuego»?
-Con los chicos de la escuela. Roberto, Héctor, Lito, Bebe…Una vez hicimos un espectáculo en el colegio, sin instrumentos, con mímica, y Sandro imitaba a Elvis Presley. El padre de él y mi padre eran amigos. El mío repartía pan y el de Sandro, vino. E intercambiaban mercaderías. Empezamos a juntarnos casi jugando… Teníamos 16 años… Y nos íbamos a la vieja escalera, donde vivía Lito, en Valentín Alsina. Ahí hacíamos como que guitarreábamos, imitábamos, pero sin instrumentos… Cantábamos covers. Y hubo un hombre, Taglioretti, que nos facilitó las primeras guitarras… Yo ya tenía la batería, porque mi papá me la había comprado.

-Bueno, le dijo que estaba loco pero al final se la compró…
-Sí. Me llevó a Casa América y la compró. Cuando salimos, me dijo «yo te pagué la primera cuota y las otras te las tenés que pagar vos». Fue una responsabilidad muy grande. Trabajaba, la daba algo de plata a mi viejo y con lo que quedaba me pagaba la cuota. Una vez fuimos a tocar al Recreo Andrés de Villa Jardín. Ahí la gente iba a bailar. Era un piso de tierra cerrado con bolsas… Llamamos a un muchacho que se llamaba Zabaleta y tocaba el acordeón, y vino con nosotros. Roberto tocaba la guitarra. Juntamos unos pesos… Pero un día tuvimos que salir corriendo porque cuando Roberto cantaba unos boleros, las chicas se pusieron medio amorosas y tuvimos que escaparnos…
-Así que se fueron armando con los instrumentos y empezaron…
-Sí, pero no teníamos equipo. Habíamos armado una vitrola y el plato giraba, el cable se enchufaba a rosca y si te llegaba a dar una patada era un peligro…
-¿Cómo eligieron el nombre?
-El nombre se lo pusimos en mi casa. Salió la palabra «Fuego» y terminó siendo «Los de Fuego». Roberto pintó el bombo… Y quedó así. Empezamos a ensayar, y un día nos agarra Abel, que era un representante, y salió la posibilidad de ir a tocar a La Polonesa, donde íbamos a bailar… El que cantaba era Héctor. Hacíamos temas como Zapatos de gamuza azul, Prisionero del rock and roll, el Rock de la calle… El día del debut empezamos a tocar y a Héctor no le salía la voz, por los nervios… Así que le dijimos a Roberto que hiciera lo que pudiera, y se animó… Empezó a cantar, a moverse… Y desde ahí fue el cantante. Fue un éxito… La magia de Roberto era tan grande que es difícil describirla… Cuando terminamos, dijo que no quería seguir cantando, hasta que lo convencimos. Hicimos muchas presentaciones. Pero también nos echaron de algunos lados. Por ejemplo, una vez en canal 7, cuando estaban Blackie y el Negro Brizuela Méndez. Nos pusieron al aire a cantar en La Feria de la Alegría, en vivo, y cuando nos escucharon cortaron enseguida la transmisión…
-¿Por qué?
-Porque el rock en esa época no era fácilmente entendible. En algunos lados nos tiraron naranjas, tomates, monedas… Todos bailaban boleros y nosotros queríamos imponer algo que era muy jodido en esos tiempos. Una vez en el Luna Park nos pusieron en un intervalo, en una reunión en la que tocaban Pugliese y una orquesta de jazz y nos tiraron de todo. Cuando bajamos Roberto nos dijo «algún día vamos a volver acá y nos van a aplaudir». Cuando cumplió los 10 años de actuación fuimos con él y nos hizo tocar ahí. Y fue una noche espectacular.
-¿Hacían muchos shows por fin de semana?
-Tres o cuatro bailes por sábado. Hasta veníamos a Varela, al club Varela Junior. Entrábamos por atrás, por donde están las canchas de tenis. Una vez veníamos muy rápido, de Lomas de Zamora, a las cuatro de la mañana y el chofer casi se choca con el bicho canasto. Frenamos de golpe y se cayeron todos los instrumentos… Tuvimos que empezar a tocar como una hora más tarde.
-¿Hasta cuando siguieron «Los de Fuego»?
-Hasta que Roberto ganó el Festival de la Canción de Buenos Aires con el tema «Quiero llenarme de ti». Ahí, la CBS Columbia lo quería a él y se disolvió el grupo.
En el primer long play que sacó, y donde está la canción con la que ganó, nosotros cantamos «Atmósfera pesada». Es un lindo rock, podés buscarlo en Internet…
-Seguramente tiene muchísimas anécdotas… ¿Nos cuenta alguna?
-Una vez fuimos a un lugar y nos avisaron que abajo del escenario había un gallinero. Empezamos a tocar y las gallinas salían para todos lados… Pero no paramos… Fue una noche espectacular.
-Más allá de la separación del grupo, la relación con Sandro siguió toda la vida…
-La relación siguió siempre igual. Sus amigos eran los de la infancia. Íbamos a su casa a comer con nuestras esposas, siempre fuimos muy unidos. Era un tipo muy bueno, un gran amigo, un gran hermano. Muy leal.
-¿Cómo vino a vivir a Florencio Varela?
-Un músico amigo, Cochocho, que era baterista de circo, me dijo que me quería presentar a una chica. Al final al conocí por teléfono. Y era de Varela… Así que me puse de novio y vine a vivir acá, allá por 1969, 1970…
-¿Consiguió trabajo enseguida?
-Entré a trabajar en la Municipalidad gracias a Jesús Llavona, en época de Mingote. Estaba en el Corralón, manejando máquinas viales… Cuando vino Alejandro Mayol, como Secretario de Cultura de Carpinetti, al que yo conocía de canal 7, le dije que quería cambiarme, me dijo que sí y me llevó con él. En Cultura estuve muchos años y se hicieron muchas cosas, con Mayol, con Roberto Cesán… y me tocó acompañar a los ganadores de los torneos Abuelos Bonaerenses y a los chicos de los Torneos Juveniles a varios viajes. No me puedo quejar de Varela, siempre amé a esta ciudad.
-¿Quiénes son sus amigos hoy?
-Mi gran amigo es Angelo Battista. Con él hacemos algunos viajes, o vamos a almorzar…
-¿Está contento con la vida?
-Contento, pero me falta mi señora. Aunque Dios me está dando esa fortaleza para seguir adelante. Me duelen las rodillas pero me subo al escenario y sigo tocando. Y eso me encanta. Es un elixir, que me hace sentir bien… Si tendría que volver a nacer saldría del vientre de mi mamá con una guitarra. Creo que nací músico, amo y siempre amé la música.
-¿Qué le diría a Dios si lo tuviera enfrente?
-Que me dé salud y me deje servirlo como lo estoy haciendo ahora, para que el que no lo conoce pueda conocerlo a través de la alabanza y las oraciones.


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