Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Lo que empezó como un globo de ensayo empieza a tomar cada vez más cuerpo: el kirchnerismo quiere otra reelección de Cristina, y permanecer más de 16 años en el poder.
Con ese objetivo, todos los fondos del Estado y su aparato propagandístico se van encolumnando para destrozar políticamente a todo posible adversario de la presidenta.
Scioli, Macri, De la Sota y todo aquel que demuestre o sugiera una mínima intención de competir con el proyecto K en 2015, son repetidos blancos del pulpo mediático del Estado, que usa todos sus recursos impúdicamente, incluyendo los spots que emite en mitad de los partidos del «Fútbol para todos», sostenido, claro está, al igual que su prensa adulona, con los fondos que aportamos todos los argentinos.
Diariamente vemos cómo, desde la TV oficial –y la oficialista-, los programas de radio, los diarios y las revistas que viven de la pauta publicitaria del Estado, se ataca sistemáticamente al «malo de turno».
En lugar de utilizarse los medios estatales para campañas de bien público, se usan para hacer política partidaria. Mientras se habla contra los monopolios informativos de los demás, cada día se extiende un poco más el monopolio propio.
La voracidad de captación de militantes no tiene límite, y contra toda norma escrita y fundamento ético, «la Cámpora», ese brazo del kirchnerismo conducido por «progres» burgueses con ínfulas de Che Guevara y billetera de Henry Ford, desembarca en las escuelas y hasta en los jardines de infantes, para bajar su línea a los más pequeños.
«Vamos por todo», repiten en sus actos, en sus blogs, en las redes sociales. Y hacen todo para que les creamos de que hablan muy en serio.
En el colmo de la obsecuencia, el Intendente Julio Pereyra, que hace sólo tres semanas lanzó todo tipo de críticas hacia el Gobernador de Scioli «por hablar de candidaturas en 2015», ahora se contradice alegremente y dice que «no importa lo que diga la Constitución, si el Pueblo quiere votar a Cristina de nuevo, tiene que poder votarla todas las veces que quiera». Poco menos que un alegato a la monarquía, propio de Luis XIV. Y lógico en alguien que sigue atornillado en la Intendencia desde hace 20 años.
La Democracia tiene que tener la posibilidad de la construcción de alternativas de poder. En eso radica su fuerza. Los personalismos siempre han terminado mal. No sólo en nuestro país, sino en todo el Mundo.
Claro que nadie puede ocupar aquellos espacios que están cubiertos. Es una ley no sólo de la política, sino principalmente de la física. Si la «oposición» no hace nada por subir a escena, no tendrá derecho a quejarse de las acciones de un partido que aprovecha hasta el hueco más pequeño para plantar su bandera.
La historia es la mejor maestra, pero muchos se obstinan en no tenerla en cuenta. De imperios, caudillos y demás liderazgos terrenales que se creyeron eternos, existen cientos de ejemplos. Pero todos se terminaron. Todos.
La grandeza, el poder, la riqueza y la impunidad de hoy, pueden evaporarse mañana. Aprenderlo le haría muy bien no sólo al kirchnerismo, sino a todo el país.