Lo entrevistamos en 2003, en una nota de nuestra Revista Anuario, basada en su pertenencia a la tripulación de la Fragata Libertad.
Martín Tejada tenía por entonces un solo hijo. Hoy tiene tres. Casado con Gladys Gauna, este Cabo Principal de la Armada Argentina, es padre de Lucas, Thiago y Benjamín, y acaba de ser uno de los involuntarios partícipes del lamentable episodio que involucra a la nave insignia de nuestro país, que quedó retenida en Ghana, Africa, por el cuestionable fallo de un juez que dio lugar a un reclamo de acreedores externos.
En su casa, varios dibujos y carteles confeccionados con el inconfundible sello de sus niños, le dan la bienvenida. Uno de sus chicos está en el colegio, el del medio, inquieto, se mueve de acá para allá todo el tiempo. Y el bebé lloriquea en los brazos de su madre. A este último, lo conoció recién ahora, ya que nació cuando estaba embarcado.
Martín es uno de los dos varelenses que estaban en el buque –el otro es Maximiliano Conturiel- cuando todo el grupo recibió la mala noticia: la Fragata se quedaba en el puerto de Tema y se interrumpía el itinerario previsto para su XLIII viaje de Instrucción, que después de pasar por Salvador (Brasil), Paramaribo (Surinam), Georgetown (Guyana), La Guayra (Venezuela), Funchal y Lisboa(Portugal), Cádiz (España), Casablanca (Marruecos), Las Palmas (España), Dakar (Senegal) y Toma (Ghana), debía seguir curso hacia Luanda (Angola), Walvis Bay (Namibia), Cape Town (Sudáfrica), Río de Janeiro (Brasil), Montevideo (Uruguay), Rada la Plata y Buenos Aires.
Pero el 2 de octubre, la justicia africana paralizó a la Fragata y recién más de veinte días después, el Gobierno argentino resolvió evacuarla y repatriar a la gran mayoría de la tripulación.
Martín lleva 17 años en la Armada, desempeñando tareas en el Comando de Transportes Navales y en la Escuela de Guerra Naval, entre otras dependencias, habiendo participado de un viaje de la Fragata Libertad entre 1999 y 2000, y formando parte de tres comisiones a la Antártida, en el Rompehielos Almirante Irizar, primero, y en el buque Canal de Beagle, después.
«Siento angustia, y hasta odio por tener que dejar algo que es nuestro», dice a Mi Ciudad, cuando lo entrevistamos, a solo un par de horas de su retorno al país y a F. Varela. «A la Fragata Libertad la llevo en el alma –amplía- y cualquiera que sea marino me va a entender».
Arriba del buque, casi todos son militares. Salvo los cantineros, y un sacerdote. Cuando llegaron a Ghana, se hizo la habitual recepción, con la presencia de la embajadora argentina en Nigeria –Ghana no tiene representación diplomática de nuestro país- y pocas horas después, recibieron la noticia de que el viaje se había terminado abruptamente.
«Yo no quería dejar la Fragata –sigue- y hasta mi hijo Lucas, de 10 años, me dijo que estaba orgulloso de mí y que si me tenía que quedar, me quedara. Pero como internaron con bronquiolitis a mi hijito Benjamín resolví volver. Pedí venir, y justo salió lo de la orden de evacuar el buque, así que vine».
Martín sigue las noticias locales a través de la página web de Mi Ciudad.