ENTREVISTA

Gino Linfozzi



Entrevistas » 01/01/2013

Hace casi 60 años que, cada mañana, don Gino Linfozzi (84), levanta la persiana de su mercado, “El Ombú”, bautizado con ese nombre por el gigantesco árbol que existía enfrente de su local, ubicado en la avenida Hipólito Yrigoyen, de F. Varela. Es uno de los vecinos más queridos del Cruce, y está casado con Ana Spensieri, con quien tuvo tres hijos: María Elena, José Luis y Marcela, y tiene una nieta. Tiene clientes que le compran desde hace décadas y hoy van con sus hijos y nietos a su negocio. “Una señora, Montagno, que vive por La Cabaña , viene hace muchísimo tiempo”, nos dice. Y destaca como una gran colaboradora a su empleada Teresa Federico, «que está acá hace casi 20 años». Con él, dialogó Mi Ciudad una calurosa tarde de diciembre pasado.
 
-¿Dónde nació?
 
-En Loro Piceno, un pueblito de Italia, a 40 kilómetros del Mar Adriático y 40 km . de los Apeninos, el 22 de octubre de 1928.
 
-¿A qué se dedicaba su familia?
 
-Eramos chacareros. Con una casa grande, que en una parte tenía la cocina y en la otra, un depósito a donde se llevaba a comer a las vacas cuando había nieve. Eran unas doce vacas y unas cuarenta gallinas.
 
-Y la comida era casera, seguramente…
 
-Claro. Todo se hacía en casa. Teníamos leche, queso, plantas de higos, de cerezas, almendras. Lo único que se compraba era el azúcar y el arroz.
 
-¿A qué jugaba de chico?
 
-A la rútula. Era una ruedita que se lanzaba con un hilo, a ver quien llegaba más lejos.
 
-¿Cómo era la vida en el Pueblo?
 
-Todos los domingos, era sagrado ir a misa. Y los lunes, se hacía la Feria , a la que venía mucha gente de afuera a comprar y vender. Era un poueblo de unos 3000 habitantes, y solo había dos autos.
 
-¿Cuándo vino a Argentina?
 
-En 1951, como muchos otros, por temor a la Guerra. Viajé en el Barco “Mendoza”, y tardé 17 días. Fui a lo de mi tía, en Alejandro Korn. Ahí tuve mi primer trabajo, en un horno de ladrillos. Los hacíamos de a dos, en moldes, y yo fabricaba unos 400 por día. En el lugar había unas piezas techadas con chapa, y dormíamos ahí. Había un gallego que tenía una escopeta, y me la prestaba para cazar perdices…
 
-¿Cómo se arregló con el idioma?
 
-Y, de a poquito. No era tan distinto.
 
-¿Y después del Horno de Ladrillos a qué se dedicó?
 
-Fui a General Pacheco, a trabajar en una quinta, con gente que era de mi pueblo. El primer año, entre los seis socios plantamos 6000 plantas de tomates, pero se apestaron muchos. Igualmente ganamos 11.000 pesos cada uno.
 
-Y compró el terreno en el Cruce…
 
-Sí. Acá vivían los Gatti: Hugo, Santiago y Atilio. Hugo tenía un colectivo con un primo y me ofreció venderme el lote para poder comprarle la parte, así que acepté. La escritura la hizo el escribano Ardizzone. Después de eso, entré a trabajar en La Algodonera , donde recuerdo los nombres de algunos jefes, como Vertuanni. Ahí, Mario Montanari me propuso poner un almacén en el terreno. Y lo pusimos, en 1953, enfrente de la quinta de Angeletti, que era el padre del Dr. Roberto Angeletti, hoy Presidente del Círculo Médico de Varela. En ese lugar había un ombú más grande que el que está en Ruta 2 y Presidente Perón. Estuvimos un tiempo como socios y después nos separamos, poniendo él su mercado en Finocchietto y Ameghino.
 
-¿Cómo era aquel Cruce Varela?
 
-Había dos fábricas: Spreáfico y la Cirio , y donde ahora está el Hotel Mi Refugio, había una quinta con frutales. No había muchas casas, era puro campo, y llegando al Cruce un predio de Vialidad, lleno de máquinas. Todos me venían a comprar a mí. Habían puesto una clínica en esta cuadra, y al promotor le preguntaban si estaba “cerca de lo de Gino”. Conocían mi mercado y no conocían las fábricas… Yo siempre digo que a mí me conocen hasta los gatos… y eso tiene un por qué. En el Cruce había solo dos teléfonos: el de los portugueses, donde ahora está “Prince”, y el del barcito de Valdez, en Avenida Calchaquí. Un día vinieron a verme don Ramón Dimódica y Musiori, ambos muy allegados al General Perón, y me propusieron si quería poner un teléfono público en el negocio. Te imaginás que ni los dejé respirar. Les dije que sí… ¿Ves lo que es la Política ? A los catorce días tenía el teléfono. Era un modelo con manijita, uno le daba vueltas y hablaba con la operadora, a la que le decía el número con el que se quería comunicar. Por eso me conocía tanta gente, si todos venían a hablar al negocio… ¡A veces se hacían colas de diez personas!
 
-¿Cómo conoció a su señora?
 
-Porque venía a comprarme al mercado. Yo tenía una Gilera 150 que le había comprado a un tal Cintioni, un fiambrero de Quilmes, y me iba en la moto a comer a lo de los portugueses. Ella espiaba por la ventana cuando yo salía… En esa época, uno andaba de novio y la madre de ella estaba a dos pasos… Ahora, la gente no tiene dramas: se casan y se “descasan”…
 
-¿Volvería a hacer lo que hizo, a venir a Argentina?
 
-Sí. Estoy agradecido porque acá nunca me discriminaron en ningún lado.
 
-¿Está contento con la vida?
 
-Re contento. Tengo a mis hijos, mi señora, mi nieta, el negocio, muchos clientes, y gracias a Dios, la salud…


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