A un año de la tragedia de Once, el Gobierno sigue negando su responsabilidad en el caso. Tras haber intentado sin éxito colocarse en el lugar de querellante en la causa, un despropósito abortado por acción de la Justicia, el kirchnerismo hizo todo para que el primer aniversario del terrible evento en el que murieron 51 personas pasara desapercibido, hasta que una vez más su principal enemigo: la realidad, se impuso, y hubo que darle al caso un lugar en la agenda de su multimedios, aunque claro está, cuidándose muy especialmente de no mostrar los abucheos de los familiares de las víctimas a la propia Presidenta de la Nación y varios de sus funcionarios, verdadero termómetro del acto recordatorio.
El deliberado descontrol de los subsidios millonarios que sus empresarios amigos recibieron para tener un tren en condiciones, y en el que no invirtieron ni siquiera lo mínimo para garantizar las condiciones de seguridad más elementales, más el perverso ninguneo a la Auditoría General de la Nación y a los delegados ferroviarios, que habían estado alertando sobre la factibilidad de un hecho como el ocurrido desde hacía años, hablan claramente de las culpas del Gobierno en el «22F». A esto, hay que sumarle que el Juez que investiga el caso acaba de declarar que «hay 213 millones de pesos gastados injustificadamente» en TBA, la empresa explotadora del Ferrocarril.
El de Once no es sólo otro hecho de corrupción, sino la consecuencia de una corrupción que asesina.
Los que se quedan con el dinero de la gente, los que cobran para que los trenes sean dignos y usan esa plata para engrosar sus cuentas personales, los funcionarios que miran para otro lado y no controlan, sea por ineficientes o por coimeros, son los auténticos causantes de una tragedia que nada tuvo de fortuita.
Echarle la culpa a la gente por «viajar amontonados en el vagón de adelante», o decir que «hubo muchos muertos porque no era feriado», es sumar frases propias del catálogo de un bestiario. Deslindar responsabilidades en la innegable destrucción que el menemismo hizo del sistema ferroviario en todo el país, es otro facilismo que busca manipular la realidad y la historia reciente. En primer lugar, porque todo lo que Menem hizo y deshizo fue con el voto sistemático, los aplausos y la admiración de los Kirchner. Y en segundo lugar, porque el kirchnerismo nos gobierna desde hace diez años, tiempo más que suficiente para haber reconstruído lo que fuera necesario y dejar de echarle culpas a la «herencia recibida».
Lo peor de todo es que nada cambió en un año. Que la gente sigue viajando colgada y hacinada en unos trenes que dan vergüenza, y que nadie puede asegurar que lleguen enteros al final de su recorrido. Y en este tema, como en todos los otros, se construye un relato que oculta la verdad bajo un manto de falsa épica y mendaces nacionalismos.
El «pueblo» sólo es tenido en cuenta a la hora de la demagogia y del reparto cazavotos. Los funcionarios y los «amigos de la casa» continuarán enriqueciéndose sin poder explicar cómo lo hacen, en un país donde los más pobres seguirán allá abajo, como fundamental pilar de una maquinaria electoral que requiere de sus necesidades eternamente insatisfechas para perpetuarse en el Poder.