Primero fue un mensaje frío de la propia Presidenta Cristina Kirchner, los silbidos de « La Cámpora » y el ataque artero del ex guerrillero escriba de la Corona Horacio Verbitsky, que quiso vincular al ex cardenal Bergoglio como cómplice de la Dictadura. Después , siguieron el funcionario antisemita Luis D´Elía, Hebe de Bonafini, la defensora de los derechos humanos que todavía no devolvió la plata de los «Sueños compartidos» y no paga los aportes de sus trabajadores, y Estela de Carlotto, la otra humanista que tiene media familia ocupando cargos públicos, y la verborragia de los bien pagos bufones de 6,7,8, los que cuestionaron la integridad del admirado jesuita. Y hasta Canal 7 pasando «Paka Paka». Todo, apenas conocida la elección de Bergoglio como máximo responsable de la Iglesia en el Mundo.
Pero en la calle, el clima era distinto. La gente irradiaba felicidad. El Pueblo estaba contento con la buena noticia. Rápido de reflejos, el Gobierno se anotició de que el país festejaba a su Papa, que además, es un hombre que vive lo que predica desde hace décadas. Alguien que recorre el barro de las villas, visita a los enfermos, ayuda a los más pobres y siempre tendió su mano al que lo necesitara. Alguien que hizo de la humildad, la sencillez y la misericordia su elección de vida., algo que nunca podrán entender los que se alojan en suites de 2000 euros la noche, que necesitan muchos más pobres para hacerse más ricos y poderosos, y que todo lo ven a través del cristal de sus intereses. Enfrentarse al Papa no daba réditos. Al contrario, restaba puntos. Y llegó la contraorden.
De repente, la Presidenta , que se pasó 10 años escapándose de las homilías de Bergoglio, que mudó el tedéum del 25 de Mayo a diferentes provincias para no escucharlo hablar de la situación social, que compartía aquella definición de Néstor de que el hoy Papa era «el jefe de la oposición» y que nunca concedió las entrevistas que el sacerdote le solicitaba desde poco más de 100 metros de su despacho, decidió hacer 10.000 kilómetros para saludarlo, emocionarse y preguntarle si «podía tocarlo».
Y todo cambió. En pocas horas, el Papa pasó a ser bueno. Un «cuadro» según el diario oficialista Tiempo Argentino. Alguien de quien «hay que apropiarse», según el seudo intelectual José Feinmann. Si hasta la propia Bonafini, que en su momento tomó la Catedral de Buenos Aires y profanó su altar, salió a elogiarlo por su trabajo en las villas, que, aseguró, «descubrió ahora».
Tal vez por eso, el Papa Francisco, con su sonrisa cordial de siempre, le regaló a Cristina el libro del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) ,donde se habla del uso clientelar de la pobreza, del autoritarismo y de la corrupción, sugiriéndole que así podría «pescar lo que piensan los obispos americanos».
¿Lo habrá entendido? Hasta ahora, lo único que parece interesarle al kirchnerismo es pescar votos.