EDITORIAL

Nada es para siempre



Editorial » 01/05/2013

Bajo la fachada de la «democratización de la Justicia », el Gobierno se quedó con la suma del poder público.
No es la primera vez que el oficialismo bautiza con nombres de epopeya algún interés particular. Ellos son la Patria , lo nacional y popular. Y los que piensan distinto, el enemigo, al que se busca destruir por todos los medios.
La división tripartita de poderes plasmada en la Constitución Nacional ya no existe. Y, paradójicamente, sólo la correcta intervención de la propia Justicia impediría que el kirchnerismo tuviera total libertad para hacer lo que quisiera hasta el fin de su mandato, que ambiciona eterno.
Todas las entidades jurídicas independientes rechazaron el avance sobre la Justicia. Y en estos días, se están iniciando cientos de acciones legales planteando su inconstitucionalidad.
La aprobación de esta norma, que los diputados oficialistas festejaron cantando como en una cancha de fútbol, es el hecho de mayor gravedad ejecutado por un gobierno desde el retorno de la democracia.
Con el poder legislativo convertido en una escribanía, lleno de levanta manos, y «sin librepensadores», la voracidad kirchnerista avanzó ahora sobre la Justicia , quedándose con el control del Consejo de la Magistratura , para votar en boletas partidarias a aquellos que van a designar y destituir a los jueces, y acotando el alcance de las medidas cautelares, colocando a los ciudadanos a total merced del Estado, al arrebatarle una de sus mayores garantías constitucionales.
¿Alguien se puede imaginar a una Justicia independiente, si los jueces hacen campaña a favor de un partido político? ¿Cómo juzgarán en el futuro esos jueces a un funcionario de su partido imputado por corrupción? ¿Cómo se defendería un ahorrista si un Gobierno dispusiera apropiarse de sus bienes a través de un nuevo «Corralito»?
Al igual que en cada resolución que toma, arremetiendo contra las leyes y hasta contra lo lógica, el kirchnerismo argumenta ser el único representante de la voluntad popular, por haber obtenido el ya lejano 54 por ciento en las últimas Elecciones. Su triunfo le da legalidad, esto es cierto, Pero ¿le da legitimidad a cada resolución, aún a las que vayan a contramano de la Ley Fundamental de la Nación ?.
La historia está llena de dictaduras que ganaban elecciones. Y en nuestro país, muchas mayorías fueron solo circunstanciales. Pero quienes decidieron «ir por todo» no parecen dispuestos a dejar espacios de poder vacíos. Ni aún los más pequeños.
La propia Democracia contempla los anticuerpos para preservar el equilibrio e impedir esta virtual aniquilación del Derecho. Queda mucho camino por recorrer para dar vuelta este despropósito.
Y así como aún no está todo perdido, mal que les pese a algunos, tampoco nada es para siempre.


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