Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
La polémica desatada en torno a la veracidad o no de una carta enviada por el Papa a la presidente de la Nación ocupó por varios días el centro de la opinión mediática, y la portada de diarios nacionales. Todo ello, a pocas horas del más trascendente viaje de Francisco –y tal vez de pontífice alguno en la historia- a Medio Oriente, intentando llevar una solución a un conflicto que ya lleva más de 60 años.
Esa persistente inclinación por ocuparse de los temas menores parece caracterizar a este tiempo, donde los más mezquinos intereses políticos de entrecasa se anteponen aún a causas que preocupan al mundo entero.
La utilización que se viene haciendo del Papa a nivel local superó todo lo imaginable, y sería motivo de un extenso ensayo sobre la tantas veces analizada y singular personalidad de los argentinos. O al menos, de la personalidad de su clase dirigente y la de sus corporaciones mediáticas.
Mientras desde el Gobierno se intenta usufructuar todo contacto papal revistiéndolo de «apoyo a la gestión», -recordemos que en su momento se vistió la ciudad de Buenos Aires de imágenes con Francisco, Cristina y el entonces candidato Insaurralde, y hasta se vieron afiches que hablaban impúdicamente del «Compañero» Francisco- desde los medios enfrentados al kirchnerismo se busca revestir a toda crítica eclesiástica de una importancia tal que ubicaría al Gobierno en pleno Infierno. Unos y otros tratan de mostrar o hacer creer que el Papa «está de su lado», mientras que Francisco, esta enorme figura universal que debería enorgullecernos a todos, no cesa de dar gestos de grandeza, humildad y perdón, cautivando al Mundo no solo por su imagen, sino también y principalmente, por sus acciones.
Ni un saludo formal por una fecha patria presupone un alineamiento con el Gobierno, ni un llamado de atención sobre la situación social significa un reto papal hacia Cristina.
La magnitud de la misión que Francisco está llevando a cabo lo eleva mucho más alto de las contingencias cotidianas de su tierra. El abrazo logrado entre los representantes de tres religiones cuyos enfrentamientos causaron demasiado dolor, durante demasiado tiempo, debería servir como suficiente ejemplo para entender de qué se trata todo esto.
En vez de buscar desesperadamente sacarse una foto al lado del Papa, sería bueno que todos estos repentinos peregrinos de uno y otro lado se preocuparan sinceramente por decodificar y aplicar su mensaje.