Sospechan de la policía, mientras que la investigación avanza lentamente.
Cuando todavía están al tope del ránking las noticias sobre la aparición del cadáver de Luciano Arruga, 5 años y 8 meses antes desaparecido, Florencio Varela adquirió protagonismo en la misma proporción.
Franco Ezequiel Casco, un joven varelense de 20 años, estuvo por espacio de varias semanas desaparecido hasta que finalmente su cuerpo fue encontrado flotando en las aguas del río Paraná, frente a la ciudad de Rosario.
Casco, padre de un nene de tres años, se ganaba la vida como albañil y todos los lo que lo conocieron lo recuerdan como una persona responsable, para nada problemática, y trabajador.
Desde nuestra ciudad había viajado a Rosario para encontrarse con unos primos que viven en el barrio Empalme Graneros.
Fue la madre de Franco, Elsa Godoy, quien se puso al hombro la investigación cuando ni la policía, ni la Justicia, parecían dispuestas a avanzar. Se replicaba, así, el caso de Luciano Arruga, el chico de La Matanza del que nunca se supo nada a partir del momento en que fue desaparecido su cuerpo y recientemente hallado sepultado como NN en la Chacarita.
No sería la única similitud de los casos. Los familiares de Arruga siempre señalaron que el chico había sido víctima de la policía del destacamento cercano a su casa, luego de presuntamente haber negado a robar para los uniformados que se lo habrían pedido.
Elsa Godoy logró determinar que su hijo había estado detenido en la Comisaría Séptima de Rosario el martes 7 de octubre. Nada más se supo desde entonces hasta el 31 de ese mismo mes, cuando su cuerpo fue hallado sin vida flotando en el río, a la altura del Club Náutico Rosario.
«Yo sabía que lo había matado la policía», fue la frase de la madre del varelense al llegar al dato que confirmó el paso del joven por la dependencia policial.
Sin embargo, la autopsia que realizó el perito Raúl Rodríguez no pudo precisar ni la causa ni las circunstancias de la muerte de Casco, según el propio relato del profesional, «debido al deterioro que tenía el cuerpo que estuvo más de quince días en el agua».
De acuerdo a otros estudios realizados sobre el cuerpo, entre ellos radiografías, no habría signos de fracturas, contusiones graves o impactos de bala. Así lo señaló el forense.
Para la familia, hubo pruebas que se perdieron, informaciones falseadas y nunca fueron atendidas sus demandas hasta que el caso no tomó estado público. Hoy siguen reclamando el esclarecimiento de la causa y marcharon en Rosario en varias oportunidades sin que se hayan logrado avances sustanciales.
La posición de Elsa, la familia y amigos de Ezequiel es apoyada por el defensor general de Santa Fe, Gabriel Ganón, quien aseguró que el del joven varelense «es un caso de desaparición de persona» y pidió la intervención de la Procuraduría de Violencia Institucional de la Nación (Procuvin)».
¿Quién era Ezequiel?
Acompañaba a su padre en trabajos de albañilería, era querido por los que lo conocían, que además lo definen como «un buen muchacho y un buen padre» de Thiago, su pequeño de 3 años, que ahora está huérfano de padre.
En Rosario tampoco dejó una mala impresión entre los vecinos de su tía y los primos a los que había ido a visitar.
¿Qué pasó, entonces? El rompecabezas remite al día anterior a su paso por la Comisaría Séptima. En la mañana del lunes 6 de octubre Ezequiel fue a la estación de trenes con su tía, para volver a Florencio Varela. No había servicio, por lo que ambos retornaron a la casa de la mujer en el barrio Empalme Graneros.
La tía fue a trabajar dejando a Franco en la casa, al que no encontró a su regreso alrededor de las 18. Supuso que el joven había, finalmente ido a tomar el tren a la estación.
En la Comisaría está registrado su ingreso el martes a las 13.40 por el presunto delito de «resistencia a la autoridad». Menos de tres horas más tarde, una médica policial lo revisó y dejó constancia de dos datos: el chico presentaba golpes en el cuerpo (también lo atestiguan fotos) y «no estaba ubicado en tiempo y espacio», según la constancia que dejó la profesional.
La policía asegura que cuando el joven recobró la capacidad de ubicarse lo trasladó en un móvil a la casa de su tía, aunque él no pudo identificarla. Tras retornarlo a la dependencia y consultar al fiscal, se procedió a la liberación de Ezequiel. Presuntamente él firmó el acta donde constaría ese hecho. Eran, entonces, las 22.
Pero Elsa asegura que la firma que figura en el acta no es la de su hijo.
En torno al caso se dieron una serie de confusos episodios: una cámara de seguridad nunca lo registró saliendo de la dependencia policial, y la que podría haberlo hecho si tomaba la dirección contraria (que pertenece a un banco) fue borrada. Los detenidos ese día en la comisaría nunca fueron entrevistados por el fiscal. Pese a que hubo una denuncia de familiares en la Comisaría 20 el día 8 de octubre y otra en la Fiscalía el 12 de octubre, debieron pasar 23 días desde la desaparición de Ezequiel hasta que se hallara su cuerpo.
Hoy, casi dos meses después del hecho, la investigación sigue sin mostrar avances.