Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Horacio Rosselli es bisnieto de Juan Rosselli, uno de los vecinos que junto a Juan de la Cruz Contreras fundó nuestro pueblo, y nieto de Esteban Rosselli, ex Intendente de Florencio Varela a principios del siglo veinte. Pese a ello, al ser su madre de Lanús, le tocó nacer en esa ciudad, el 5 de enero de 1945, porque al casarse su padre «Romito» con ella, hizo lo que muchos en aquellos tiempos: ir a vivir a la casa de sus suegros. A los 18 años se mudó a F. Varela. Casado con Silvia Rivarola, tienen tres hijas, Carolina, María Silvia y María Victoria, y cinco nietos: Tomás, Federico, Lautaro, Luz y Juan Manuel. Durante tres décadas, estuvo al frente del inolvidable salón «Montecarlo», que estaba enfrente de donde hoy se encuentra el paso bajo nivel. Fue jugador del primer equipo de Defensa y Justicia en la AFA. En la actualidad, maneja un taxi en la ciudad de Buenos Aires y participa en algunos cortos publicitarios para televisión, además de seguir haciendo lo que más le gusta: jugar al fútbol.
-Empecemos con tu infancia. ¿De qué trabajaba tu padre?
-Mi papá fue corredor de la casa Dellepiane, que una de las bebidas que más vendía era el clásico licor «Tres Plumas». Un trabajo que alcanzaba para que mamá sea ama de casa toda la vida. Vivíamos bastante bien. Hice la Primaria en Lanús, la secundaria la empecé en un colegio religioso de Capital y la terminé en el Nacional de Adrogué. Eramos dos hermanos, Romeo y yo.
-¿A qué jugabas?
-Al fútbol y como vivía en una calle de tierra, en una zona alejada del centro, había muchos potreros y jugábamos a todos los juegos de chicos, como la escondida, la rueda, el arco, el aro, a andar en bicicleta. Y teníamos un caballito petiso, una yegua blanca, que era la diversión de todo el barrio. La lavábamos con azul de la ropa, para que brillara más el blanco. Pero lo principal siempre fue el fútbol.
-Hablando de fútbol, ¿Cómo empezó tu carrera?
-Mi papá era conocido de don Aníbal «el Gordo» Díaz, que tenía el club Arsenal de Llavallol, y me llevó a jugar ahí, a los quince años, que era la edad en que se empezaba en esa época. Díaz preparaba jugadores para colocarlos en diferentes clubes. Y ahí jugaban muchos amigos de Florencio Varela, por eso cuando vine acá no fue tan traumático. Después de algunos partidos que me hicieron jugar en otros clubes como River y Sarmiento de Junín, y hasta pasar una prueba exitosa en Racing donde Díaz no arregló la parte económica, entré a Deportivo Español, subimos a la A, y estuvimos un año. Después jugué en el O´Higgings de Chile, en Córdoba… Y cuando ya estaba retirado profesionalmente, me llamaron para armar el primer equipo de Defensa y Justicia en la AFA….
-Contanos como fue…
-Jugué el primer campeonato de Defensa, en la Primera D, con 34 años. Era el más veterano. Lo inscribimos en la AFA porque Berazategui había anotado un equipo y nos picó el bichito… Necesitábamos una personería jurídica y Defensa nos la dio. Y lo armamos, con Julio Lozano, Rossi, Héctor De la Fuente, Omar Regazzoni, Alberto Giaccone, que era el herrero que hizo los arcos de la cancha y que jugaba con nosotros, Mecha Cardoso, Ricardo Rogosz, el Negro Devuncenzi, Luisito Briega, Carlitos Bruno, Giache, Etcheverry… Después me retiré porque ya había cumplido con colaborar… Y hasta lo dirigí cuatro o cinco partidos cuando lo dejó Nando Parenti. Hubo un fin de semana, y siempre lo recuerda Aníbal Girón, donde el sábado jugué en reserva y dirigí la primera y el domingo me fui a jugar con los Veteranos de Defensa… El fútbol siempre fue para mí muy importante.
-¿Cuándo te mudaste a nuestra ciudad?
-En 1963, a los 18 años.
-¿Quiénes fueron tus primeros amigos acá?
-Los hermanos Bianchi, Julio Alas, Carlitos García, Carlitos Gual, Nando Parenti… Todos muchachos que eran de acá pero ya nos conocíamos del fútbol. Y también era amigo de Luis Devincenzi, que era hijo de Atilio, íntimo amigo de mi papá. Cuando llegamos, vivíamos en la calle Sallarés, entre España y Monteagudo y con esa barra nos reuníamos en el bar del petiso García, que estaba en Monteagudo, al lado de la farmacia de Cascardi. Estaban Hugo Morbelli, el Negro Cordo, Peti Bacigalupo, Adalberto y Néstor Cetra, Edgardo y Pocho López…
-¿Ibas a bailar?
-Más que a bailar me dedicaba al fútbol. Pero cuando iba, era a los bailes que se hacían en el club Varela Junior o el Defensa, o a «Mi Club» en Banfield.
-Contanos cómo conociste a tu señora…
-Hubo un desfile de todos los colegios, en una fiesta patria. Yo hacía poco que había llegado a F. Varela. Era 1963. Ella iba al Comercial, la ví., empezamos a charlar. Y cuando uno es nuevo en un pueblo no es que sea muy lindo ni muy galán, pero llama la atención por lo diferente… Y seguimos juntos hasta hoy.
-¿Cuáles fueron tus trabajos antes de «Montecarlo»?
-Trabajé con mi papá, lo ayudaba con el reparto. Y cuando entré a Español gané mi primera plata como futbolista. Después, Tito Vignola, «Facturita», que tenía «Montecarlo», en Av. San Martín y Av. Vázquez, me llamó porque se había ido su cuñado Quique Demattei y necesitaba alguien de confianza para tener el negocio abierto más horas.
-Para los que no lo conocieron, describinos qué era «Montecarlo»…
-Era un salón de ocho metros de frente por cuarenta de fondo, con billares y «flippers», metegoles, ping pong, pool… Y comidas rápidas, con los famosos lomitos y sándwiches de hamburguesas. En esos tiempos la previa se hacía ahí. Y se volvía a la salida del boliche, a las seis de la mañana.
-Después quedaste a cargo…
-Sí. Facturita se fue y compramos con los hermanos Bianchi… En total estuve en «Montecarlo» treinta años, desde 1969 hasta 1999. Mirá la cantidad de generaciones que pasaron por ahí…
-Tendrás mucho para contar…
-Hay miles de anécdotas y muchos personajes que pasaron, como el cartero Cachiza Castelli, que era de contar e inventar historias, Nicolás González, el Vasco Pagani… Era un centro de atracción para la juventud, y un lugar para que los buenos jugadores de billar pasaran la noche.
-¿Quiénes jugaban bien al billar en Florencio Varela?
-Los hermanos Eduardo y Bernardo Luz… Y otros. También vinieron a dar exhibiciones los campeones mundiales, los hermanos Navarra, y se llenaba. Abríamos el sábado y cerrábamos el domingo a las diez de la mañana. Y todo era tranquilo y sano, era otra época, en la que se podía trabajar bien.
-¿Qué pasó después?
-En 2001 caí con la crisis, como todo el mundo. Imaginate quedar a los 60 años con deudas… Un bajón. Fue una etapa difícil, depresiva, y pude salir gracias a mi señora y mis amigos... Con un delivery gastronómico fui acomodándome, después trabajé unos años en la Embajada de Guatemala, y ahora estoy manejando un taxi en Capital. Me encanta. Me gusta hablar con la gente, y arriba del taxi cada quince minutos tenés una persona y un tema nuevo…
-¿Quién fue tu «personaje inolvidable»?
- No tuve ídolos ni personajes que me deslumbraran. Pero una persona que siempre voy a tener presente es mi hermano Romeo. Su muerte me dolió mucho. Fue una persona muy reconocida, que era en la vida como era como periodista. El también jugaba con su zurdita al fútbol, pero no tan seguido como yo… Uno a veces no valora tanto a alguien cuando lo tiene al lado, y a la distancia se da cuenta, cuando pasa el tiempo y ya no está…
-Te vimos en algunos cortos por televisión…
-Sí. Me enganché en eso por mi yerno, que es cubano. Hice algunas propagandas, que no me cuesta nada ir a grabar, porque paro el taxi un rato y las hago. Una de Bagley, otra de Clarín, una de violencia de género para el Gobierno, y siempre digo en broma que hasta me gané un Oscar…
-¿Cómo es eso?
-Soy uno de los extras que levantan las manos en la cancha de Racing, en «El secreto de sus ojos», así que me gané un Oscar… Es muy gracioso, a mi mujer que le encanta el teatro, hizo cursos con Ana María Campoy, y trabajó en algunas obras en Capital, siempre se lo digo… Hasta me llamaron para hacer un comercial para Miami. Tenía que hacer de un taxista jubilado que tomaba un analgésico y después jugaba al fútbol con el nieto. Parecía un guión hecho para mí…
-Claro, al fútbol no lo dejaste nunca…
.Para nada. Sigo jugando, campeonatos de veteranos, y con algunos ex jugadores de Mi Ciudad, como Carli Oyhenard, Pablito Ruiz, Hugo Flores, Tato Risso… Y también jugamos en la cancha de Agfa con amigos como Ernesto Rizzo y otros.
-Se te nota bien, muy contento con la vida…
-Estoy muy contento con la familia, muy agradecido a Dios… Me considero amigo de mis amigos. Es lindo salir a caminar y que alguien te pare para hablar.
-Y si estuvieras frente a Dios… ¿Qué le dirías?
-Sabía que me ibas a hacer esta pregunta porque siempre leo Mi Ciudad… Le diría que estoy eternamente agradecido de lo que fue siempre mi vida, y le pediría salud, que todo siga bien para mi familia y mis amigos… Y poder seguir jugando al fútbol, a este ritmo, como a mí me gusta.
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