No hay novedades a más de un mes del asesinato de Sebastián Calvi. Su esposa Gabriela Bossi y su hija Florencia hablaron para Mi Ciudad: «nos prometieron muchas cosas, pero las únicas que estamos encerradas somos nosotras».
Ya pasó más de un mes desde el brutal asesinato de Sebastián Calvi en su hogar de la calle Boccuzzi. Más de treinta días desde que la vida de su esposa, Gabriela Bossi, y sus hijas, cambió para siempre. Sin embargo, todavía no hay novedades sobre el caso. Cuando llegamos a la casa resultan evidentes las huellas de lo sufrido. Alarmas, una puerta nueva y blindada a la que le falta el revestimiento de madera. Y mucho dolor en Gabriela y su hija, Florencia, que acceden a dialogar con Mi Ciudad tratando de que la emoción no las desborde.
Recordar la muerte de Sebastián resulta difícil, pero necesario para entender qué tan indefensos estamos todos y como puede modificarse nuestra vida en cuestión de minutos. Gabriela toma coraje y lo relata: «Estábamos hablando en la pieza de arriba y escuchamos un ruido, que parecía un portazo. Creíamos que había vuelto a casa Flor, que estaba en La Plata, y que se le había cerrado la puerta. Pero cuando al instante oímos otro ruido nos dimos cuenta de que no era ella… Los golpes eran aterradores. Sebastián me dijo que me quedara tranquila, pero estaría tan aterrado como yo. Pensó que iban a estar abajo, y se asomó a la habitación con un revólver con la idea de tirar un tiro al aire. El arma estaba con el seguro puesto… Nunca se usó en la vida… Y la tenía en la mano izquierda, aunque no era zurdo… No esperaba encontrárselo ahí. Y le tiraron a quemarropa. Dos veces. Lo único que llegó a decir fue «Flaco, ya está… No tires más, ya está…», caminó para atrás y se cayó en el dormitorio. Ahí lo agarré, lo ayudé a sentarse, pero fue cuestión de minutos… Una cosa espantosa. Fue increíble la violencia con la que entraron..».
Florencia aporta su relato: «yo me fui a la mañana, a estudiar, con mi papá escuchando la radio, mamá estaba trabajando, todo normal, como todos los días… Y al volver, imaginate lo que fue encontrarse la cuadra vallada por una cinta policial, la casa llena de patrulleros y también rodeada por cintas policiales, que nadie te diga lo que está pasando, entrar, ver un desastre, la puerta rota, todo lleno de polvo blanco, mi mamá con el pantalón lleno de sangre, y que me digan que habían matado a mi papá… Es terriblemente inhumano».
-¿Se sabe algo sobre lo que pasó?
-La Fiscal Vanesa Maiolo y el Secretario Fabio Volpe están trabajando, pero nos dijeron que no nos quieren crear falsas expectativas, y hasta el momento no hay nada certero.
-¿No tienen ninguna pista?
-Que nosotros sepamos no. No tienen nada concreto.
-Se habló de que algunos vieron una camioneta blanca…
-Gabriela: hubo un vecino que declaró ver una camioneta estacionada detrás de la nuestra, en la puerta de la casa, pero como era nueva, pensó que era alguien que había venido a vernos y no le llamó la atención, y otra vecina escuchó un ruido y vio una camioneta irse rápidamente.
-Florencia: como las cámaras de seguridad de Florencio Varela no están programadas con la tecnología suficiente para acercar las imágenes de la camioneta donde supuestamente estaba esta gente, no puede identificarse la patente. Así también es muy difícil avanzar, es chocarse contra una pared todo el tiempo. Además, otros vecinos no quieren atender a la policía, o dicen que no vieron nada. Es difícil que haya sido así a las tres de la tarde en una calle en la que no pasa una gran cantidad de autos, que no hayan escuchado cómo nos tiraron abajo la puerta con un ariete. Después mucha gente habló cosas que son gratuitas, porque mi papá trabajaba en Colombia o tenía vigilancia privada. Acá todo el barrio tiene la misma vigilancia, desde hace 10 años, y es un auto que te espera cuando entrás el coche. Entonces dijeron que estaba metido con los narcos, que era un ajuste de cuentas…
-¿A ustedes les dijeron eso?
-Florencia: hubo gente que dijo eso, porque la misma policía nos consultó sobre ese tema. O porque leyeron el curriculum de mi papá, con toda la actividad laboral que tuvo. Y sólo tomaron lo de Colombia, donde trabajó como empleado en una empresa.
-Gabriela: cuando en realidad Sebastián trabajó también en Chile, Uruguay, Venezuela, Perú, en toda Latinoamérica…
-Florencia: esto les sirve para decir «como él era contador y trabajaba en Colombia, y a lo mejor estaba metido con los narcos, esto a mí no me puede pasar», pero lo triste es que esto le puede pasar a cualquiera. Nosotras estábamos estudiando, y mis papás estaban acostados a la hora de la siesta, como cualquier persona. Por eso es triste que haya quienes intentan distanciarse tanto. Esto no tiene que ver con el nivel o el status social. Acá roban donde pueden. Se podía pensar que después de algo tan terrible como este asesinato las cosas iban a cambiar en el barrio, pero a los dos días, con un arma, le robaron una camioneta a una chica acá a la vuelta, a las seis de la tarde. No aflojan los robos. Y lo gracioso es que hay una hora de la noche en la que pasan las patrullas de la policía como haciendo circo, pero después dejan de pasar…
-Gabriela: con un poco de inteligencia, se puede calcular en qué momentos pasan. Aparecen en un horario, recorren unas cuadras, y se van por veinte minutos. Y los delincuentes hacen inteligencia, saben cuales son las cuadrículas y los móviles… Así que es fácil saber cuándo tienen veinte minutos liberados… Hay vecinos como Lorena Mandrioni, a la que le entraron de la misma manera que a nosotros, en Pringles entre Pte. Perón y Boccuzzi, dos meses antes de lo que nos pasó, a la misma hora y de la misma forma. Pero muchos casos no se conocen porque no se denuncian.
-Florencia: lo grave es que ella y su marido insistieron todo el tiempo a la comisaría, al Comando, para que les enviaran los móviles. Además de sufrir maltratos por parte de la policía, cuando avisaban que los móviles no pasaban, les dijeron que no jodieran más, después no los atendían cuando llamaban, los patrulleros no aparecieron y al poco tiempo pasó lo de nosotros.
-Gabriela: acá a tres cuadras también, hubo otro caso similar, con gente conocida, una casa de dos plantas, lo mismo: les entraron a la misma hora, y fueron derecho a la habitación de arriba… Todo igual, pero sin que los mataran. Yo no soy policía ni abogada, pero hay muchos casos con la misma metodología en otras partes de la ciudad, no sólo en el Centro, de los que uno se va enterando con los días… Y esto tiene que ser cosa de una banda, o dos…
-Florencia: una banda que si llegó a esto es porque la dejaron operar. No es uno o dos robos. Son más de diez robos anteriores a este. Si uno deja que estas cosas sucedan y sólo se actúa cuando hay un muerto, esto va a seguir. Eso es lo que como ciudadanos de Florencio Varela no tenemos que permitir. Por eso queremos que marche, que la gente reclame. No por nosotros, por todos, porque nada evita que les pase lo mismo a otros. Es una cuestión de compromiso ciudadano. Si no nos juntamos a reclamar algo que todos sentimos, no tiene sentido seguir viviendo acá. Es preferible prevenir que lamentar. Porque cuando te toca lamentar, por más que haya mucha gente que te apoye, te quedás muy solo. Además, la justicia se encuentra con muchos problemas. Se protege mucho los derechos humanos, el no acusar a cualquiera, lo cual está bien pero… Nadie se pone en nuestro lugar. ¿Cuáles son nuestros derechos humanos? ¿Y el derecho humano a que no te maten en tu casa? ¿Y el derecho humano de condenar a una persona que cometió un delito? No los encuentran y si los encuentran no hay lugar en la cárcel. Y si van a la cárcel les pagan un sueldo… A mí se me murió mi papá y nadie me va a pagar un sueldo ni quiero que me lo paguen. ¿Cuál es el mensaje político si una persona va a la cárcel y recibe un sueldo? Nos han prometido muchas cosas, pero ya ves, no tenemos nada, y las que estamos encerradas somos nosotras.