Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
A pocos días de las Elecciones, hay algo que está muy claro: Cristina Kirchner es capaz de cualquier cosa a la hora de buscar votos.
Su «acting» televisivo, en la primera entrevista con un periodista no alineado, dejó a la vista su increíble cinismo, tanto como su facilidad para acomodar el discurso a las circunstancias según convenga.
Decir que en la Argentina actual «no hay estado de Derecho» no sólo es una mentira, sino que demuestra una total falta de respeto hacia la Democracia, y una irresponsabilidad manifiesta por parte de quien, desde su rol de importante figura de la oposición, debería medir mejor cada una de sus palabras. Sobre todo si se tiene en cuenta que nunca cuestionó el «estado de Derecho» de sus amigos Fidel y Raúl Castro en Cuba o Nicolás Maduro en Venezuela.
Alentar la toma de colegios, más aún cuando tal medida está basada puramente en razones electoralistas, es otra muestra de su descontrol en busca de recuperar el espacio perdido. En un país donde gran parte de los estudiantes secundarios no sabe interpretar los textos que leen, circunstancia no nacida de un repollo sino en buena parte de las políticas educacionales de los últimos 40 años, con 12 años de kirchnerismo incluídos, fomentar la incultura significa institucionalizar la decadencia. Claro que nada le sirve más a un líder populista y demagogo que un pueblo ignorante y dependiente del Poder.
Por otra parte, cuestionar la detención de alguien que amenazó abiertamente al Presidente de la Nación es no sólo desconocer la Ley, sino un acto de total hipocresía para quien repetidamente utilizó la Cadena Nacional y todos los medios a su alcance –la AFIP, por ejemplo- para «escrachar» y perseguir no sólo a los periodistas que no compartían su relato hegemónico, sino hasta a ciudadanos comunes, desde el «abuelito amarrete» hasta el dueño de una inmobiliaria que tuvo la inaceptable osadía de criticar a su Gobierno.
La misma Cristina que apoyó la «Marcha Docente» y los reclamos de ese sector durante la Presidencia de Macri dijo un día desde una de sus tantas Cadenas como Presidente que los maestros «trabajan cuatro horas diarias y tienen tres meses de vacaciones», criticó su alto nivel de ausentismo, y se preguntó: «¿Cómo es posible que cada vez que nos tengamos que reunir con sus dirigentes sólo tengamos que hablar de salarios y no de qué pasa con los pibes que no tienen clases?».
Cristina sabe que su poder se está terminando. Y para aferrarse a lo que queda de él, echa mano a lo que sea. También, por supuesto, a la desaparición de Santiago Maldonado. ¿Hace falta recordar su silencio cuando durante su Gobierno el que desapareció fue Julio López?
Nada ilógico para la abanderada de los derechos humanos que sostuvo como Jefe del Ejército a un represor.
En pocos días los argentinos volveremos a hablar a través de las urnas. Es la única forma democrática de cambiar o ratificar a los gobernantes. Algo obvio que no parece serlo tanto para los que ejercen una oposición destructiva, que se anunció tempranamente con el despreciable gesto de no entregar el bastón de mando al Presidente legítimamente elegido por el Pueblo.