Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Cuando Leticia supo que iba a tener una hermana, su corazón se llenó de amor. Y a partir de su nacimiento, ese amor creció con una fuerza que lo multiplicó y que, 26 años más tarde, sigue reflejado en una vida en la cual ambas comparten actividades que además, son sus pasiones.
Daiana aprendió a bailar desde muy pequeña, y lógicamente, su maestra fue Leticia. Hoy, Daiana, que tiene síndrome de Down, integra el grupo de danzas del Taller Inclusivo que Leticia lleva adelante en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, en la ex ESMA. Estas dos destacadas bailarinas varelenses son, además, el estandarte del Proyecto «Incluír es Crecer», que integra a chicos especiales en diversas manifestaciones artísticas y que aspira a crecer considerablemente con el transcurso del tiempo con la incorporación de nuevas disciplinas.
Leticia Löffler tiene una amplia trayectoria en los principales escenarios del país y también, en París, Barcelona y otras ciudades del Mundo. Sin embargo, tal vez sea ésta la tarea en la que más involucrada se la ve y en la cual se la siente más cómoda y realizada.
Instructora de lambazouk, Leticia empezó con el baile inclusivo en el Primer Certamen Argentino de la cada día más popular danza llevado a cabo en el barrio capitalino de Palermo, en 2009. Pero luego su iniciativa se suspendió por unos años, lapso en el que residió en Barcelona. Su experiencia en el Viejo Mundo le sirvió para observar el desarrollo e inclusión en todos los aspectos que allá existen con respecto a quienes tienen alguna discapacidad.
¿Cómo nació la idea de sumar chicos especiales a grupos de baile tradicionales?. Así lo explica Leticia a Mi Ciudad: «Mi trabajo inclusivo nació naturalmente, porque yo compartía con mi hermana muchas cosas, la llevaba desde la época de la Secundaria a un desfile de modas, o a hacer un show, y veía la reacción de la gente. Venían y me decían asombrados ¡Cómo baila tu hermana! Lo mismo pasaba cuando desfilaba, ya desde muy chiquita. Las otras nenas caminaban tímidamente y ella encaraba con todo de punta a punta de la pasarela… Para mí era algo natural, pero en los otros eso generaba un impacto, una transformación en la mirada de los demás. Esa devolución de las personas era lo que a mí me hacía dar cuenta de que estábamos generando algo. Esta unión que tenemos, ese amarnos como hermanas, lo volcamos en algo con un propósito, que es este proyecto nuestro, que se llama Incluir es Crecer, y que llevamos a cabo las dos».
Cuando Leticia volvió de Europa, preparó unas coreografías que presentó en el Teatro San Martín, dentro del programa «Puentes Culturales», que permite a chicos especiales trabajar y ser remunerados por ello. Muchos chicos se sumaron y Leticia comenzó a dar clases en una Escuela de Lanús, donde una de las madres que llevaban al lugar a sus hijos subió un video a las redes sociales cuya repercusión originó que gente de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación la convocara para llevar su talento al Centro Haroldo Conti. En ese sitio funciona actualmente este Taller Inclusivo que abarca Danzas y Percusión.
Leticia, además, continúa con sus «clases inclusivas» de lambazouk que dicta en forma particular en el barrio de Barracas. Sus objetivos están claros: «el nuestro es un trabajo de transformación social que busca cambiar la mirada que mucha gente tiene sobre las discapacidades». Y cuando remarca «nuestro» lo hace deliberadamente, porque se trata de un proyecto que cobró fuerza precisamente por haber nacido como nació: con el incondicional amor de dos hermanas a las que la vida les dio el maravilloso regalo de poder compartir su sueño de bailar juntas.