Un colaborador de filiación kirchnerista del Museo Hudson de nuestra ciudad, galardonado con el Premio San Juan Bautista 2018, fue acusado en la televisión nacional de integrar un grupo que busca derrocar a Macri y de querer matar a gendarmes. Un maestro y gremialista docente también kirchnerista justificó, a través de un estado de su Facebook, los saqueos a supermercados, mientras que se trate de mercados grandes y no de chinos. Otro militante K local, increpó al Presidente durante una visita a nuestra ciudad, y luego fue reporteado como si fuera un héroe por un canal de televisión cuyo dueño está procesado por evadir 8000 millones de pesos en impuestos y sospechado de ser testaferro de Cristina Kirchner.
Los tres episodios, vinculados a Florencio Varela, ocurrieron en el mes que terminó, que fue el mismo mes en el que nuevamente un conocido sindicalista lanzó una amenaza contra el gobierno nacional: «o cambian el modelo económico, o se van», dijo, muy suelto de cuerpo, este habitual cosechador de menos del cuatro por ciento de los votos en cada elección, sintiéndose, pese a eso, y muy pretensiosamente, el «representante del pueblo».
Para completar el panorama, la incalificable Hebe de Bonafini, que en cualquier país serio estaría presa hace rato y no vociferando su fascismo crónico desde el canal estatal, pagado con nuestros impuestos, salió a acusar a Macri de «asesinar gente» en una carta que envió a las Naciones Unidas.
Extraños días estos, en los que la Derecha corrupta sindical y la Izquierda antidemocrática se unen para apoyar a los que durante una década vaciaron la República y hasta construyeron puentes que se derrumban como castillos de naipes.
A los presidentes se los pone y se los saca con los votos. Los «revolucionarios» de cartón que ayer querían «la patria socialista» y hoy no logran ni siquiera arrimarse al podio final de una Elección no pueden ser los dueños de nuestras libertades, los que cortan nuestras rutas y calles a su antojo, impidiendo que los que trabajan de verdad puedan llegar a sus fábricas y empleos. Al derecho a la huelga se contrapone el derecho a circular libremente. Hace años que hay gente que vive de eso: de lo que le pagan por acarrearlos como ganado a protestar aunque en muchos casos ni sepan por qué.
El país no se arregla con paros, piquetes y marchas fogoneados desde las burocracias sindicales con dinero sucio. Es hora de terminar con este círculo vicioso que nos ahoga desde hace décadas.
Las mafias que están quedando al descubierto por estos tiempos están preocupadas y no precisamente por el precio de las tarifas. Hay algunos a los que sólo la gloria de un utópico regreso puede salvarlos de la cárcel.
Hace más de 70 años que nos retorcemos en nuestra agonía, repitiendo los mismos errores. Y los responsables del hundimiento tienen nombre y apellido, por más que se reciclen en cada acto eleccionario cambiando sus siglas y partidos. Sólo un avance serio, valiente y sin distinciones por parte de la Justicia puede cambiar nuestro destino para siempre.
La corrupción que escandaliza al país es la misma que vemos desfilar frente a nuestros ojos en nuestra ciudad, donde los mendigos se hicieron millonarios, como en la película, pero sin gracia.