Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Juan Carlos Torres es conocido por haber estado al frente de un negocio de reparación de artículos electrónicos durante varios años, y desde hace tiempo, maneja un comercio de venta de motos en la avenida San Martín. «Ahora con la parte electrónica están mis hijos- nos dice-. Todos los aparatos vienen con piezas cada vez más chiquitas. Llegó un momento que había que trabajar con lentes y con una lupa… Hasta que te ponías los anteojos y agarrabas la lupa, se hacían las cuatro de la tarde y yo tenía un dolor de cabeza… Así que lo dejé. Me salió la oportunidad de vender el plan de ahorro de las motos y me hice concesionario oficial».
Nacido el 10 de agosto de 1948, en Wilde, lo trajeron a Florencio Varela cuando tenía meses, por lo cual es un vecino por adopción.
Más allá de su actividad comercial, Juan Carlos fue además, uno de los fundadores del primer canal de cable de nuestra ciudad, en la década del 80. Además, creó el club «Unión Varelense», donde jugaban sus hijos Alejandro y Marcelo, que presidió durante varios años. En su gestión, se armaron las canchas, se alambró el predio y se progresó notablemente. «Tuvimos que poner el hombro, hacer todo a pulmón», dijo sobre esa etapa de su vida. Tiene cinco nietos y varias cosas para contarnos.
-¿Qué recuerda de sus padres?
-Mi viejo fue empleado en algunas fábricas, entre ellas Orbea. Era un tipo laburador, que se iba temprano a la mañana y volvía a la noche. Mi mamá era ama de casa. Una persona de campo, muy limpia, que no iba a ningún lado, muy de su casa. Cocinaba de todo… Hacía pastas caseras y también había animales que se podían utilizar. Pollos, patos, conejos…
-¿Dónde vivía?
- Atrás de la Municipalidad, en Chacabuco al 400. Era un barrio muy descampado, una zona de quintas. Mi casa fue la primera en la manzana. Y mi viejo la fue haciendo de a poco, como se hacía antes, trabajando los fines de semana.
-¿Con quiénes jugaba?
-En el barrio no había muchos chicos. Algunos se juntaban en la esquina pero eran todos timberos, y yo no iba con eso, mis amigos los fui haciendo afuera. El más amigo de la infancia que yo tenía era Fiorini. En una época se hicieron canchas de fútbol y se armaban partidos con gente que venía de otros lados. Ahí sí jugábamos siempre…
-¿Cómo era su casa?
-Era una casa de campo, de gente de buenas costumbres. Teníamos un gallinero y una quinta, en un predio donde se plantaba un poco de todo.
-¿Quién hacía la quinta?
-La hacíamos entre mi vieja y yo.
-¿Conoció a sus abuelos?
-A los cuatro. Todos fueron longevos. Una murió a los 96 años, los otros con más de 80. Los abuelos por parte de mi papá eran españoles, y los de mi mamá, italianos. Todos fueron laburadores que vinieron a Argentina a trabajar.
-¿A alguno de ellos lo recuerda de una manera especial?
-Del que más recuerdos tengo es del padre de mi papá, José, un catalán que era un tipo muy tranquilo, me enseñaba muchas cosas y trataba de darme consejos sanos. Nos veíamos los fines de semana, o cada tanto, porque vivía en Avellaneda. Y en esos tiempos para llegar hasta ahí eran dos horas de ida y dos horas de vuelta. Ese abuelo también tenía su quinta.
-¿En qué viajaba hasta Avellaneda?
-Íbamos a Quilmes con El Halcón, y de ahí agarrábamos el tranvía que iba por Mitre…
-¿Cómo era el Florencio Varela de su infancia?
-Un lugar muy tranquilo. Entre los comercios estaban la Tienda Los Angeles, El Morenito, el bazar de Tomaghello. Eran esas dos o tres cuadras y después, no había nada… La entrada de la Avenida San Martín estaba llena de árboles que armaban una especie de túnel, hasta que un intendente los cortó y les vendió la leña a las panaderías…
-¿Iba al Arroyo de Las Piedras?
-Al Arroyo íbamos una o dos veces por año, por ejemplo con una excursión de la escuela. No era algo de ir todos los días.
-¿Presenció alguna carrera de «las Mil Millas» en nuestra ciudad?
-Ví alguna cuando era chiquito. Corrían Fangio, los Hermanos Gálvez… Los coches salían del Automóvil Club de Avellaneda, iban derecho por Avenida Mitre, pasaban por Varela, iban a la Ruta 6, y se iban para General Belgrano… Se juntaba mucha gente, ya desde el Cruce, parados a los costados, para verlos.
-¿Tenían alguna otra diversión en ese entonces?
- Las Kermeses que se hacían detrás de la Iglesia San Juan Bautista, donde había juegos de tumbar latas, o tirarle pelotas a un muñeco que se armaba con un overol lleno de pasto… Y casi todos los domingos había carreras de bicicletas, en las que entre otros, corría Lopecito. Salían de la Plaza, iban hasta Bourel, de ahí hasta Rivadavia o Moreno, a veces pasaban por Monteagudo, y volvían a la Plaza, donde también estaba la llegada. En esa época no había mucho tránsito, no pasaba nada, pero igual lo cortaban.
-¿Dónde estudió?
-La primaria la hice en la Escuela 1. Entre mis compañeros me acuerdo del Pájaro Fernández.
-¿Era de faltar?
-No… Yo no faltaba nunca. Porque si faltaba, me aburría en mi casa, así que no tenía sentido. Era un alumno regular, pero me gustaba ir. Y colaborar en todo, por ejemplo, ayudaba a limpiar un salón, cosas así. Antes la vida era más tranquila. Solo laburo, y no había tiempo para la joda. La secundaria la hice en el Mosconi, de Quilmes. Ahí íbamos unos cuantos de Varela. A mí a los trece años se me acabó todo. Estudiaba afuera de Varela y tenía que trabajar. Mi viejo no me podía costear todo.
-¿Cuál fue ese primer trabajo?
-En la Feria. Arranqué vendiendo virulana, que compraba en el mayorista. De a poco fui creciendo, vendiendo más artículos de limpieza y tuve mi propio puesto. Eso me daba una buena entrada. Yo estudiaba y necesitaba esa plata porque tenía que viajar mucho. Mi viejo, que trabajaba en Orbea, se había comprado una camioneta vieja, chiquita, y antes de entrar al trabajo me llevaba a la Feria. Y cuando salía, me iba a buscar. Era todo sacrificio…
-Después puso su primer comercio…
-Sí. A los 25 años. Y seguí toda mi vida en eso.
El primer local fue en la Galería del Correo, cuando inauguró, en la calle Monteagudo. Era un negocio de reparación de electrodomésticos. Porque me había recibido de Técnico Mecánico y Electrónico. Después de la secundaria en Quilmes, estudié electrónica en Capital. Estuve en el Otto Krause. Más tarde me vine a la Avenida San Martín en la esquina de la Comisaría, donde estaba la famosa bicicletería de Quique, un lugar que me alquiló D´Elia y que me permitió remodelar. Hasta que pude comprar este local donde ahora estamos. También trabajé en Techint, como supervisor de mantenimiento. En esa época estudié Construcción y me faltaron pocas materias para recibirme de maestro mayor de obras. La de Techint fue una etapa buena. Pero había que hacer muchos kilómetros por día, hasta Punta Lara. Y cambiaba permanentemente de horario. Era bastante sacrificado.
-¿Iba a bailar en su juventud?
-Sí. Al Club Nahuel, cuando estaban los Iula. Yo colaboraba con ellos. Uno era Presidente y otro era Vice. En el club, donde estaba el tinglado grande, había un escenario y una cancha de básquet, con un camino de entrada que serpenteaba, y para los carnavales venían orquestas de todo tipo. Típicas, folklóricas, de todo… Se armaban lindos bailes, a los que iba mucha gente y muchas familias. Y se llenaba. Venía gente de todos lados, y el ambiente era tranquilo. Y si no, a veces había algún baile en el Varela Júnior. Acá no había otros lugares, no había boliches.
-¿Tenía o tiene algún pasatiempo, como pescar?
-Durante un tiempo me gustaba ir a pescar. Inclusive en Techint se hacían muchos torneos y participé en varios de ellos. Pero por recomendación médica empecé a nadar. Y después hice el curso de buceo. Fui a Puerto Madryn y cuando buceaba y le daba de comer abajo del agua a los peces, que te sacaban la almeja de la mano con una suavidad increíble, no pude volver a pescar.
-¿Cómo fue lo del canal de televisión por cable que fundó?
-Eso fue traumático.
-Pero fue histórico también…
-Sí. Fue histórico. Pero se empezó con pocos recursos y los que empezaron conmigo resulta que se comían los chicos crudos pero cuando llegó la hora que ya estaba todo armado, no había fondos, y los primeros cables que se colocaban tenía que ponerlos yo. Porque para ellos era una inversión y no tenían nada que ver con la parte técnica.
-¿Quiénes eran sus socios?
-Efraín González y Castelao, que trabajaba en la Renault. Nos instalamos en la calle Rivadavia. Teníamos el Canal 6 y la radio. Después se sumó Roberto Di Chiara, y cuando se fue, le compró la parte Quagliata, que terminó quedándose con todo.
-¿Qué emitían?
-Había varios programas. «Actualidad política», que conducía Ramón Suárez… Estaba también Cacho Baró … Dábamos cosas de «Sucesos argentinos» que traía Di Chiara… Gabriel Martell hacía un show de modas. Y hasta hizo algunos programas Luis Pedro Toni. Pasábamos muchas películas, que alquilábamos en el Centro e íbamos a buscar en moto a la mañana y devolvíamos a la tarde.
-Y no terminó bien…
-Ni económicamente ni físicamente. Tuve problemas de hernia, tenía que subirme a los palos, porque no había quién lo hiciera. Estábamos en el baile y alguien tenía que bailar… El canal no me dio nada y me sacó todo.
-¿Está contento con su vida?
-Tranquilo, y estoy buscando la mayor tranquilidad posible. Mis hijos trabajan, mis nietos estudian, así que está todo bien.
-¿Cree en Dios?
-No creo ni en la religión ni en la política.
-¿Algo que le hayan enseñado sus padres?
-A ser lo más honesto posible, y laburar. Y lo hice toda mi vida.
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