Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Hija de italianos, María Francisca Brighina nació el 27 de marzo de 1928 en la calle Vélez Sársfield de nuestra ciudad, en una vieja casa que era de los Massone- «una familia rica de la Capital», nos dice- y que sus padres, curiosamente llamados Felipe y Felipa, ambos oriundos de Catania, Sicilia, cuidaban. Próxima a cumplir 92 años, nos recibió en su domicilio, sobre la calle Pedro Bourel, bastante cercano al de su primera infancia. Es viuda de Emilio Zamparo, otro italiano, pero de Udine, tiene dos hijas –Norma y Carmen-, cinco nietos y 10 bisnietos, aunque pronto serán once, porque una de sus nietas está embarazada. «Recuerdo cuando íbamos cerca del Cementerio, a la quinta de Repetto, a juntar chauchas, tomates y arvejas», nos cuenta, y agrega: «por ahí estaba la familia Mantova. Doña Rosa Mantova terminó siendo mi madrina, por una costumbre que traía mi mamá de su pueblo de Italia, que cuando alguien nacía, la batita que se usaba en el nacimiento la lavaban y la señora que la lavaba era la madrina».
-¿Cómo fue su infancia?
-El barrio era lindo y tranquilo. Eramos cinco hermanos y jugábamos con ellos. Yo tenía una muñequita que la cuidaba mucho porque me la había regalado mi padrino, Felipe Giustolissi, que era tío de mi mamá. Mis padres eran muy buenos. Nos retaban cuando nos portábamos mal, pero eran muy buenos. Mi papá una vez se cayó cuando estaba podando un árbol de damascos en la casa… Se le quebró la rama y se cayó, y se rompió la columna. Tuvo que operarse y después quedó bien.
-¿De qué trabajaba él?
-Vendía verduras. Con mis hermanos cosechaban acelga, coliflor, lechuga, y las vendían con una canasta.
-¿Y su madre como era?
-Muy buena. Cocinaba pastas… Fideos amasados, pan, en un horno de barro. Nos habíamos mudado a un chalet de la cale Pedro Bourel, en un chalet que era de Cordero. Más tarde mi padrino le regaló a mi mamá el terreno en el que hicieron la nueva casa y fuimos a vivir ahí.
-¿Su madre hacía mermeladas?
-Hacía mermeladas de todo. De duraznos, de hijos, de tomates. Y también hacía conservas de tomates, para vender. Hacía panes y los ponía en unos tarros.
-¿Cómo era eso?
-Cocinaba los tomates, los pasaba por la zaranda, quedaba todo ese líquido, los ponía a secarse al sol, y los amasaba con aceite y los metía en los tarros. Mi papá tenía un carrito y como cuidaba coches en un hotel que había en el Cruce llevaba esos tarros de conserva y los vendía.
-¿También tenían animales?
-Sí. Gallinas, conejos, patos… Mi mamá hacía licor, con menta, y ponía las hojas dentro del alcohol. Una vez yo agarré todas esas hojas y se las tiré a los patos. Al rato, estaban todos tirados en el suelo, muertos… Por tanto alcohol. Era un desparramo de patos.
-¿A qué escuela fue?
-A la Escuela 11. Mis maestras fueron Lidia Selaya, Dorlisa Palacios, Berta Valdomir, Rosita Valdomir…
-¿Y quiénes eran sus compañeros?
-Entre otros, Alicia Villar, Teresita Alasí, que después se fue a vivir a la Capital, Alicia Palacios…
-¿Le gustaba la Escuela?
-Sí, pero era muy cabeza dura. No me entraban las cosas. Fui solo hasta tercer grado, porque después se enfermó mi mamá y yo tenía que cuidarla y ayudarla, hacerme cargo de la casa, hacer las cosas, ayudar a mi papá…
-¿Qué negocios había en aquellos tiempos?
-Del almacén de Pedro Pagani, que estaba en la esquina de Moreno y Avenida San Martín. Ahí mi papá iba a jugar a las cartas. También, la panadería Santa Rita, sobre la Avenida San Martín, cerca del Banco, y el almacén de Orlando Angarola, que vino de la zona de Cinco Esquinas… Era un lindo negocio, tenía de todo.
-¿Iba a bailar cuando era jovencita?
-Noooo… Mi mamá me acompañaba al baile, pero no bailaba.
-¿Y a qué iba?
-Para mirar, para pasar el rato. Mi papá le decía a mi mamá, «acompañala al baile a mirar»…
-¿Dónde se hacían los bailes?
-En Defensa y Justicia. Venían varias orquestas, como la de Feliciano Brunelli.
-¿Quiénes eran sus amigas?
-Concepción Beltrán, Luisa Piccinini, Elisa Sperandío, Buri De Rosa y Nélida De Rosa, que era la más grande de las hermanas.
-¿Cómo conoció a su marido?
-Cuando llegó de Italia, él venía a mi casa a conversar con mis hermanos. Vivía acá, al lado, y su mamá se hizo amiga de la mía, porque las dos iban a misa. Entonces ella le comentó que tenía un hijo, y lo invitaron a mi casa. Nos hicieron gancho… Vino y nos pusimos a hablar. Después empezó el noviazgo, pero yo no salía a caminar ni nada con él. Estábamos siempre en casa. Fue cuando ya se había muerto mi papá. Yo tenía 28 años. Un año más tarde nos casamos.
-¿En qué trabajaba él?
-Trabajaba como zinguero en Fabril Financiera, de Bernal. Era un muchacho muy trabajador, no faltaba nunca. Siempre nos llevamos muy bien, nunca nos peleamos.
-¿Conoció a alguno de sus abuelos?
-No,. No tuve esa suerte.
-Pero se acuerda mucho de su padrino…
-Sí. Era muy especial. Vivía en Capital y venía a visitarnos todas las semanas. Siempre nos traía cosas. Todos los meses me regalaba un par de zapatos. Yo nunca anduve en zapatillas, siempre con zapatos. Y para la comunión me llevó a hacer un vestido a Buenos Aires. También me regaló una casa para que viviera ahí cuando me casara. Ahí ahora vive uno de mis nietos.
-¿Contenta con la vida?
-Sí. Estuve en casa cuidando a mis hijas y a mis nietos, que son todos muy buenos y me quieren mucho.
-¿Qué le pediría a Dios?
-A Dios le pido lo mejor… Yo todas las noches, cuando me acuesto, rezo para todos, mis hijas, que son un amor, y para mis nietos y bisnietos.
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