Por Leonardo Abrahan
Una vez más el corazón aguantó otro momento inigualable y eterno que
nos regaló Defensa y Justicia a todos sus hinchas; el Tito Tomaghello
testigo del primer partido del Halcón contra el Santos de “Pelé”,
conjunto de los fuertes de Brasil pisando la alfombra verde en una
tarde maravillosa, calurosa y perpetua en el recuerdo del
acontecimiento futbolístico más importante de la pequeña y bella
historia de nuestro querido “Defe”.
Latió fuerte el corazón, se erizó la piel, cayeron las lágrimas, bajo
un estadio repleto, colorido de verde amarillo, globos gigantes,
familias enteras vestidas para una fiesta de lujo, remeras de todas
las épocas, de todas las categorías por la que pasó el Halcón,
recorriendo y dejando la huella, saltando todos los obstáculos,
visitando todas las canchas argentinas, ascendiendo, construyendo una
mística, emerger después de los golpes, construir epopeyas. El inmenso
ascenso a la máxima categoría el 14 de mayo del 2014, otro cimiento
para un nuevo despegue para seguir volando alto, a otras dimensiones,
abrazado a los sueños, persiguiendo estas realidades.
Todo el tiempo te va sorprendiendo Defensa, construir línea de juego,
un crecimiento prolijo en lo Institucional y futbolístico; desarmarse
y volver a construirse para seguir por la misma senda del buen fútbol
y zambullirse en lo más profundo del fútbol argentino.
Ningún equipo con el presupuesto de Defensa y Justicia, estuvo tan
cerca de lograr un campeonato largo de la Liga local; invicto en
diecinueve fechas con 45 puntos; Boca y River fueron campeones de
campeonatos cortos con 19 fechas jugadas acumulando 43 unidades. Ganar
en la Bombonera, en la cancha de Independiente y a River en el
Monumental a días de haber logrado la Libertadores contra Boca en
Madrid. Defensa lo hizo. Y tantas cosas que dejó ese plantel enorme
dirigido por Sebastián Beccacece.
Aquella campaña inolvidable que nos obsequió este regalo máximo de ser
parte en la zona de grupo de la Copa Libertadores de América. Una
sensación maravillosa, hermosa…
Todavía queda la satisfacción y el recuerdo latente de aquella primera
Copa Internacional como la Sudamericana, también con un grande como el
San Pablo y su eliminación en el mismísimo Morumbí con el gol eterno
de Gonzalo Castellani, como aquel de Miralles y como tantos otros en
el cofre de la felicidad…
Una vez más Varela se vistió de fiesta, otra fecha para guardar: 3 de
marzo del 2020, una tarde calurosa, una cancha cada vez más linda y
repleta; abuelos, familias, niños, hasta un bebé de meses del brazo de
su madre, que pude ser testigo, soñando en la popular como todos los
que estaban soñando, saltando, llorando y alentando en la tribuna.
Otro acierto más de la dirigencia del Halcón en poner las entradas
baratas (100 popular 300 plateas) para que todo el humilde pueblo
varelense disfrute el partido Internancional más importante de nuestra
historia.
Un arco colorido en el ingreso a la cancha, la pelota oficial
esperando en una plataforma, los árbitros liderando la hilera paralela
de los planteles de Defensa y Justicia y Santos, desfilando hasta el
centro del campo y a la profundidad y emoción de todos los hinchas del
Halcón acariciados por otra nueva y grande historia. Fue derrota 2 a
1, Defensa iba ganando 1 a 0 con gol del gran defensor Juan Rodríguez,
el grito llegó a los cielos, los abrazos fueron perpetuos, el
resultado final no dejó que la fiesta fuera completa.
La salida con la marea de hinchas, camisetas verdes amarillas, algunos
todavía lamentándose por la derrota y algunos, como el que escribe,
con la satisfacción de haber asistido al acontecimiento más importante
de este humilde y gigante club, junto a mi hijo Tomás. Emoción pura
ante un momento eterno.