EDITORIAL

El compañero Gildo



Editorial » 01/02/2021

Hay silencios que aturden. Ni el presidente de la Nación, ni la abogada exitosa, ni las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, ni la Comisión por la Memoria, ni el ex juez Zaffaroni, ni los colectivos de actrices que tanto se indignan con algunos temas pero cierran la boca cuando los involucrados tienen su mismo color político se refirieron a los abusos de poder que ocurren en Formosa. Tampoco Victoria Donda, otra progre de cartón, cuya verdadera cara quedó al descubierto al revelarse como «negreaba» a su empleada doméstica. Ninguno de los supuestos «defensores de los Derechos Humanos» dijo ni media palabra sobre la mujer que perdió su embarazo por estar encerrada compulsivamente en uno de los centros irregulares de detención que el dictador Gildo Insfrán instaló con el pretexto de luchar contra el COVID. Ninguno hizo mención al atropello que miembros de la colectividad wichi de esa provincia sufrieron al ser encarcelados por las fuerzas represivas del Señor Feudal que se adueñó de ese territorio desde hace más de un cuarto de siglo. Ninguno se indignó al ver a cientos de formoseños durmiendo en la calle, impedidos de retornar a sus casas por una resolución que nada tiene que ver con una Democracia. Ninguno de los que gritaban «Macri basura vos sos la Dictadura» o sindican a los convictos por corrupción como «presos políticos» levantó su voz por la arbitraria detención en aquella provincia, de dos concejalas que ejercían su derecho a la protesta, ejercida por una policía que recuerda las épocas más oscuras de nuestro país. Tampoco leímos o vimos esta noticia en los muchos medios que son bancados por el Gobierno, y con nuestra plata.
Lejos de eso, Alberto Fernández fue a Formosa a abrazarse con Insfrán y definirlo como «un gran político y un gran ser humano». También dijo el mandatario que Gildo tiene «una obsesión por que los formoseños vivan mejor». Y hasta agregó que «con Gildo iban a poner de pie a Formosa». Todo eso en uno de los territorios más pobres y marginados del país, ejemplo clarísimo del fracaso del populismo berreta que lo administra desde hace décadas.
El gobernador, que ocupó diferentes puestos públicos desde 1983, modificó la constitución provincial para perpetuarse en su cargo y ejerce en los hechos una «suma del poder» desde hace más de 25 años, basado en un sistema clientelista y sobreviviendo a varias denuncias por corrupción, de las cuales la más famosa fue el pago hecho a una empresa privada, ligada al ex vicepresidente Boudou, para que interviniera en la renegociación de la deuda que Formosa mantenía con el Estado Nacional. No fue la única: hace algún tiempo, una investigación televisiva mostró cómo se retenían los DNI en épocas de Elecciones y cómo centenares de paraguayos cruzaban la frontera para «votar por Gildo».
Las condiciones infrahumanas en las que Insfrán encierra a los posibles portadores de COVID –y aún a quienes dieron negativo en sus hisopados- fue denunciada por algunas de sus víctimas, que empezaron a perderle el miedo, y también fueron señaladas por la Iglesia formoseña. Organismos internacionales también posaron la lupa sobre lo que pasa en aquella provincia donde los derechos fundamentales son avasallados a diario.
Pero la hipocresía de los que hoy nos gobiernan tiene una consistencia a toda prueba. Ya lo decía y muy claramente el General Perón: «al amigo, todo. Al enemigo, ni justicia». Imposible encontrar una declaración de principios más contundente.


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