Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
La imagen de Alberto Fernández intentando atajar penales despatarrado en la arena es toda una metáfora de su gobierno.
Mientras Corrientes arde por el fuego en medio de la inoperancia estatal, el presidente se divierte y ni siquiera se acerca al lugar del desastre. Pero sí tuvo tiempo para viajar a Barbados, preocupado por la «situación climática». Nada nuevo si recordamos que en plena cuarentena, estaba de fiesta en Olivos mientras nos tenían encerrados sin poder reunirnos con nuestros seres queridos.
Para colmo, la apabullante colecta encarada por el influencer Santi Maratea, que juntó más de 100 millones de pesos en sólo 20 horas para ayudar a la provincia incendiada, puso en evidencia –una vez más- la absoluta inutilidad de un Ministro de Ambiente de curriculum inexistente para el puesto, que desoyó los pedidos del gobierno correntino, que venía solicitando aviones hidrantes desde hacía meses.
El fracaso del Gobierno en todos los frentes es indisimulable. Pero lo peor no es su total incapacidad para resolver temas como la inflación –más de 105 por ciento en los dos primeros años de Fernández- , la desvalorización del peso, la inseguridad y el avance del narcotráfico o el creciente éxodo de argentinos que eligen irse de un país que no parece ofrecerles nada, sino su inhabilidad moral. Resulta patético ver el video del Presidente declarando en Tribunales en una de las causas contra Cristina Kirchner, contradiciendo lo que decía hace sólo hace un par de años. Tan patético como verlo a los gritos en un acto festejando la «victoria» después de una escandalosa derrota en todo el país, o escuchar sus discursos defendiendo los Derechos Humanos mientras se alinea sin ningún reparo con las dictaduras más nefastas.
Pero nada tiene que asombrarnos. Es el Gobierno de la parejita Nac & Pop que conduce el PAMI veraneando en el Caribe y dejando acéfalo al organismo, el de los «vacunados VIP», el de los ministros de Seguridad de Nación y Provincia peleándose mientras los criminales imponen su ley en las calles, el que promueve una marcha para que «se vayan» los jueces de la Corte, quiere la libertad de la condenada por corrupción Milagro Sala y tiene a millones de argentinos cautivos de la incertidumbre por su propias, salvajes internas.
Con camisa, pantalón sport y mocasines, y mientras el país arde, Alberto se revolcaba en la arena, sin poder atajar ni siquiera un penal. ¿Qué otra cosa podía esperarse?