Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Los argentinos parecemos atrapados en la película «El Día de la Marmota», como si el destino se ensañara con nosotros, haciéndonos vivir –padecer, en realidad- circularmente las mismas penurias.
Los argentinos parecemos atrapados en la película «El Día de la Marmota», como si el destino se ensañara con nosotros, haciéndonos vivir –padecer, en realidad- circularmente las mismas penurias.
Cada mañana nos toca despertarnos con una nueva maniobra de Cristina Kirchner para intentar zafar de sus causas penales y despojar a la Justicia del rol que le otorga la Constitución Nacional. Desde partir su bloque en el Senado para conseguir una butaca más en el Consejo de la Magistratura, el organismo que nombra y sanciona a los jueces, acatando un fallo de la Corte al que sólo horas antes desconocía, hasta buscar ampliar en número de miembros al tribunal supremo que hace 16 años ella misma logró reducir a su actual conformación. Todo vale en busca de la impunidad, mientras se amontonan testimonios y demás pruebas que la comprometen seriamente y que hacen pensar cuál sería su destino si en el país las leyes se aplicaran como corresponde.
Pero las volteretas son cosa de todos los días en el rejunte que nos gobierna desde hace más de dos años. El mismo Alberto Fernández que en 2013 decía «Si CFK no entiende por qué la Corte es un ‘contrapoder’ deberíamos averiguar quién la aprobó en Derecho Constitucional», respondiendo a un discurso en el que su ahora Vicepresidenta atacó a la Corte y hablaba de «democratizar» a la Justicia, es el que hoy se suma a la escalada contra la máxima instancia judicial del país, obligándonos a preguntarnos quién fue el profesor que le dio a él su título de abogado.
Y mientras el Gobierno se empeña en conseguir el blanqueo de las causas contra Cristina, el país sigue a la deriva. Con la inflación mensual más alta de los últimos veinte años y la negativa permanente a cortar con el derroche de la política, sus jubilaciones de privilegio –la nac y pop Cristina se lleva más de 3 millones por mes- sus cientos de asesores y sus miles de ñoquis viviendo de un Estado que ya no tiene de dónde sacar más dinero. Y con la creación de nuevos impuestos como única «solución».
Completando el panorama de degradación, el municipio de Morón reparte folletos enseñando a drogarse con cocaína «de a poquito», cuando aún está fresco el video de otro intendente K, Mario Ishii, comentando que sus ambulancieros «reparten falopa» por las calles de su municipio, recibiendo a cambio el constante acompañamiento del presidente Fernández, que se lo llevó de gira y lo llena de elogios cada vez que puede, del mismo modo que describió como un «gremialista ejemplar» al patotero Moyano.
Repitiendo los mismos errores, gobernados por la misma gente, tropezando una y mil veces con la misma piedra, igualando para abajo, pulverizando el mérito y destrozando cada uno de los valores que en algún momento nos pusieron al tope del Mundo, Argentina se convirtió desde hace años en un país de locos. El país de la Marmota.