Mirta Stephan



Entrevistas » 01/07/2022

Cuando vamos con ella a la Plaza y le pedimos que pose para una foto, automáticamente se para como una bailarina. Es que el romance de la profesora Mirta Stephan con la danza ya lleva más de medio siglo.

Cuando vamos con ella a la Plaza y le pedimos que pose para una foto, automáticamente se para como una bailarina. Es que el romance de la profesora Mirta Stephan con la danza ya lleva más de medio siglo. Nacida el 31 de octubre de 1945 -»el Día de las Brujas», según dice-, en General Belgrano, está casada con Juan Carlos Calegari, con quien tiene seis hijos (Gustavo, Javier, Andrea, Germán, Cristian y Rodrigo), 14 nietos y una bisnieta, y llegó a Florencio Varela con sus padres, Enrique Stephan y Chela Berardo Pacheco, cuando tenía dos años y su hermano Carlos, seis meses, porque su padre quería ingresar al Instituto Juan Vucetich, lo que no logró. Su hermana Nany, que actualmente reside en España, nació en nuestra ciudad. Es egresada como profesora de Danzas Clásicas de la Escuela Nacional de Danzas y de Folklore, Zapateo Americano y Danzas Españolas, del Estudio de Hugo De Bruna. También, estuvo a cargo de la Colonia de Vacaciones de los chicos del Sindicato de Trabajadores Municipales local. De sus cuatro abuelos, sólo conoció a Teresa, la madre de su papá. «Era una abuelita de cuento, con sus anteojitos redonditos y su rodetito», recuerda.

-¿Qué nos puede contar de su infancia?
- Hice el Jardín de Infantes en el Sagrado Corazón y la primaria, parte en el Sagrado y parte en la Escuela 11, con la señora Oca de Directora, que vivía en el primer piso de la escuela. Entre mis compañeros estaban mi gran amiga Marta González y Nora Zapico, que el padre tenía una farmacia enfrente de la Estación. Me acuerdo cuando mamá nos hacía los trajes y nos llevaba a los bailes de disfraces para chicos que se hacían en el Ateneo de la Juventud. Y a los 9 años yo ya estaba arriba de un escenario. A mamá la enloquecía la danza, de jovencita iba a ver los espectáculos en General Belgrano conmigo en la panza, y bailando con papá, ganaron varios concursos de tango.
-¿Su padre trabajaba en una imprenta?
-En realidad papá sabía de panadería y de imprenta. El abuelo, si no traía plata no lo dejaba entrar a la casa. Así que aprendió los dos oficios. Mis tíos tenían el diario El Imparcial en General Belgrano. Acá en Varela papá trabajó muchos años en la imprenta de Pablo Sosa. Y mucho tiempo después tuvo una imprenta con mi hermano en el Cruce.
-Y su madre tenía una sastrería…
-Mi mamá con la sastrería nos hacía la ropa, cosía, para amigos y familia. Después le dijeron por qué no empezaba a alquilar, y arrancó. También tuvimos la primera Guardería de Varela, que se llamaba «Los Siete Enanitos», y que empezó justamente con siete chicos. Eran Marcelo Carril, Ruben Maldonado, los hermanos Rubbo, Marcela Izaguirre, una nena de apellido Mosquera… y Julio Alvarez. Esa guardería estaba en la calle Vélez Sarsfield, donde ahora está la Federación de Jubilados, en la esquina de Cadabón, y llegó a tener 60 chicos.
-¿Cómo era aquel Florencio Varela?
-Íbamos y veníamos a la escuela solos, sin ningún miedo… Mis padres eran trabajadores, vinieron sin nada prácticamente, e hicieron mucho por nosotros. Papá nos llevaba a la escuela en el carro con dos caballos en el que repartía el pan. A mí me daba vergüenza y me bajaba una cuadra antes.
-¿Cómo se inició en la Danza?
-A los 9 años empecé con Nora Charlón, seguí con Hugo De Bruna y Mirta Perrucci. Mi primer examen me lo tomó María Ruanova en el Club Español de Buenos Aires. En Varela estaba Robertazzi, que enseñaba en el Centro Cultural Sarmiento y era muy tradicional, y De Bruna, que era más estilizado. Mi hermana empezó danzas con Juanita Denon, que la llevaba a bailar con el padre Cardel en televisión. Una vez, como faltaba cubrir un lugar me preguntaron si me animaba a bailar vestida de varón y dije que sí. Así me empezó a gustar también el folklore. Con Hugo actuamos en Canal 7, en el programa «Estampas y Variaciones». Yo tenía unos quince años. A mi hermana la ponían de muñeca en la Navidad. Bailábamos en La Verbena, un local de la calle Lavalle, y los nenes le metían los dedos en los ojos a ver si era una muñeca de verdad. Mi hermano también bailaba, folklore y zapateo americano. Al día de hoy si le duelen los pies se pone a hacer «escobillas».

(ver nota completa en la edición de papel)

-¿Y después?
-Seguí estudiando, entré al Ballet Amancay, con Nelly Pucci, y ahí estuve muchos años. Hicimos Casino Phillips, un programa musical que iba a la noche por Canal 13 y otro que iba al mediodía en el mismo canal, con Héctor Coire, que era un show para abuelos. Hasta que me casé y dejé, y me dediqué a dar clases… Por 50 años.
-Además de la danza, ¿cómo se divertía en su juventud?
-Hacíamos los famosos «asaltos», en las casas de Teresita Perrone, la chica de Cabanchi, o lo de Marta González, arriba de la farmacia… O en lo de Inesita Gonzaez… Iban los Lambardi, Freddy Calvi… En esa época era difícil que te dejaran ir a bailar. Una vez convencí a mis padres para que me llevaran a «Montecarlo»… Y salí elegida Princesa de la Primavera. Y en La Patriótica me puse de novia con Juan Carlos. Había ido con mi mamá. Después sí, con él íbamos a Ducilo, a Belú, en la calle Rivadavia, de Quilmes, que era de Luisito Márquez… Hacía unos shows hermosos, llevaba a Los Cinco Latinos, a Osvaldo Pugliese…
-Tiene una amplia trayectoria, también en la Comuna…
-Sí. Estuve a cargo del Ballet Municipal, y daba talleres en el viejo club Defensa y Justicia, donde llegó a funcionar la Escuela Municipal de Danzas, que cerraron los militares y nunca más se abrió. También tuvimos por mucho tiempo el Conservatorio Stephan, arriba de donde ahora funciona el Consejo Escolar, y que está reconocido por la Superintendencia de Enseñanza Privada de la Nación, y tiene una sucursal en Puerto Madryn. Y la Asociación Amigos de la Danza, en la calle Alem, que duró quince años. Ahí teníamos 200 socios, profesoras como Eliana Bratok, con 80 alumnos, los Hermanos Ciarmella en canto, profesores de piano, de danzas, Pichi Fernández enseñando danzas folklóricas… Había más de diez talleres. Y entre muchas otras cosas, con mi hermana hicimos una obra que vieron más de 10.000 chicos y se llamó «El León Pepón y la Gallina Disparate», que fue hermosa. Trabajaban Daniel Antonelli y Nany. La producción la hacía yo junto a mi primo Néstor Avila.
-¿Quién fue su «personaje inolvidable»?
-Hilda Nora Charlón. Era una belleza. Y cómo bailaba. Era profesora de danzas clásicas y españolas, y tenía a todas las chicas de Varela. Con ella estaban María del Carmen Bideberripe, Gilbertito González, Normita Bianchi, mucha gente… El instituto estaba atrás de la zapatería del padre, en Monteagudo, donde ahora está la oficina de Rentas.
-¿Qué cosa le enseñaron sus padres que le quedó para siempre?
-El cumplir. Nunca dejé de atender mi trabajo, salvo por la salud de mi mamá o de mis hijos. Mi papá me enseñó a no quedarse, a que si no hay un trabajo, se busca otro… En la Pandemia me sentía nula. Y aprendí a tejer. Tejí mantas para mis nietas… Cuadradito por cuadradito.
-¿Quiénes son sus amigas?
-Berta Helver, que volvió a Varela… Elsa, la señora de Pichi Fernández, Inesita Díaz…

Su maestro Hugo De Bruna murió el año último. «Él recorrió el mundo. Y con mi hermana pasó lo mismo. Se fue a Salta con él, le salió un contrato para irse a Europa y no volvió más. Hace cinco años vino, para el casamiento de Romina, que se casó con un canario en la Iglesia de Varela. Mamá ya tenía casi 90 años y dijo «ahora que los vi a todos, me puedo ir tranquila». Cinco días después de que los chicos se fueron, mamá falleció», relata.

Inquieta y positiva, Mirta tiene una idea en mente y todo parece encaminado para llevarla a cabo. A sus setenta y pico años quiere dar un vuelco a su vida. «Me gustaría irme a vivir a España. Yo aprendí que nadie es indispensable en ningún lado. Nany allá me necesita. Yo podría administrar alguna escuela de mi sobrina Romina, o dar una clase cuando falte un profesor… Me animo…», nos cuenta entusiasmada. Y agrega: «Aprendí que los hijos no son de uno. Vienen a través de uno, y después se van y queda la casa vacía. Estoy feliz con mi vida. Estos últimos años que vivimos sirvieron para aprender muchas cosas. Hay que salir adelante, aunque cuesta mucho en este país».

 


TAMBIÉN PUEDE INTERESARTE