Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Tataranieta de Juan de la Cruz Contreras, fundador de nuestro Pueblo, Teresa Rosa Gavia nació el 16 de mayo de 1954 en Buenos Aires, pero siempre vivió en Florencio Varela.
Tataranieta de Juan de la Cruz Contreras, fundador de nuestro Pueblo, Teresa Rosa Gavia nació el 16 de mayo de 1954 en Buenos Aires, pero siempre vivió en Florencio Varela. Hija única, está casada con «Heti» Barbalán, con quien tiene tres hijos: Florencia, Augusto y Octavio. Recuerda que le tocó pasar muy malos momentos pero pudo superarlos, destacando el apoyo de la gente de la Iglesia Evangélica que lideraba el Pastor Dante Sbarbatti. «En el 91 me enfermé mucho, me asusté porque mis hijos eran chiquitos, y gracias a Dios salí adelante. Creí que iba a morirme y hasta había dejado una carta. Pero cuando vimos el resultado de la biopsia ni el médico lo podía creer. La fe mueve montañas», aseguró y agregó: «Y cuando tenía 40 años nació Octavio, que no estaba planificado, pero fue una bendición. Reviví lo que pensé que nunca más iba a hacer, los pañales, preparar los disfraces, la escuela…». Con ella, dialogamos para Mi Ciudad.
-Háblenos de su infancia…
-Mi infancia fue hermosa. Mi casa era sencilla. Nunca nos faltó nada pero tampoco nos sobró. No tenía todas las comodidades que hay ahora. Al levantarte de la cama te morías de frío. Había una estufa de querosén y una a gas, con garrafa. Y antes hacía más frío. Me acuerdo de los charcos de agua con la escarcha arriba…
-¿A qué jugaba?
- A la Mancha venenosa, al huevo podrido, a las estatuas… a Policía y Ladrón. Todo en la calle. Con los chicos del barrio, Cristina Olichwirowicz, Liliana Casal, Roberto López Leone, y unos chicos que vivían a la vuelta, que les decíamos «los Inundados», porque habían venido de Tigre, después de una inundación.
-¿De qué trabajaban sus padres?
-Mi papá era supervisor en F.I.F.A. que después fue AGFA, y mi mamá cosía, hacía vestidos de novia y de fiesta, con una habilidad que yo no heredé. Aprendió a ser modista con una señora, Lola, que vivía adonde ahora hay un edificio, en la calle San Juan. Yo era chiquita y la acompañaba. Y cuando era más grande la ayudaba, sacando el hilván, haciendo cosas así. Fui a la Escuela 1. Mis compañeros eran Josesi Alegri, Teresa Rando, que era vecina mía, Giaché, Aidita Belelli que iba a otra división…
-¿En qué escuela hizo el Secundario?
-En el Sagrado Corazón, donde pasé años inolvidables. Tuve como profesora por cinco años a Alicia Villar… Fue la mejor que tuve. Era exigente. Tenías que saber o saber. Si no estudiabas, tenías que decírselo en la puerta del salón y explicarle por qué. Si te llamaba y no sabías, te ponía un cero. También tuve a la mamá de Iván Cascardi en Castellano, al señor Oscar Minaberrigaray, a Heidi Galinovicz, que era de lujo… Mis compañeras eran Silvia Sinnona, Teresita Angelini, Liliana Marino, Cristina Fernández, Di Benedetto, Teresa Gatica… Silvia Sinnona es la madrina de mi hijo Augusto. Íbamos a bailar a «Los Locos que se divierten». Mi papá estaba en la comisión directiva. Los bailes eran al aire libre, con el rocío que cubría las mesas redondas. Venían orquestas en vivo, Palito Ortega, Leo Dan, Eddie Pequenino… Después empecé Abogacía en La Plata, pero era una época fea, estaba Cámpora, te tomaban la Facultad… Era todo muy difícil, peligroso, y tuve que dejar. Fue algo que me quedó pendiente. Entré a trabajar en Martínez y de la Fuente, con Cacho Ruiz, Orlando Lorenzo, Nelly Aguado, Marta Dorado… Y más tarde entré a F.I.F.A., donde empecé en la oficina de Depósito y llegué a Secretaria Principal de Relaciones Industriales. En el 78 me casé…
-¿Dónde conoció a Héctor?
-En La Farola, el boliche de José María Scrocchi. Estaba en Alberdi y Pte. Perón. Íbamos ahí, fuimos amigos un tiempo y después se dio. Estuvimos de novios cinco años y nos casamos.
-¿En esa época nació «Ovalo»?
-Heti puso este bar a la vuelta de donde estaba el Cine, sobre Avenida Pte. Perón, con una vidriera redonda, enfrente de los juegos. Éramos novios todavía. Ahí iba medio Varela, porque lo único que había era Ovalo y Callot. Se llenaba, y duró varios años. Nos casamos, nació Florencia y todavía estaba. Después abrió Aranjuez… La gente se fue volcando a otros lados.
-¿Cómo siguió su vida laboral?
-Cuando me fui de Agfa, con la plata compré una casa con dos locales en Bosques y pusimos una heladería, El Timón, que estaba en el Barrio Marítimo, a donde íbamos a trabajar con mi tía Negrita. Volvíamos en colectivo a la una de la mañana, y no había ningún peligro. Después tuve una zapatería en la Estación, y más tarde una inmobiliaria, al lado de Cameriere, en Avenida San Martín, con mi amiga Silvia Sinnona. A veces iba con Florencia que era chiquita y era terrible… Después nació Augusto, pusimos el primer negocio de aberturas en Solano y más tarde en la Estación de Varela. Y con el tiempo abrimos Ambar, en la calle España, con ropa de fiesta.
-¿Conoció a sus abuelos?
-A mi abuela Rosa, por parte de mi papá, y a mi abuelo Sebastián, español, por parte de mamá. Mi abuela era un personaje. Tenía un carácter especial para aquella época. Era muy empoderada, no era la típica mujer calladita. Tenía un carácter fuerte. Buena persona. Y a la mamá de mi tía, Negrita Gavia, que era divina también y en realidad era la tía de mi papá, la llamaba «Abuela Felisa». Ella era nieta de Juan de la Cruz Contreras, mi tatarabuelo.
-¿Recuerda alguna anécdota vinculada con su condición de integrante de la familia del Fundador?
-Una vez, en un acto escolar, me presentaron como la descendiente más chica de Juan de la Cruz Contreras.
-¿Cómo es la historia de «La Milagrosa de los Dolores»?
-Fue la primera imagen de la Virgen que hubo en este pueblo. Es de 1700 y pico. Negrita la tuvo muchísimos años. Y después hubo un problema con alguien a quien se la prestó y no se la quería devolver. Esa persona la tuvo nueve meses, toda sucia, arrumbada. Fuimos a ver a un abogado, porque era nuestra. A Negrita hasta la amenazaban con excomulgarla… ¡Justo a ella!. Terminamos en una reunión en Schoenstatt, con el Obispo Novak. Y se solucionó el problema. La Virgen volvió a nosotros. Yo estaba embarazada de Florencia. Y Novak me tocó la panza y me dijo «Ponele Dolores». Por la Virgen, que es la de los Siete Dolores… De ahí la imagen vino a mi casa, porque Negrita ya no quería tenerla porque esa persona le había dicho que se la iba a robar. La imagen tiene batitas de aquellos años… Las sacábamos y limpiábamos. Hasta que resolvimos dársela en custodia a la Iglesia de San Juan Bautista.
-¿Tiene alguna anécdota de Don Juan de la Cruz?
-Mi papá me contó que cuando se dieron cuenta de que estaban arruinados, Juan de la Cruz Contreras tuvo una discusión con su mujer, Magdalena, que ella agarró una bolsa con escrituras y la prendió fuego… Y él se armó un cigarrillo de chala y se fue con su hijo Martiniano a una estancia de un amigo, en Cobos. Después de varios meses regresó trayendo una manada de ovejas. También se decía que ella había tirado un montón de cosas de oro a un aljibe, que estaba en la Plaza, donde ahora hay un gimnasio… Negrita donó al Museo una lanza. Cuentan que los indios se estaban llevando una cautiva y cuando oyeron el ruido tiraron esa lanza que quedó clavada en la Casa de Tejas.
-¿De quién aprendió algo en la vida?
-De mis viejos. Sobre todo de mi papá… Chocábamos mucho con él. Cuando uno es adolescente se cree que se las sabe todas, pero después te das cuenta que tenía razón. Me enseñó que mi palabra tiene que ser como una firma. Que si das tu palabra, no hay vuelta atrás. Y me enseñó a ser lo mejor posible. A tratar de no meterme en problemas, ayudar a la gente en lo que uno pueda… Soy una agradecida de la vida. Me pasaron cosas horribles y me di cuenta de que soy más fuerte de lo que pensaba. Como dice la canción, «soy como el junco, que se dobla pero no se rompe».