Por Rocío del Carmen Hasperué
Corría el año ‘95 cuando tomé conciencia por primera vez del concepto de Remise, o «Remis» como se le dice en el conurbano bonaerense.
Corría el año ‘95 cuando tomé conciencia por primera vez del concepto de Remise, o «Remis» como se le dice en el conurbano bonaerense. El remís era el medio de transporte favorito en la era menemista. El km recorrido valía lo mismo que 1 lata de «Coca», un Kinder sorpresa y 2 alfajores «Tokke». Los Renault 19 nuevos, bordó, marcaban el status de la remisería. Estaba implícito que la agencia que tenía un Renault 19 en su repertorio era una remisería VIP. Luego estaban los populares y queridos Sendas blancos, Dunas azules y algún que otro clásico Peugeot 504 o el famoso y conurbano Renault 12.
Uno de esos autos, conducido por «Chiqui» «Micky» o «Richard» (Ya que en esa época no estaban de moda los Migueles o los Ricardos), fue testigo de mi sensibilidad musical y capacidad de contar historias enmarcadas en escenas que me regalaba la Avenida Sevilla y el
Camino General Belgrano, camino a la casa de mis tíos en Ranelagh. Esas ventanillas y la FM Hit fueron el recurso perfecto para crear una, dos, tres y más películas. Mi retina era la cámara, mi mente era el carrete. A veces dirigía películas de fantasía, musicales, atemporales; otras, videoclips. Una vez vi un accidente fatal en vivo y filmé un thriller. A veces la actriz era yo.
Recuerdo la primera vez que sentí melancolía fue durante mi rol en un drama. El soundtrack que me había tocado al azar era «Ordinary World» de Duran Duran, y la lluvia era la mejor escenografía para esa noche fría de invierno. Mi cabeza apoyada al vidrio mientras miraba de reojo al pavimento y liberaba una lágrima tan verdadera como cinematográfica. Aberturas «Rafe», Almacén «Los Mellizos» Fábrica «Zucamor». De repente mi melancolía se había transformado en nostalgia: Una sensación nueva, desconocida pero familiar al mismo tiempo. Y de repente Daisy May Queen empezó a hablar por encima del tema musical, la lluvia paró de golpe y mi madre me dijo que deje de escribir con el dedo el vidrio de la ventanilla empañada del auto. El mundo cesó ante mi lente por un segundo eterno, consciente. Y mientras perpetuaba ese momento tan aurático y efímero en el carrete, tuve una epifanía: Supe, con una fuerte convicción que brotó desde mi alma, que estaba anticipando la nostalgia del presente recordado en tiempo pasado, la nostalgia de lo no vivido aún, la nostalgia que sentiría en un futuro bastante lejano cronológicamente, pero no tan lejano dimensionalmente al recordar ese momento tan vívido.
Como hoy.