CRONICAS VARELENSES

Cine clase B



Edición Impresa » 05/10/2024

Yo quería hacer películas y mis padres me regalaron una cámara Sony igualita a esa que se
gana míster Bean en la película de sus vacaciones en Cannes.

Yo quería hacer películas y mis padres me regalaron una cámara Sony igualita a esa que se
gana míster Bean en la película de sus vacaciones en Cannes. Me acuerdo que esa película
trataba de un viaje que él hacía, no exento de humor, donde lo más importante era la idea de
viaje. En fin. Empezamos filmando con mis primos, mi hermano y mi abuelo. Con quienes antes
de filmar hacíamos reportajes radiales con el mp3. Todos los domingos íbamos a la quinta a
jugar al futbol y a comer asado. Era esperar toda la semana que llegara ese día para que mis
primos vinieran el domingo a la mañana. Antes mis primos venían los sábados, porque la tía
Stella visitaba a la abuela Haydee. (Hoy la abuela está internada y no sabemos qué pasará esta
vez). A veces mis llegaban tarde y teníamos que esperarlos. El abuelo prendía el fuego y
trataba de demorar la cosa lo más que podía. Siempre comíamos a una determinada hora.
Venía mi tío Oscarcito. Llegaba la hora del partido. Nos poníamos las camisetas que mi papá
usaba en los interpoliciales. Y a la cancha barracas. Perdíamos siempre. El abuelo se enojaba
conmigo porque sentía que yo iba a menos. En realidad, era muy pachorra. Mis pocas ganas de
correr. Siempre fui muy perezoso para los deportes. En el gimnasio de mi tía Laura solo iba
para conversar con los muchachos. Mi tío siempre era la figura. La estrella del partido. Este
terminaba y ahí venía lo que nos gustaba. Hacer los reportajes. Mi primo Joni tenía facilidad
para la charla, entonces me ayudaba como reportero. Hablaban con mayor o menor timidez
todos. Resaltaba el abuelo como el mejor entrevistado, porque nos defenestraba a todos y nos
hacía matar de risa. A veces cuando faltaba alguien como por ejemplo el místico Raúl, Joni le
imitaba la voz. Al principio al místico le divirtió. Pero luego amenazó, en otra entrevista, con
hacerle juicio, cosa que nunca terminamos de entender bien si fue en serio o fue en chiste.
Una vez mi papá me advirtió que esos encuentros que estábamos haciendo se iban a perder
poco a poco. No entendí bien lo que me quiso decir. Fue ahí que empezamos con las películas.
Hicimos un cortometraje, dos y dejamos de filmar. La cámara se rompió. Pasó el tiempo,
empezamos a leer, quise ser escritor y me di cuenta de que la prosa se iba quedando sin
argumentos, sin ideas, sin estilo, sin cualidades. Hace poco intercambiaron la quinta por una
casita en la ciudad. Mi hermano nos contó a mí y a Shirley un sueño que tuvo con el abuelo,
donde mi hermano veía que todavía él estaba ahí en la quinta, con la gente nueva. Muerto de
risa. Mi hermano lo tomó como una señal espectral. Quizás sea el momento de empezar de
nuevo. Como esa empanadería del barrio que abrió un buen día con ese nombre (Empezar de
nuevo) y cerró a los dos meses, seguramente por problemas económicos. Qué habrán hecho
después de eso, cómo habrá seguido. Donde estarán ahora, me pregunto.


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