Maria Favero



Entrevistas » 02/11/2024

En el barrio Monteverde, a pocos metros de la vieja estación de tren Provincial, en una casa cargada de recuerdos, nos recibe María Favero, una vecina que lleva más de seis décadas viviendo en nuestra ciudad. Con 83 años, sus ojos brillan con la misma vitalidad que en sus años de juventud, y nos invita a pasar a su hogar para compartir con nosotros sus memorias sobre cómo era la vida en la ciudad cuando recién llegó.

En el barrio Monteverde, a pocos metros de la vieja estación de tren Provincial, en una casa cargada de recuerdos, nos recibe María Favero, una vecina que lleva más de seis décadas viviendo en nuestra ciudad. Con 83 años, sus ojos brillan con la misma vitalidad que en sus años de juventud, y nos invita a pasar a su hogar para compartir con nosotros sus memorias sobre cómo era la vida en la ciudad cuando recién llegó. En su voz se percibe la nostalgia de un Florencio Varela más tranquilo, de calles de tierra y vecinos que se conocían por su nombre, donde el Padre Miguel Hrymacz era amigo de todos en el barrio.

-María, usted vivió en Florencio Varela por más de 60 años, pero su historia comienza mucho antes. Cuéntenos, ¿cómo fueron sus orígenes? ¿Qué recuerdos tiene de sus padres y abuelos?
-Mi abuelo Juan Breichutch era un inmigrante polaco judío que llegó a la Argentina a fines del siglo XIX, buscando mejores oportunidades. En ese momento, el país estaba en plena expansión, y la Casa Rosada, como la conocemos hoy, se encontraba en una etapa de importantes reformas durante el gobierno de Julio Argentino Roca, alrededor de 1890. Mi abuelo fue contratado para trabajar allí, haciendo muebles y otros trabajos de carpintería. Hizo la mesa larga y las veinticuatro sillas. Le tenían tanto aprecio que le construyeron un galpón dentro de los terrenos de la Casa Rosada, donde guardaba sus herramientas y pasaba la semana. Solo los fines de semana regresaba a Adrogué, que era donde vivía. Mi abuela, Catalina Eloi , era una esclava sirvienta en la Casa de Gobierno, antes de casarse con mi abuelo. Todavía existían muchas prácticas que mantenían a las personas en condiciones de servidumbre. Mi abuelo, con el tiempo, decidió comprar su libertad y se casaron. De esa unión nacieron siete hijos, entre ellos, en 1907, mi mamá Catalina.
-¿Cómo se conocieron tus padres?
-Mi padre, Luis Favero, nació en La Plata, pero iba a Adrogué a darle unos trabajos a mi abuelo que tenía su taller de herrería y carpintería. Allí, la vió a mi madre y sin pensarlo le dijo: «que linda hija tiene». Ante ese comentario, un vecino de mi abuelo le advirtió: «tenga cuidado con el polaco, no mire a sus hijas porque lo mata». Entonces mi papá hizo guardia un domingo, a la salida de la misa, y le dio una carta declarando su amor a mi mamá, y así se enamoraron a escondidas. El, con 25 años, se la llevó a ella con 16, a vivir a La Plata, escapando de mi abuelo. Allá, la familia de mi padre, eran comerciantes, y mi tío Mauricio le aconsejó que fuera ante el juez y con el solo permiso de mi abuela, al tiempo mis padres se casaron en la Catedral en 1924. Tuvieron ocho hijos, de los cuales yo soy la menor. Nací en 1941.
-¿Y cómo llegaron a Varela?
-Un 22 de diciembre de 1945, el tren se descompuso en la estación Avellaneda, entonces mi abuelo se bajó y en la Avenida Pavón, en un Kiosco compró un billete de lotería. Al otro día, se sacó la grande de Navidad. Con ese dinero, le compró una casa a cada hijo para vivir todos juntos. Allí vivimos hasta que repetí la historia familiar. A los 17 años me enamoré de mi marido Oscar Kaiser, que me llevaba diez años. Me casé con él en 1958. Para esa época Bielsa, dueños de florerías en Buenos Aires, estaba rematando unos lotes en el barrio La Esmeralda, enfrente de Mora. Recuerdo esos terrenos llenos de flores… En 1960 me hice una casa, y como no me gustó me fui a ver al rematador Martino para venderla. Y fue así que me ofreció este terreno, a una cuadra de la estación Monteverde.

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