Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Alcides Gabriel Guagnini nació el 14 de octubre de 1928, en nuestra ciudad. Campeón de tiro y de bicicleta, hoy, a los casi 84 años de edad, sigue pedaleando 30 kilómetros por día, “cuando el tiempo está bueno”, aclara, y agrega que lo hace “en el circuito de la avenida Novak”. Claro que ahí no hay ningún circuito, sino que es él quien lo “fabrica”, al utilizar la arteria de ida y de vuelta para dar rienda suelta a su pasión. Una vez, en sus años mozos, junto al recordado ciclista Oscar Trías, hizo 175 kilómetros hasta Castelli en algo más de cinco horas. “Eso sí, a la vuelta tardamos más de ocho. Entre el viento que había y lo que anduvimos el día anterior, imaginate…”, nos cuenta. Es socio vitalicio del Club Defensa y Justicia, del Club Nahuel y del Club de Pesca y Caza de F. Varela. También, del Club de Tiro de Quilmes. Casado con Delia Dewey, tienen dos hijos, Ricardo y Ruben, y seis nietos.
-Cuéntenos sobre su infancia…
-Nací en el campo, en la casa de mis abuelos, cerca de la Villa San Luis. Mi viejo trabajaba en un tambo, y mi mamá era ama de casa y lavaba ropa para algunos vecinos, porque en ese tiempo se ganaba muy poco. Juguetes no tenía… Salvo una pelota que me había regalado el hijo del estanciero para el que trabajaba mi papá.
Cuando tenía dos o tres años viví en Magdalena, porque mi viejo tenía un campo con el hermano. Ahí me pasó algo de lo que no me olvidé en mi vida. Estaba en el campo, al lado del camino, y de repente bajó una avioneta… ¡La ví y salí corriendo! A los tres años de edad, ¿qué sabía yo lo que era un avión?
Y después nos vinimos a vivir adonde ahora funciona el Museo de Hudson. La puerta de mi casa daba a la salida al monte. Eran tres piezas y una cocina.
-¿A qué escuela iba?
-A la Escuela 6, de Barrio Cortez. Había solo dos maestras para cuatro grados: la señorita Castel y la señorita Lista de Tarragó, que era también la directora. En mi grado éramos siete. Mis compañeros eran Vecchio, el Vasco Imaz, Amarelli, una japonesita de apellido Nakasone, otra chica que después fue esposa de García, el capataz de la electricidad en Varela.
-¿Cuál fue su primer trabajo?
-A los doce años carpía la tierra en las quintas, y lavábamos la verdura para hacerla paquetitos y venderla en la Feria. Con eso me compré la primera bicicleta. Cuando tenía trece años, nos mudamos a Santa Rosa, y después empecé a trabajar en el campo de frutillas que un alemán tenía donde ahora está el tanque de agua, yendo hacia La Colorada. Más tarde trabajé de peón de albañil, y aprendí a hacer de todo. Hasta hice mi casa, entera, salvo por las cañerías.
-¿Cuándo entró a la fábrica de cartuchos ORBEA?
-A los 18 años. Y estuve hasta los 60. Ahí aprendí desde a hacer cartuchos, hasta a tirar. Hacíamos concursos internos de tiro, y después se armó un equipo que representaba a la fábrica en campeonatos nacionales y zonales. Salimos terceros en Córdoba, campeones en Quilmes varias veces… Y hasta había un par de chicas que tiraban muy bien y les ganaban a los hombres. Mi compañero era Peretti. Juntos ganamos muchos torneos. Tengo más de 230 premios de tiro. El otro día me hice un cuadro con 20 medallas. Yo competí en pistola, fusil y carabina. Eso sí, nunca me gustó cazar. Lo mío era el tiro al blanco.
-¿También tiene trofeos de ciclismo?
-Unos veinte premios. Competíamos en las carreras que organizaba el Cicles Club, que tenían los Boyer y después seguimos con Trías, Songini y tantos otros. El club funcionó por años en donde estaba la peluquería de Gili, y tiempo después estuvo la imprenta de Roberto Lanzilotta.
-¿Iban a competir afuera de la ciudad?
-También. Trías tenía los suegros en Castelli, y nos avisaban cuando había carreras en la zona. Ibamos nosotros y varios más: Carballude, Genoud padre, Songini, los hermanos Horizonte, Quiroga, Félix Serra… Nos subíamos diez o quince en el camión del hermano de Maurizi, y salíamos… Una vez, en Dolores, en el autódromo de tierra, corrimos como cincuenta y solo llegamos cinco. Me dijeron que iban a darme un premio sorpresa. La sorpresa fue que todavía lo estoy esperando…
-¿A dónde iba a bailar?
-Al club Defensa y Justicia. Ahí íbamos todos juntos, los de la “barra de la bicicleta”. Y ahí conocí a mi esposa, con la que me casé en 1953. Tuve que pedirle la mano al viejo. Alto, inglés… muy buen tipo.
-¿Cómo era Varela en ese tiempo?
-Tranquila. Me iba caminando a la una de la mañana, desde la Estación hasta Santa Rosa. Había un farolito en cada cuadra, y los paraísos que hacían sombra a los costados. Pero no pasaba nada. Una sola vez me asusté, porque un hombre que estaba apoyado contra un cerco prendió un cigarro… Pero no fue más que un susto.
-¿Quiénes eran sus compañeros de ORBEA?
-Veriani, el viejo Tipol, Paco Belmonte, Nastrucci, Peretti, Forte, Guida, mi hermano Leonidas…
-¿Fue fundador del Club de Pesca y Caza de Varela?
-Sí, y carnet número 98. El que me convocó fue Pecovich, que tenía un negocio de camping. Ibamos a pescar al Río Salado y a la Laguna de Guaminí en el colectivo de Zucarino. El club todavía tiene una mesa y una vitrina de aquella época.
-¿A quién considera su mejor amigo?
-A Carlos Maurizi.
-¿Está contento con su vida?
-Sí, a pesar de los problemas que tuve, y que ya superé.
-¿Qué le diría a Dios si lo tuviera enfrente?
-Que me ayude como me ayudó hasta ahora.
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