Nacida el 28 de abril de 1941 en la ciudad de Buenos Aires, vive en la calle Lavalle, de F. Varela, desde 1976, cuando se mudó a este pueblo con su marido y compañero de toda la vida, el recordado “Negro” Romeo Rosselli. Con él, tuvo tres hijos: Fernanda, Sergio –lamentablemente fallecido- y Paula, y tiene dos inquietos y adorables nietos: Facundo y Nehuel. Fue la redactora principal del proyecto que declaró monumento histórico provincial a la Capilla de los Escoceses, y una de las impulsoras de la Asociación de padres y amigos del limitado visual (APALIV), que logró la puesta en marcha de la Escuela para ciegos y disminuidos visuales Nº 507, que atiende a chicos de F. Varela, Quilmes y Berazategui, publicó el libro “F. Varela, pueblo mío” y dirige la revista “Palabras con Historia”. Es una profesional seria y responsable, y su notable capacidad sólo es comparable a su inmensa humildad.
Solidaria y siempre abierta a dar su aporte a esta comunidad a la que también ayudó a progresar, dialogó con Mi Ciudad durante una cálida tarde de enero.
-Hablemos de su infancia…
-Nací el 28 de abril, pero mi papá me anotó el 29. En esa época había tres días hábiles para anotar a los recién nacidos, y mi papá contó mal y le dijeron que si me anotaba tarde iba a tener que pagar una multa. Así que, de amarrete, prefirió cambiar la fecha y dijo que nací el 29. El era docente, profesor de Educación Física y después fue escribano. En mi casa había una biblioteca muy grande y todavía tengo una colección de libros suyos. Era un investigador del tema olímpico, le apasionaba todo los de las Olimpiadas, y cumplió su sueño de ver una personalmente, cuando viajamos a Roma en 1960. Nací en una casa de la calle Gualeguaychú, entre Flores y Floresta, y al poco tiempo nos mudamos a Caballito, a una casona grande, con patio y jardín, en una calle cortada, que usábamos como parque de juegos, y era nuestra pista de patinaje. La Primaria la hice en la Escuela 20 y la secundaria en el Liceo de Señoritas Nº1.
-¿Sigue viéndose con ex compañeros de aquella época?
-Sí. Con María Angélica Dianda, que es ingeniera agrónoma, y con Haydeé Requena, que es la esposa de Jorge Triaca.
-¿Por qué estudió periodismo?
-Mi papá quería que fuera escribana pero no me gustaba. Entre las posibilidades surgió el periodismo, y cursé entre 1959 y 1961 en la Escuela que había fundado Américo Barrios, y funcionaba en Plaza Once. Varios de los que egresamos formamos un centro de capacitación en el Círculo de la Prensa, adonde se sumaban estudiantes de diferentes instituciones, como el Instituto Grafotécnico o la Escuela Argentina. Ahí adquirí mucho conocimiento, la teoría quedó de lado y nos dedicábamos a la práctica. Teníamos una publicación chiquita, que se llamaba “Primera Plana”, y hacíamos con un mimeógrafo, pero cuando apareció la famosa revista con el mismo nombre se lo cambiamos y pasó a llamarse “Columna Tres”.
-¿Recuerda alguna nota que haya hecho entonces?
-Cuando salió “Crónica” nos mandaron a hacerle una nota a Héctor Ricardo García, en las oficinas que el diario tenía en la avenida Corrientes. Y ese día nos dijo una frase, muy seguro: “hoy sé que Crónica no cierra más”.
-¿Cómo siguió su carrera?
- Con ese grupo formamos una corresponsalía del diario El Sol, en Avellaneda. No teníamos ni una oficina, y trabajábamos en las mesas del Café “Mar del Plata”, que ahora es una pizzería, frente a la Plaza de Avellaneda., y por un convenio con ADEPA, hice una pasantía en el diario El Territorio, de Posadas, en 1964, mi primer trabajo rentado. También trabajé en la editorial Contempora, que publicaba “Casas y Jardines” y “Nuestra arquitectura”, en una agencia donde escribía sobre arte.
-¿Fue en la corresponsalía donde conoció a Romeo?
-Fue en el centro de extensión. El grupo estaba formado por dos chicas, Beatriz Miniccelo y yo, y dos varones, Romeo y Angel Gómez. Nosotras nos ocupábamos de las noticias de la mañana y ellos, de la tarde, más los deportes. Ahí empezamos a compartir mucho tiempo. Yo empecé a quedarme cada día un poco más tarde, y Romeo a llegar cada vez más temprano. Estuvimos de novios siete años y en 1971 nos casamos. En 1973, Romeo empezó a trabajar como Director de Prensa del intendente Fonrouge, y venía todos los días desde Devoto, donde vivíamos, a Varela. Por eso nos compramos el primer autito: una “ranita”, el Citröen tradicional. Cuando yo trabajaba en Contempora, y nació Fernanda, nos turnábamos para estar con ella. Si él no llegaba a tiempo, yo iba a la Municipalidad con el moisés y lo dejaba ahí, donde después el Negro lo pasaba a buscar. Fernanda pasaba de brazo en brazo en la Comuna cuando era una bebé…
-¿Cómo era la relación con Fonrouge?
-Fonrouge llegó a decir que Romeo era “el hijo varón que no había tenido”. Se entendían mucho, aunque Fonrouge nunca logró convencerlo para que fuera concejal. Romeo tenía ideas diferentes y además quería mantenerse independiente.
-¿Cómo fue la época en que estuvieron a cargo del diario “El Varelense”?
-Romeo era corresponsal de El Sol desde 1962, en F. Varela y Solano. Acá cubría las sesiones del Concejo Deliberante con Coco Suárez y Caferatta, los únicos tres periodistas que iban. Después, Gorelik y Actual Producciones compraron “El Varelense”. Actual estaba formada por Aníbal Girón, De la Fuente y el Negro, para organizar la Fiesta de la Flor, y la idea era que el diario fuera un medio para promocionar la Fiesta. Después De la Fuente y Girón no quisieron seguir y les compramos la parte del diario, con el que seguimos hasta 1981. No teníamos una capacidad comercial como para mantenerlo y se cerró. En ese momento, Romeo era el segundo en la Secretaría de Redacción de “El Sol”.
-¿Cómo fue integrarse a F. Varela?
-Me costó mucho ser aceptada. Una vez, en una peluquería, una mujer me preguntó: “¿Y vos con qué Rosselli estás casada?”… “Ah, el periodista”, “Ah, el sobrino de Violeta…”, “Ah, el hijo de Romito…”. Iban recopilando referencias y en base a eso, te aceptaban o no. Pero el día que presenté el libro “F. Varela, Pueblo mío”, con la gente que fue, sentí que yo era parte de este Pueblo, y digo “Pueblo” en el buen sentido. Recién ahí sentí que yo formaba parte de esta comunidad.
-Usted integró muchas entidades locales…
-Sí. El Centro Cultural Sarmiento, la Asociación Amigos de la Capilla Escocesa, la Biblioteca Popular Guillermo Hudson, el Centro de Discapacitados de F. Varela, APALIV, el Círculo de Prensa que se formó en 1973 y que se disolvió muy mal… Por eso nunca quisimos integrar otro Círculo de Prensa en Varela. Hay demasiadas ambiciones en gente que cree que por tener un espacio de radio o imprimir una hoja de diario es periodista. Yo distingo, separo los tantos…
-¿Quiénes son sus amigos?
-Virginia Demattei, Mónica Chiappino, Ana María Derluk, Ana Buhler, María del Carmen Pereyra, Anita Nosiglia…
-¿Cuáles son sus proyectos de ahora en más?
-Seguir con la revista hasta cuando pueda. Creo tener la lucidez suficiente para seguir… Pienso que cuando uno tiene cierta edad tiene que replantearse lo que está haciendo. Yo me reconozco antigua y rústica, y me preocupa que en algún momento pueda empezar a perder lucidez, meter la pata más seguido… También estoy escribiendo el libro “Primer Siglo”, que relata los primeros cien años de nuestra ciudad.. Y me faltaría una nieta. Porque tengo muchas muñecas guardadas, y tengo nietos varones. Pero estoy muy feliz con ellos, a los que uno ve desarrollándose cada día de un modo muy diferente a cuando vió crecer a sus hijos, de una manera más vertiginosa.
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