Parafraseando una popular frase, podría decirse que quien se anegó alguna vez, ve un cielo encapotado y llora.
Y la frase no sólo cabe a quienes viven en la Ciudad de Buenos Aires o La Plata , sino también a los muchos varelenses que con cada una de las recientes –y frecuentes- lluvias de intensidad acrecentada mediante el cambio climático, han sufrido en carne propia el drama del ingreso del agua a sus hogares.
“Si la humanidad no actúa ahora se podrían alcanzar puntos de quiebre en el comportamiento del sistema climático y en los sistemas sociales, ambientales y ecosistemas, lo que podría eventualmente amenazar la supervivencia de la vida en el planeta”, alertó el doctor Pablo Canziani, investigador principal del CONICET y director del Programa de Estudios de los Procesos Atmosféricos en el Cambio Global de la Universidad Católica Argentina (UCA).
Fue el 15 de marzo de este año, en el marco de una entrevista concedida a la Agencia de Noticias Científicas y Tecnológicas (CyTA), del Instituto Leloir.
La reflexión resulta hoy casi una mirada visionaria, a la luz de los trágicos sucesos registrados en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la Ciudad de La Plata a comienzos del mes último.
Los daños, las pérdidas materiales y la pérdida de vidas humanas obligan a reflexionar respecto a la situación en que se encuentra nuestro distrito. Lejos de lo que pudiera entenderse como una evolución oportunista, cabe recordar que Mi Ciudad presentó en 2007 un informe sobre el cambio climático, y los riesgos que podría atravesar Florencio Varela.
Reflexionemos sobre cuatro problemáticas clave que deben ser tenidas en cuenta:
Hojas que el viento arrastra
El de las hojas del otoño sin recogerse correctamente fue, según los vecinos afectados, uno de los problemas que ocasionó la inundación en la Ciudad de Buenos Aires (CABA).
Nuestra ciudad tiene una importante foresta, que la distingue sobre sus vecinas del primer y segundo cordón del Gran Buenos Aires, y que representa un beneficio para todos. Su contracara es la gran cantidad de deshechos que esas mismas arboledas generan a partir de marzo, y hasta bien entrado junio, coincidentemente con las épocas de mayor cantidad de precipitaciones… aunque eso también está cambiando.
Si cada lector, al concluir con esta nota, se asoma a la vereda, observará que las hojas no son recolectadas de manera exhaustiva. Por el contrario; sólo en el Centro, pudo verse en las últimas semanas algunos empleados municipales “corriendo”, literalmente, los cúmulos generados por el viento con máquinas “sopla hojas”.
A éstas, se suman las bolsas de residuos no recogidas a tiempo, el material de deshecho dejado en la vía pública (situación que no sólo afecta al microcentro varelense): cajones frente a las casas de venta de pollo, cajas frente a la mayor parte de los locales, bolsas, telgopor hasta en los domicilios particulares de quienes adquieren electrodomésticos o productos que utilizan ese material para su resguardo.
Todo residuo en la calle, servirá para tapar las bocas de tormenta, canal elemental de desagüe en cualquier área urbanizada.
Arroyos
Los arroyos que atraviesan el distrito, tanto a cielo abierto como en algunos sectores entubados, son el Jiménez, Las Piedras, San Juan y Conchitas.
Todos ellos presentan -si no en forma permanente, si con reiterada frecuencia- una clara falta de limpieza y saneamiento.
Mi Ciudad viene denunciando la problemática del curso del Jiménez, que afecta a los vecinos de los barrios Villa Vatteone, Mayol y 9 de Julio. La situación es similar en los casos restantes.
A nadie escapa una realidad: Se trata de cursos de agua de llanura, y por tanto, su escurrimiento es lento.
En tiempos en que la ciudad estaba escasamente poblada, y los cursos de agua corrían naturalmente, la naturaleza se había encargado de generar las pendientes en sus alrededores para que el agua de las lluvias escurriera hacia ellos, sumándose a la posibilidad de absorción que los suelos ofrecían.
Los entubamientos y alto grado de zonas urbanizadas y pavimentadas, provocan que hoy la posibilidad de las aguas de llegar a esos canales naturales sea mucho más compleja. Aunque aún así, y como lo confirman los expertos en la materia, el recorrido que históricamente siguieron los drenajes, se repetirá con o sin obstrucciones arquitectónicas de por medio. Es decir: el agua irá hacia donde siempre fue, aunque tenga que llevarse por delante una casa, un auto, o lo que haya enfrente.
Si se trata de entubar, la obra debe contemplar un fuerte ensanche por sobre las dimensiones naturales del curso de agua. Un ejemplo claro es el trabajo realizado por Berazategui sobre el curso del arroyo Jiménez, que llega desde Florencio Varela.
Allí, la canalización implicó un amplio espacio para recoger aguas, que incluso fue aprovechado para su uso en la superficie, convirtiéndose en la avenida Autonomistas.
El mismo arroyo, en F. Varela, llega entubado pero sin limpieza hasta el barrio 9 de Julio. En ese segmento viene provocando anegamientos en ese barrio, Villa Vatteone y Mayol. Posteriormente, sigue a cielo abierto hasta detrás del Paseo de Compras San Juan Bautista (único sector en el que pudo ser canalizado en las últimas décadas). Allí prolifera la vegetación que obstruye el curso de agua, y que suma el vuelco clandestino de residuos. Algo similar ocurre con el arroyo Las Piedras, que corre en lateral oeste del distrito, y pasa luego a San Francisco Solano. Históricas son las denuncias de Quilmes por la basura que llega desde F. Varela, tras cada precipitación, “a caballo” de las correntadas.
El San Juan, falto de limpieza, afecta a Bosques y Villa San Luis; y el Conchitas, a causa de las precipitaciones, arrastra la contaminación que contiene su curso, y de la que también diera cuenta este medio en notas previas: vuelcos cloacales y residuos fabriles del barrio La Rotonda.
(ver nota completa en la edición de papel)