Ricardo Gómez nació el 5 de abril de 1950, en Valentín Alsina. “A dos cuadras de mi casa vivía Roberto Sánchez, “Sandro”. Su primer grupo, “Los de Fuego” eran muchachos del barrio”, nos cuenta. En esa ciudad, vivió su infancia y el comienzo de su adolescencia. Pero cuando aún era un jovencito, Ricardo vino a Florencio Varela y se quedó entre nosotros para siempre. “Estoy orgulloso de formar parte del Correo”, dice el que sin dudas es el cartero más popular de la ciudad. Está casado con Marta Muñoz, es padre de Blanca y abuelo de Camila. También tiene tres hijos del corazón, Carlitos, Marcelo y Roberto. Es integrante de la Asociación Amigos de la Historia de F. Varela. “Un grupo hermoso de gente, que integran Antonio Sequeira, Fito Calvi, Graciela Fazio, el Dr. Roberto Lozano, que trabaja a conciencia y con mucha voluntad”, define . Con él, dialogamos una tarde de septiembre en la Redacción de Mi Ciudad.
-Hablanos de tu infancia…
Mi padre era textil y mi madre ama de casa. El trabajaba en la fábrica Campomar, que hacía frazadas, colchas. No sólo lo acompañé varias veces al trabajo sino que cuando él se jubiló trabajé tres meses en esa fábrica hasta que los hijos decidieron cerrarla. Entré como anudador. Había dos cajones con lana, y yo tenía que hacer un nudo en el medio. Tenía unos 18 años.
-¿Fue tu primer trabajo?
-No. Antes trabajé en una panadería. Yo tenía unos 13 años. Mi padre o mi madre me acompañaban a cruzar la avenida. Después salía a hacer el reparto con el triciclo. Como trabajaba, me costó terminar la Primaria, pero la terminé.
-¿Hacías algún deporte?
-Jugué al fútbol en la novena de Independiente, de wing derecho, y también al básquet, en las inferiores de Sportivo Alsina, hasta que lo dejé porque el viaje desde F. Varela era mortificante. Conocí grandes jugadores como Ricardo Aris, Miguel Baricola, Tomás Sandor, Pelandini…
-¿Cuándo te mudaste a nuestra ciudad?
-A los 15 años, porque teníamos un terreno acá. Vinimos al Barrio Marconi, en 1965. Yo vivía sobre Sánchez de Loria y Mistral, y entrando por Mistral estaba la famosa tranquera, y en una cuadra y media, unas siete u ocho casitas entre las que estaba la de Olinda Bozán y la de Paquito Bustos el llamado “Barrio de los artistas”. Después había una estancia grande, con vacas, de unos portugueses.
-¿Quiénes fueron tus primeros amigos en F. Varela?
-Los de siempre: Héctor Retamozo, Horacio Giles, los hermanos Arbello, Horacio y Oscar García.
-¿Ibas a bailar?
-Sí. Me gustaban la cumbia y el rock. Iba a bailar al Club Varela Junior, a Callot, a Taho´s…
-¿Y acá en qué trabajaste, antes de ser cartero?
-Trabajé en la agencia Zanet Peugeot que estaba en la avenida San Martín, y tuve otros trabajitos, siempre buscando algo mejor. Hasta que en 1980 tuve la gran oportunidad de entrar al Correo, en lo que tuvo que ver un amigo, Juan Gamaza. Me dijo que estaba la posibilidad de conseguir trabajo ahí, y fui. El jefe era Nedo Magnago, el Correo estaba en la Galería de la calle Monteagudo. Hice la revisación, pasé las pruebas, e ingresé a la planta, como apoyo de los repartos. Y haciendo mensajería, llevando telegramas. Dos años después me dieron un reparto fijo. Y estuve 28 años en el servicio de calle, en la zona de Villa Vatteone, cumpliendo las tareas con responsabilidad y educación.
-¿A quiénes les llevabas la correspondencia?
-A mucha gente… Ricardo Sosa, Roberto Llames Massini, la familia Ganem, la familia Bruno, la familia Banffi, los Daloisio, los Orihuela, Angélica Vaccaro, los Hermida, la familia del Dr. Luis Spagnol, Guillermo y Alberto Bracuto, Battistini, Arturo Reyes…
-Hay un estigma para los carteros de todo el mundo… ¿Te mordieron muchos perros?
-Venía invicto, pero cuando ya estaba en los últimos años del reparto y a punto de pasar a trabajar en la oficina, tuve dos mordidas de perros.
-Contanos una anécdota de tus años como cartero…
-Más de una vez pasé hasta tres veces por el mismo domicilio para localizar a la familia destinataria. Era una correspondencia que habían mandado por el Día de la Madre, y no iba a dejársela por debajo de la puerta… Uno se daba cuenta porque el sobre venía decorado, con dibujitos o moños.
-¿Alguna vez te tocó llevar una carta perfumada?
-Sí. Y me acuerdo de a quién se la llevé, que hoy ya falleció. No sé qué tenía adentro, pero el aroma se sentía. La gente pedía que le lleváramos una carta perfumada de vez en cuando y no tantos impuestos… Pero los tiempos cambiaron, ahora con toda la tecnología ya no se envían tantas cartas familiares.
-¿Había muchos buzones en Florencio Varela?
-Sí. Había buzones en el Correo, en la vieja parada de Mora, antes de llegar a Cinco Esquinas, en Sallarés, en España, en la Curva de Berraymundo, en el negocio de Lito y Macho, y estaban las estafetas que funcionaban en el Club Villa San Luis.
-¿Cómo era el negocio de los Berraymundo?
-Era un boliche, ahí íbamos antes de milonguear, a jugar un metegol o un billar, con los parroquianos de la zona. Y concurría el recordado Juan Carlos Fonrouge, de quien también fui cartero.
-¿Qué te acordás de Fonrouge?
-Fui cartero de su familia, cuando estaba en Vicente López y Tucumán. Era un tipo simple, que no cambió cuando fue Intendente, y que atendía a la gente en su casa. Un tipo bonachón, muy dado. Y conocí a su esposa, Mercedes, a Mónica, su hija y Pedro, su yerno, todos muy buena gente.
-¿De quién aprendiste algo en la vida?
-En primer lugar, de mis padres, Julián y Blanca, que me enseñaron el camino de la Educación, y a ser un hombre sencillo pero honesto. A colaborar y ayudar, y tener una conducta intachable. Y de mis amigos, que tienen una forma de vida parecida. Y hubo mucha gente que me aconsejó bien, como Ramón Suárez, el fundador de Mi Ciudad, un ejemplo de vida y de buen andar, el Dr. Quique Lando, Aldo Mora…
-¿Qué le dirías a Dios si lo tuvieras enfrente?
-Le agradecería, le pediría que todos los que vivimos en este paraíso sigamos tomados de la fe en El, que siempre nos está dando una mano y no tenemos que fallarle.
-¿Algo para agregar?
-Quiero saludar a todos mis compañeros de la Sucursal del Correo. Voy a ser cartero por siempre en mi alma.
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