Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
La frase causó asombro y dio la vuelta al mundo. Nada menos que el Presidente de la Nación, Alberto Fernández, dijo «sentirse avergonzado» por la «opulencia» de la ciudad de Buenos Aires. ¿Alguien puede imaginarse a Angela Merkel manifestando su vergüenza por la majestuosidad de Berlín? ¿O a Emmanuel Macron lamentándose por la belleza de París? Seguro que no. Ni siquiera es posible pensar al dictador Nicolás Maduro quejándose por la pintoresca Caracas.
Al presidente, lo avergüenza una ciudad donde las cosas se hicieron bien, en la que casualmente su partido no gobernó durante los últimos trece años, pero le provoca admiración la Formosa de Gildo Insfrán, gobernador eterno y señor feudal de uno de los territorios más pobres del país.
Aunque la «vergüenza» de Alberto, que vivía en Puerto Madero, uno de los barrios más caros de la ciudad antes de mudarse a Olivos, ni siquiera fue original. Hace cerca de un año, su hoy Vicepresidenta, Cristina Kirchner, privilegiada vecina de la Recoleta, declaró, en un acto en La Matanza, que «en Capital hasta los helechos tienen luz y agua» pidiendo «igualdad» en la distribución de los recursos, olvidándose que el peronismo gobernó la provincia de Buenos Aires durante 29 años de los últimos 33, y el país –con su esposo y ella incluidos-, 15 de los últimos 19 años.
Siguiendo con esta tónica de «emparejar hacia abajo», Alberto decidió quitarle fondos a la ciudad de Buenos Aires y derivarlos a la provincia, donde el arrasado Conurbano es el mejor reflejo de la gestión peronista. En Capital están los «ricos», los «runners» y los «malos». En la provincia, la «gente de bien», cada día más pobre, que también corre, pero para escaparse de la inseguridad.
Con la misma lógica, en el país donde tomar un terreno es tolerable pero comer en familia puede ser un delito, Alberto declaró que «lo que nos hace crecer no es el mérito», algo que ya teníamos muy claro al ver quiénes acceden a la función pública y cómo lo logran, sin escrúpulos, sin valores y sin respetar ni siquiera lo que ellos mismos sostenían, no resistiendo un archivo ni de una semana atrás.
Y hablando de meritocracia… ¿Cuál habrá sido el mérito que llevó al diputado K que protagonizó vía Zoom una escena de sexo clase B al Congreso de la Nación? El kirchnerismo nunca quiso avanzar en la eliminación de las «listas sábanas», que son las que permiten estos desatinos.
Así estamos. En medio de una Pandemia a la que se le «traspapelaron» 3500 muertos y a la que todavía no se le ve el final, con una crisis económica sin precedentes, con un gobierno que cambia el rumbo a cada paso y que parece privilegiar el salvataje de las desventuras judiciales de sus «compañeros» –y su Jefa- a los problemas de millones de argentinos.
Sin méritos, y con mucha vergüenza.