Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Por Alejandro César Suárez
El 16 de septiembre de 1955, el sangriento golpe militar que destituyó al General Juan Domingo Perón también disolvió al Congreso Nacional y a la Corte Suprema de Justicia. El General Eduardo Lonardi asumió la Presidencia de la Nación, y los tentáculos de la auto titulada “Revolución Libertadora” se extendieron por todo el país, reemplazando a los gobernadores de las provincias y también a los intendentes votados por el Pueblo, entre ellos, a don Luis Calegari, que dirigía los destinos de Florencio Varela con la aprobación de todos los sectores políticos.
Una auténtica “caza de brujas” se desató en cada rincón del país, deteniéndose a centenares de militantes peronistas solamente por su calidad de tales.
En nuestra ciudad, varios integrantes del Justicialismo fueron trasladados a la Comisaría Primera. El Fundador de Mi Ciudad, Ramón César Suárez, fue uno de ellos. Liberado después de un par de horas, con apenas 25 años de edad, las nuevas circunstancias lo hacían ver el futuro de su diario como incierto.
Fue entonces cuando Angel José Basta, uno de sus amigos de toda la vida, le dijo: “el diario tiene que seguir saliendo, aunque sea con recetas de cocina”. Y Mi Ciudad siguió adelante…
Pese a la puja entre “peronistas” y “contreras” de aquellos tiempos difíciles, Coco Suárez, hasta sus últimos años, siempre destacó favorablemente la actitud de los vecinos radicales y otros antiperonistas para con él y su familia. “En realidad, todos sabían que éramos justicialistas, pero nunca se metieron con nosotros”, contó en varias oportunidades, remarcando la preeminencia de la amistad y la buena vecindad por encima de las ideologías, al menos en nuestro Pueblo.
La tapa de la primera edición posterior al Golpe –nuestro número 49- reprodujo una nota del diario El Líder, titulada “¡Qué tristeza para la Patria!”, donde se llama a los jóvenes a “renegar de la traición en la persona del traidor”, y un Editorial titulado “Esa es nuestra posición… De ayer, de hoy y de siempre”, firmado por nuestro Fundador.
En Mi Ciudad Nº 50, se daba cuenta de la asunción del cargo de comisionado municipal por parte del Dr. Antonio Bengochea. El sub comisario Eduardo Goyena, que había quedado a cargo de la Comuna, fue el encargado de entregar el mando al conocido abogado de origen radical. Debajo del titular que lo informaba, podía leerse: “Don Luis Calegari se lleva una verdadera fortuna: el reconocimiento y aprecio del pueblo”. Y, también en la portada, puede leerse un artículo que, bajo el encabezamiento “Podemos estar orgullosos de Don Luis”, dice, entre otros párrafos: “Don Luis fue un intendente ejemplar. No fue ningún político, sino un hombre de trabajo, que si bien respondió a una determinada doctrina, lo hizo por puro idealismo, honrándola y no vejándola, como otros…”.
En la edición Nº 53, de diciembre de ese año, se titula: “¿Es pecado mortal ser justicialista?”. La nota, firmada por el Director de Mi Ciudad, dice, entre otras cosas: “…Para los delincuentes no tenemos más que palabras de condenación y desprecio. ¡Que se los arranque de raíz de nuestras filas, si es que aún existen… Con similar sentido de justicia también reclamamos para los idealistas, el respeto a que tenemos opción. Que se nos permita desagraviar nuestros ideales, de las vejaciones que les pudieran haber inferido nuestros propios Judas… Los que aún hoy nos identificamos de corazón con esta causa, libres de ese tilde de oportunistas con que nos obsequiaron ofendiendo nuestras convicciones muchos que hoy, emulando a las ratas, huyen del barco que se hunde, decimos que acostumbrados desde siempre al llano, no nos sorprende ni afecta la situación actual que como justicialistas nos toca atravesar. Más aún… Para nosotros es más fácil y satisfactorio en lo espiritual ser hoy justicialistas que ayer… cuando lo parecían todos y muchos no lo eran”. La nota finaliza: “Quiera Dios que nunca en estas tierras, ni el justicialismo ni ninguna otra doctrina puedan ser consideradas por nadie como un pecado mortal”.
La provocación al Poder se hizo notar también en la edición Nº 54, de enero de 1956. “No hay motivo alguno para dejar de ser lo que hemos querido siempre ser”, dice la editorial de ese ejemplar, que anuncia: “… Podrá o no haber libertad, pero cada uno es lo que quiere ser, lo que su conciencia le determine, lo que su capacidad le señale y no lo que razones de fuerza muchas veces circunstanciales le pueden imponer que sea… Quien piense lo contrario y no tenga la entereza de expresarlo, deberá incuestionablemente caer en la cuenta que no es un hombre, sino simplemente un junco, con el que no se cansará de jugar la brisa del destino…”.
Perón, prohibido
Dictada una ley que prohibía mencionar a Perón, un conocido del fundador, perteneciente a la fracción política gobernante, le dijo a éste que si Mi Ciudad seguía publicando la palabra “Perón”, el diario iba a ser clausurado.
La advertencia tuvo tal credibilidad que el diario no tuvo más remedio que reemplazar el apellido del líder del Justicialismo hasta en los avisos comerciales. Como ejemplos de ello podemos señalar el anuncio del tradicional Conservatorio Beethoven, que en el número 53 de Mi Ciudad figura con la dirección Avenida Perón 51, y desde el número 54, con la de Av. Juan Vázquez 51, o el anuncio de “Dinero en Hipoteca a bajo interés”, con dirección en Presidente Perón 178, primero, y después, en Humberto Primo 178.
Pero Mi Ciudad buscó la forma de burlar a la censura. Y lo hizo con notas cuyos títulos, de doble sentido, fueron una pieza maestra del periodismo. Acá van algunos ejemplos:
En la edición Nº 54, en tapa, se lee: “El precio de venta de Mi Ciudad y sus justicialistas razones”. Ahí se explica a los lectores que a partir de ese día, el precio de tapa pasaría a un peso. “El comercio está pasando por un mal momento. Quienes tenemos el orgullo de habernos mantenido libres, podemos decir estas cosas… En ningún momento hemos solicitado a poder público alguno, un solo aviso pago… De ello podemos dar fe… Tenemos una norma de conducta y a ella nos remitimos… Amigos de Mi Ciudad, saldremos hasta que podamos, pero antes de dejar de ser lo que entendemos que debemos ser, optaremos lisa y llanamente por cerrar nuestro boliche”.
El uso del vocablo “justicialistas” no tiene sentido si se analiza el contenido del artículo, pero cobra enorme trascendencia si se analiza el contexto de prohibiciones en que fue escrito.
Aunque es en la tapa del Nº 55 cuando este método del metamensaje se empieza a hacer más evidente: sobre el margen derecho de la primera plana, un título anuncia: “Por momentos… Podrán nublar el sol… Pero jamás apagar su señera luminosidad”. La nota, que deriva en una comparación entre el sol (la verdad) y las nubes que lo tapan (la mentira), es en realidad una alusión al Peronismo y la dictadura, que no sólo había arrasado con un gobierno democrático, sino que lo calumniaba a diario.
En la portada del Nº 57, se lee otro titular provocador: “Que cada corazón se convierta en una noble trinchera”, otra nota que luego resulta ser, lejos de lo que aparentaba, un análisis filosófico sobre la fuerza, el odio y la venganza.
En el Nº 63, se lee con tipografía resaltante la para nada inocente consigna: “Compañero”. Hay que hacer un alto acá, retrotraerse a aquellos años, y ponerse en la piel de algún censor o soplón del gobierno de turno, que al ver el artículo pensaría “lo agarramos por fin…”, pero al leerlo en profundidad, sólo encontraría una prosa sobre el “valor del compañerismo en las relaciones humanas”.
Algo similar ocurrió en el Nº 64, con el artículo “La Lealtad”, estratégicamente colocado al lado del nombre del diario, donde se exalta la importancia de “ser leal”.
Compañeros, Lealtad, justicialistas razones… La elección de estos títulos por parte de nuestro Fundador resulta aún hoy un admirable ejemplo de ingenio, inteligencia y resistencia a los autoritarismos que debería enseñarse en varias Facultades de Periodismo.
En la edición Nº 63 puede encontrarse otra nota de color. En la sección Sociales, con foto incluída (no eran muchas las fotografías que se publicaban por aquellos años, debido al alto costo de los “grabados” con los que se las insertaba en las publicaciones), se anuncia el cumpleaños de Juan Domingo Giancristófaro. El título, con mayúsculas y tipografía negrita, es “JUAN DOMINGO…”, con tres puntos suspensivos que lo dicen todo.
El fin de la dictadura
Pero como no hay mal que dure cien años, ni pueblo que lo resista, según dice el viejo refrán, la Dictadura comenzó a retirarse y a preparar el terreno para las Elecciones, en las que, claro, iba a estar proscripto el Peronismo. Habían pasado ya tres años del golpe.
En el Nº 98, del 21 de febrero de 1958, Mi Ciudad publica reportajes a los candidatos a Intendente Matías López (Partido Conservador Popular), Julián Baigorri (Unión Cívica Radical Intransigente), Raúl Sergio Dessy (Partido Demócrata Cristiano), Alfredo Scrocchi (Unión Cívica Radical del Pueblo), Juan Carlos Fonrouge (Unión Vecinal) y Juan Carlos Simonpietri (Partido Comunista). “Mi Ciudad, que en los últimos años alcanzó a apreciar el valor de la falta de libertad, determinó por propia voluntad invitar a todos los partidos políticos que participarán de la jornada del 23 de febrero, a dar a conocer por intermedio de sus candidatos a Intendentes su opinión respecto a nuestro querido Florencio Varela… Están aquí todas las voces que han querido estar…”, dijimos desde nuestra tapa.
El Nª 99 trajo la noticia de que don Julián Baigorri había ganado las elecciones, y Ernesto Scrocchi, una banca en el Senado Provincial. Una nueva etapa se iniciaba en el país y en Florencio Varela. Y Mi Ciudad iba a estar allí para contarla, como siempre durante estos 60 años.
(Revista Extraordinaria de Mi Ciudad, diciembre de 2013)