ENTREVISTA

Rodolfo Briata



Entrevistas » 01/03/2015

Rodolfo Briata nació el 19 de marzo de 1949, en Ramallo, provincia de Buenos Aires.
En Florencio Varela, dio clases en la EEM Nº 1, EEM Nº 5, EEM Nº 3, EEM Nº 6, EEM Nº 7, EEM Nº 8, la EET Nº 2, la Escuela 41 y el Instituto Santa Lucía, dejando en todos lados un excelente recuerdo en compañeros y alumnos.
Ya jubilado como docente, colabora apasionadamente con los Talleres Protegidos «Luis Castaldo» de nuestra ciudad, estando a cargo de un taller de pintura para chicos con capacidades diferentes y ayudando en el proyecto de ampliación del Hogar Castex, donde residen algunos de los concurrentes a los Talleres.
Padre de tres hijos, Manuel, Martín y Pablo, y con cuatro nietos, está en pareja con Graciela, a quien define como «una compañera muy piola», y tiene una amplia trayectoria como docente y delegado gremial, participando en SUTEBA, donde fue uno de los co fundadores del Centro de Salud «Pablo Freyre», y fue también consejero escolar, distinguiéndose en todas estas facetas por su rectitud y compromiso.
Con él dialogamos en la Redacción de Mi Ciudad.

-Háblenos de su infancia.

-Fue una infancia muy linda, muy familiar. Teníamos una familia grande, de inmigrantes de Italia. Los Briata eran de Lomellino, provincia de Pavia, y los Cecchi, de Como. Uno de mis abuelos tuvo la primera panadería de Ramallo y el otro, hacía molduras de cemento, angelitos, todo eso. Era un artista. No tenía primaria ni secundaria, pero tenía conocimientos. Igual que mi viejo, que llegó a tercer grado, pero sabía mucho de construcción. Mis padres querían que progresáramos, que ascendiéramos como ellos no pudieron hacerlo y lo consiguieron, porque los tres hermanos llegamos a la Universidad.

-¿Cuáles eran sus juegos?

-Recuerdo las reuniones en el barrio, jugar con una soga alrededor de los árboles, cazar pajaritos, armar comparsas en los carnavales, ir al Río Paraná, muchas cosas lindas. No teníamos computadoras, hacíamos autitos con latas… Fue una infancia muy feliz, muy piola. Nos peleábamos con los de Villa. A ellos se les decía cuiseros, y a nosotros, los de Ramallo, nos decían bragueneros. Cuando venían a Ramallo, teníamos que defender el territorio…

-¿Qué le enseñaron sus padres?

-Valores. Mi viejo fue muy solidario, militante radical. Pero los hijos le salimos contras… Ellos nos dieron la cultura del trabajo, el estudio y el respeto hacia el otro. Todo eso me hizo ser lo que soy.

-¿Cuál fue su primer trabajo?

-Como cadete del Juzgado de Paz, a los 11 años. Llevaba la correspondencia a la Municipalidad y otras dependencias. En Ramallo hice la Primaria y la Secundaria. Quería ser maestro jardinero. Después me vine a estudiar Ciencias Económicas a La Plata. Y en los setenta dejé la carrera porque era una época difícil, estaba la Triple A, y tuve que irme… Yo militaba en la Juventud Peronista y en lo gremial, dentro de la Agrupación Evita, como delegado en el Instituto de Previsión Social. Me fui a Chaco, donde nació mi primer hijo.

-¿Sintió que estaba en peligro su vida?

-Sí. Sentí el miedo… Tanto que tardé mucho tiempo en poder volver a La Plata.

-¿Y cuando volvió a su pueblo?

-Cuando volví a Ramallo fue doloroso, porque se habían llevado a tres primos míos y al otro día me fui de nuevo, a Quilmes.

-¿Desaparecieron?

-No, estuvieron presos en San Nicolás pero los soltaron. En Quilmes nacieron mis otros hijos, y terminé la carrera que había empezado en Chaco, de Profesorado en Enseñanza de Educación Primaria.

-¿Cómo llega a Florencio Varela?

-Yo trabajaba en el Banco de Quilmes sucursal Berazategui, y un contador de Florencio Varela que trabajaba en la EEM Nº 1, al que yo atendía, que se llamaba Landucci, me dijo «Usted tiene que ser docente, me gustaría que trabajara en la Escuela en la que yo trabajo». Me inscribí y empecé. Era 1978.

-¿Quiénes fueron sus primeros compañeros en esa escuela?

-Tuve muchos y muy buenos compañeros. Gipsy Pereyra, Amalia Fanchiotti, Grasso, Zanet, como Director, Marina Del Nista, Lidia Boyer, Marta Nievas. Montones de gente que sin conocerme me dieron mucha contención.

 

-¿Fue la primera experiencia como docente?

-Había estado en la Primaria Nº 30 de Quilmes, pero esa fue la primera vez en Secundaria.

-¿Cuántos años fueron como profesor en nuestra ciudad?

-Fueron 30 años, que me dejaron muchas cosas, lindas y también feas. Soy padrino de casamiento de muchos alumnos y también de sus hijos. Fui bastante compinche con los pibes, para poder discutir ampliamente, no siendo rígido. Aprendí mucho con mis alumnos, porque uno nunca lo sabe todo. Ellos me enseñaron muchas cosas, experiencias de gente que yo valoraba mucho, que venía de hogares muy humildes, pero a los que sus padres querían hacer progresar, algo que también me pasó a mí. Recuerdo a una piba, Mabel, que ahora es asistente social, que cosía ropa de cuero y tenía marcas en los dedos, pinchados por las agujas. Esas cosas las valoraba mucho. Como cuando algunos chicos tenían vergüenza de decir que sus madres trabajaban limpiando casas. Y yo les decía que eso era un honor, que trabajaran para poder mandarlos a la escuela. Otro buen recuerdo es la lucha para que se haga la Escuela Media 5, que hoy es una realidad increíble. Y hubo cosas feas, como cuando se inauguró la Escuela Media 3 y dos banditas nos dejaron en medio de un tiroteo. La Escuela que más quiero tal vez sea la EEM Nº 1, porque ahí estuve muchos años, y también tengo grandes recuerdos del Santa Lucía, donde encontré gente sencilla… Hace pocos días falleció una gran compañera, muy preparada, que daba clases en ese colegio, Alicia Rivas. Y hubo otros compañeros, Chichita Castaldo, Graciela Masgoret…

-¿En qué época le tocó el Santa Lucía?

-Una época muy jodida. Entre 1983, 1987…

-Claro, cuando se lo quiso sacar al Rector… ¿Cómo recuerda a Tino Rodríguez?

-Como una persona muy cerrada en sus cosas, pero que dentro de lo que podía dar, daba. Muy rígido, y con el que tuve varios encontronazos. Pero nunca tuvo una actitud de soberbia conmigo, ni de decirme algo. Ideológicamente no coincidíamos, pero siempre me respetó. Siempre trabajé tranquilo. Tanto que una vez, durante una de las exposiciones anuales yo tomé el tema de la desocupación en Florencio Varela, y en la visita, el Intendente Pereyra se encontró con ese tema en el stand, preguntándose qué era eso. Pero era una cosa objetiva, y no tuve ningún reparo en hacerlo. Podía trabajar sin ninguna censura.

-Volviendo a la EEM Nº 1, esa escuela siempre se destacó por el gran nivel de sus docentes: Patricio, Alicia Villar, Malena Dreyer…

-Claro. Era excelente. Ahora el nivel bajó muchísimo, en todos los colegios. La Ley de Educación no fue provechosa para el sector educativo. Y cada vez va a ser peor, porque la formación es cada vez más deficiente, tanto en el Instituto Terciario como en la Universidad.

-Cuéntenos de su afición a la pintura…

-Yo de chico había hecho un dibujo, a los doce años, que mi mamá lo guardó toda la vida. Cuando escribí un libro, «Ideas y vivencias», usé ese dibujo para la tapa, a sugerencia del editor. Eso que tenía dentro mío a los doce años me volvió a surgir de grande, así que ahora pinto y tuve la suerte de ganar algunos premios.

-La tarea en los Talleres lo gratifica…

-Sí. Ese trabajo me devolvió cosas al alma. El cariño de los chicos down que se expresan con sinceridad en el afecto es increíble. Hay que ver los dibujos y collages que hacen… Estoy muy contento con mi vida, más que nunca. Ahora disfruto mucho, sin presiones… Puedo dar lo que más se puede al prójimo sin pedir nada a cambio. Algo muy valioso para el ser humano.

-¿Sigue soñando con cambiar el Mundo?

-Yo creo que las utopías nunca se pierden. Y voy a seguir luchando, aunque no llegue a verlo, por una Argentina diferente, una república en democracia en serio, donde se respeten las diferencias y se unan los consensos.

-¿Qué le diría a Dios si lo tuviera enfrente?

-Rezo todas las noches. Le pediría por la paz en Argentina y el Mundo. Por la seguridad. Y para que todos los chicos tengan un plato de comida en su mesa.


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