Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Emilio «Cacho» Rossetti nació el 27 de diciembre de 1934, en Zeballos, Florencio Varela. Casado con la italiana Restituta Manzi, es padre de cuatro hijos: Alejandro, Néstor, Pablo y Carina, y tiene cuatro nietas.
«Ninguna juega al fútbol», nos dice, resignado. Trabajó durante años en Seguros, empezando como cadete y terminando como Inspector, hasta que decidió alejarse de la actividad por la inestabilidad que afectaba al sector en una de las tantas «crisis económicas» de nuestro país. Fue director técnico de la quinta división de Defensa y Justicia, en cuyo ingreso a la Asociación del Fútbol Argentino tuvo mucho que ver. Integrante histórico del legendario equipo de Veteranos de la Villa San Luis, junto a recordados compañeros como Julio Lozano, Talanor, Finito Rodríguez, «Goyo» Goyena, Néstor Sbatella, Restituto y tantos otros, a lo largo del tiempo se fue consolidando como lo que siempre fue: un tipo querido y respetado que dejó buenos recuerdos en todos los sitios que frecuentó. Si bien lo reporteamos en una de nuestras Revistas Extraordinarias hace algunos años, hoy volvimos a hablar con él para que nos cuente algo de su vida.
-Háblenos sobre su infancia…
-Yo nací en Zeballos. Eramos tres hermanos… Hoy quedamos dos, porque mi hermana falleció. Mi viejo era ferroviario y mi vieja era portera de la Escuela Nº 2, donde vivimos muchos años, porque éramos los caseros.
-¿Leía historietas?
-Sí. Rico Tipo, Fúlmine, y los martes, el diariero traía Sandokan, de Emilio Salgari.
-¿Cuál fue su primer trabajo?
-Mi trabajo era, al mediodía, correr los bancos, para que mi vieja barra. Yo tendría unos nueve años. Ya más grande, mi viejo me dio la tarea de limpiar los baños del colegio. Así que salía de clases, limpiaba, me tomaba un café… y me iba corriendo a jugar a la pelota. También trabajé en las quintas, donde juntaba arvejas, pero no servia para eso. A veces le pagaban a mi vieja con las mismas arvejas, en vez de darle plata. Y más jovencito, trabajé en la tienda Las Locuras, de Celestino Morbelli, con Aguinaga. Teníamos que levantar unos postigones grandes, pesados… Ahí conocí a Puchito Morbelli.
-Su gran diversión era el fútbol…
-Claro… Me acuerdo del barrio, de la canchita, que estaba a una cuadra de la escuela. y del día que la marcamos, porque venían a jugar «los de Varela», el equipo del Gordo Bunafó, ese fue el primer partido. Los postes eran de caña, y el travesaño, de hilo sisal. Cuatro de mis compañeros hicieron goles y faltaba el mío… Hasta que llegó. Me acuerdo patente, le dí de voleo, y la pelota entró de emboquillada, le pegó a las cañas, que se movieron, pero el hilo no se cortó… Ganamos 5 a 0.
-¿Quiénes jugaban con usted?
-Ernesto Porto, Jacinto Travagli. Con ellos éramos los tres compinches del barrio. También estaba «Mascota» Correa, que era motito, hermanastro de Hilario Bastianini. A Mascota no le podíamos sacar la pelota, jugaba descalzo, nunca se pinchaba, nada… Un día jugamos en la Quinta División de Zeballos, una Copa, contra Varela Junior, y nos compraron toda la ropa, camisetas, botines… Estábamos todos los pibes empilchados, te imaginás… Todavía tengo las fotos… Y Mascota, con botines nuevos… Jugó diez minutos con los botines y se los sacó… Siguió jugando en patas.
-Su barrio tenía muchos deportistas…
-Hablar de Zeballos era hablar de fútbol, El que me enseñó a patear fue mi tío, Sotero Belmonte, que jugó en Huracán, Argentinos Juniors, el Everton de Chile, Brasil… Del Everton me trajo el equipo completo. Y una pelota chilena que se inflaba directamente con el pico del inflador.
-¿Se acuerda de cuando le regalaron su primera pelota?
-Me la compró mi viejo y a plazos, en la proveeduría del Ferrocarril, que estaba en Constitución. Yo siempre se la pedía, porque los pibes no teníamos «fútbol», solo lo tenían los grandes. ¿Sabés que hacíamos nosotros? A las medias de mi tía le poníamos pasto adentro, o mi abuelo mataba un chancho, y jugábamos con la vejiga…
-¿Con la vejiga?
-Sí. Con la vejiga del chancho.
-¿Cómo hacían para transformar la vejiga en una pelota?
-La dejábamos 30 días colgada de la parra para que se secara, y la inflábamos con una bombilla…
-¿Quedaba redonda?
-Quedaba bastante redonda.
-¿Y duraba? ¿No se les rompía?
-Duraba, hasta que el Gordo Bonano la reventaba, cuando la quería pisar…
-De la primera pelota real no se olvidó nunca…
-No. Y hasta escribí unas letras para recordar a mi viejo. Dicen así:
«Suena el silbato del tren, a la Estación está llegando, mi padre con dos paquetes en el mismo está viajando, cuando se abre un paquete, aparece una amarilla flamante con un cinco de azul pintado, la apreté contra mi pecho, con la boca la fui inflando, me fui corriendo al potrero, a juntar los pibes del barrio… Naciste por las manos de un gran artesano, de cuero curtido, cosidos los gajos, tu corazón es de goma, con un pico muy largo, tu boca con lengua de un tiento pasado, pelota de tiento que acariciaron mis manos, qué feliz me hiciste cuando mi padre la trajo, comprada hace años y en plazos muy largos, en un gran negocio del Buenos Aires de antaño. Se terminó la de trapo y la vejiga de chancho, por fin teníamos lo que siempre soñamos: una pelota de fútbol para jugar el picado. Las golondrinas para el Sur pasan volando, señal de un nuevo verano. El tiempo no se detiene y el mundo sigue andando. Por eso hoy sólo quedan recuerdos, de mi viejo, la pelota y el picado».
-Muy bueno… ¿Cómo eran sus padres? ¿Qué le enseñaron?
- Mi viejo era un tipo extraordinario,. Y mi vieja también. ¿Quién no quiere a la madre? Me enseñaron a ser un buen tipo, honesto. Así me conocen todos en Varela, toda la barra.
-El fútbol también formó parte de su juventud. ¿Usted ganó los famosos Torneos Evita?
-Empecé a jugar al fútbol para Arsenal de Lavallol, que empezó a llamarse así cuando ganamos el campeonato Evita, y Perón le dio la cancha de Lavallol. Era el equipo de Aníbal el «Gordo» Díaz, En ese equipo estaba Fernando Salgado, que después jugó en Francia y en España, y jugaba también Ernesto Porto… y Jacinto Travagli. El primero de esos campeonatos fue en 1948. Arsenal se formó en Varela, con jugadores que nos habíamos ido a probar a la cancha que Varela Junior tenía sobre la calle Vicente López, y entre esos jugadores estaba el Polaco Vladislao Cap, que era macanudo y fue técnico de la Selección Nacional. Con él jugué cuatro años. Fuimos campeones de la Provincia de Buenos Aires y después, campeones nacionales. El premio nos lo dio el General Perón.
-Y usted siempre fue peronista…
-Sí. Mi padre un día me dijo, cuando cobró en el ferrocarril. ¿sabés lo que significa esta plata? No, papá… Que desde hoy ya no compramos más con libreta. El empezó como peón y fue ascendiendo, estaba bien. Todo gracias a Perón. Y después ví muchas cosas… El 16 de junio de 1955, cuando empezó el bombardeo para echar a Perón, yo estaba trabajando… Escuchamos una explosión y fuimos todos al sótano… ¿Como puede ser eso, que para sacar a un presidente maten a la gente? ¿Cómo no voy a ser peronista, si nadie me demostró algo mejor? No soy fanático, pero la balanza me dice que nunca vino nadie que supere al peronismo. Yo me encontraba con Coco Fava, y con Amador Rosselli, y Fava me decía, que yo tenía que entrar en política, porque sino «los militares no iban a largar más»… Y me fui con José Cristoferoni a la «Luis Calegari». Después dejé, porque no soy político… Pero cuando ganó Alfonsín me encontré con Fava, me dio un abrazo y se puso a llorar de emoción. Esa es la política que me gusta a mí, no la que ofende o la que le dice a alguien «yegua»… La que hace algo bueno.
-¿Dónde conoció a su mujer?
-La conocí un 8 de diciembre en el arroyo Davidson, de casualidad. Ella fue con una pareja amiga , la ví… y no nos separamos más. A ese arroyo íbamos a pescar, y tenía manantiales. Nos tirábamos en el «Ancho»…
-¿El «Ancho»?
-Claro, el Davidson tiene dos partes, el «Ancho», a la izquierda, y a la derecha, donde sube el agua, la vertiente: si te tirás ahí notás cómo el agua salía de abajo. Era limpia, transparente… Ibamos a pasar el día., tenía mucho césped…
-¿Iba mucha gente?
-Los pibes… Y Mangifesta, con la camioneta y su familia.
-¿También iba al Arroyo Las Piedras?
-Al arroyo no, pero a la Laguna de Gowland, sí. Ahí nos corría don Pedro, que era el que cuidaba las vacas… Se escondía atrás de los árboles y nos corría. Frente al monte de duraznos de Piccinini. Mirá qué épocas… Acá, a unas doce cuadras… era todo muy lindo.
-¿Cómo fue la historia del ingreso de Defensa a la AFA?
-Julio Lozano, hablando debajo de un aromo, me dijo, ¿como puede ser que General Belgrano estaba afiliado a la AFA, y Florencio Varela no?… Amamos el equipo de los veteranos, hicimos un octagonal en la Villa San Luis, y se corrió la bolilla de que íbamos a entrar en la AFA… ¡Mirá vos si íbamos a entrar en la AFA!!! Después, me vino a ver Ruben Calegari a mi casa, me dijo que se estaba formando una comisión en el café de Héctor De la Fuente, en el monumento a la bandera, para que Florencio Varela pudiera entrar a la AFA: Le dije que tenía que conseguir un club con personería jurídica. Tengo entendido que a los primeros que fue a ver fue a los muchachos de Paso de la Patria. Después habló con Tito Tomaghello, que nos ofreció la comisión de fútbol de Defensa. Se lo conté a Julio, llevamos al Negro Salinas, nos juntamos en Defensa con Consilvio, Tomaghello, De la Fuente, Calegari, Giaccone, Geop,… Y así empezamos… El primer mangazo se lo hicimos a Carlitos Calvi. Era para un asado en la casa de Olmos, y Carlitos nos dio la cerveza, la soda, todo… Y también fui a ver al Gordo Briega, que vendía leña, y cuando se enteró se emocionó, porque él había intentado que Varela Junior entrara a AFA y a último momento le dijeron que no. Lloraba de emoción. Y después ya se sabe… Se consiguió afiliarse a la D… En el primer partido, pusimos un camión playo para hacer de tribuna… Son emociones que no se olvidan. Es maravilloso. Verlo ahora jugando con River es increíble.
-¿Está contento con la vida?
- Sí, voy a cumplir 81. Creo que no tengo nada, porque al médico no voy… A lo mejor cuando vaya me encuentra un montón de cosas, pero prefiero dejarlo pasar…
-¿Qué le diría a Dios si lo tuviera enfrente?
-Gracias por llegar hasta donde estoy. Y después, me incorporaré al equipo de fútbol que está allá arriba…
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