Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Los primeros pasos de Macri como Presidente confirman que muchas cosas están cambiando en la Argentina.
La designación de dos jueces por decreto en la Corte Suprema, y la posterior marcha atrás ante la unánime crítica a la forma del procedimiento, que no por legal deja de ser poco ético, demostraron que Macri escucha a los otros, y que si se equivoca, puede rectificarse sin que eso signifique un signo de debilidad. ¿Alguien vio a Cristina volviendo sobre sus pasos durante sus ocho años de gobierno? No lo hizo con Boudou. Ni con Moreno. Ni siquiera con el General Milani, acusado de participar en la represión durante la dictadura.
El límite al corte de calles ante la protesta de los obreros de Cresta Roja, infiltrados por los mismos antidemocráticos de siempre, a los que se desalojó cuando impedían el acceso al Aeropuerto de Ezeiza, dejó en claro otro cambio. Se terminó el patoterismo de los piquetes, sea cual sea la causa de su reclamo. La Constitución Nacional establece libertad de circulación, y el Gobierno debe garantizarla. No hay lugar del mundo donde las calles se corten por protestas. Ni en Madrid, ni en New York, ni siquiera en La Habana, donde muchos de estos muchachos que suelen manifestarse portando banderas con la imagen del Che Guevara no podrían ni siquiera reunirse de a tres, en una esquina, porque la policía los correría a palos. Si los obreros fueron estafados, que reclamen a sus jefes, que recibieron millones de dólares en subsidios de parte del gobierno kirchnerista. Que la Justicia actúe y meta presos a los responsables del desfalco, sean empresarios o ex funcionarios. Pero que no se perturbe a los que nada tienen que ver con el asunto.
La intervención al AFSCA deja en claro que para poder cambiar en serio, debe barrerse la corrupción de todos los estamentos donde aún está enquistada. Su ex titular, Martín Sabbatella, denunciado por retener parte del sueldo de sus empleados para engrosar las arcas de su partido político, fue un ejemplo de arbitrariedad y persecución durante toda su gestión. Su inoperatividad en la aplicación de la Ley de Medios es solo equiparable a su desconocimiento de la norma. ¿Alguien puede creer que Sabbatella es un paladín de la libertad de expresión? La pregunta puede ser ampliada al nefasto programa 6,7,8, cuyos conductores dedicaron todos estos años, con jugosos sueldos pagados por nosotros, a estigmatizar a todo aquel disidente con la política kirchnerista, llegando a definir como cómplice de la dictadura a Magdalena Ruiz Guiñazú, que fue una de las periodistas que más la enfrentó, o machacando con la supuesta apropiación de hijos de desaparecidos por parte de la dueña de Clarín, sin siquiera pedir disculpas cuando se confirmó que todo fue una farsa más de la casta por entonces gobernante.
En cada oficina, en cada dependencia, en cada cajón que abre, Macri está encontrando una nueva «Caja de Pandora». Por eso, encargó ocho auditorías, para que muestren cómo dejó el Estado el kirchnerismo. Sinceridad y transparencia son otras señales que la sociedad reclama y que lo diferencian de la gestión anterior. Igual que su apertura al diálogo, tan opuesta a la retirada «resistente» de una secta totalitaria que, no contenta con haber dejado tierra arrasada a su paso, buscará hacer todo lo posible para que Macri fracase.
Como el Perro del Hortelano, el kirchnerismo sólo se mira a sí mismo, sin importarle el destino del país. Quedará por ver cuánta militancia le queda cuando descubran y asuman que la chequera y el apriete ya no valen como método para reclutar nuevos «soldados» del modelo.