Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
El principal proveedor de la Municipalidad de Florencio Varela arregló el acceso al barrio donde vive el Intendente Pereyra, pocos días antes de que el funcionario festejara ahí su casamiento. En la obra pudo verse un cartel de la Municipalidad, y los mismos camiones y personal que trabajan para la «Gestión Pereyra» en todo el distrito.
Los intentos de desmentidas dejaron en ridículo al Intendente y sus laderos, que se vieron condenados a sufrir en las redes sociales las consecuencias de su nivel de credibilidad por parte de miles de usuarios.
Cuando Julio Carpinetti era intendente, Mi Ciudad descubrió que había utilizado fondos públicos para imprimir almanaques partidarios con su imagen. Fue casi una niñería al lado de las cosas que pasan ahora, pero desde la Comuna se apuraron a desmentirnos, mandando a hacer en el mismo día en que salió la denuncia, otros almanaques que decían «Municipalidad de Florencio Varela». El propio Carpinetti nos reconoció entre risas la maniobra años después.
Del mismo modo, pero sin tanto ingenio, las actuales autoridades quieren hacernos creer que fueron los vecinos los que -ilegalmente si así fuera- pagaron por un asfalto hecho para que los invitados a la fiesta –entre los que también estaba el proveedor que hizo la obra- pudieran llegar cómodamente al lugar. Y que la Comuna sólo actuó por el pedido de una familia con una niña discapacitada, solicitud que llevaba ya seis años, y se resolvió mágicamente en las vísperas de la boda del jefe comunal.
Aparecerán ahora tal vez, y forzada la situación por su impresionante repercusión nacional y el pedido de informes del Concejo, facturas truchas, contratos falsos, y vaya a saberse qué otro elemento preparado a las apuradas y en las sombras para justificar el caminito hacia la felicidad del Intendente. O nos querrán convencer de que para su casamiento, alguien en lugar de un juego de cubiertos o una licuadora, prefirió regalarle un asfalto.
Es la suerte que tiene toda esta gente. Alguien les presta –o alquila por monedas- las lujosas residencias donde viven, otros les facilitan los automóviles que usan, otros les pagan los viajes por el mundo, otros les bancan las expensas, y ahora, parece, también les pagan el asfalto de sus calles.
Pero la gente sabe quién es el que miente, cuando desde hace más de 20 años, en cada inicio de período, el mismo Intendente promete exactamente las mismas cosas: cloacas, asfaltos y agua corriente, que nunca llegan a una ciudad donde los enormes baches de sus calles se tapan con cascotes y tierra, como si viviéramos en tiempos de la Colonia.
Una ciudad que sufre más de dos décadas de involución, en las cuales lo único que cambió fue el nivel de vida de nuestro Intendente, que empezó en una casilla sin inodoro, y terminó en una casaquinta de lujo, y el de sus socios, partícipes necesarios del vaciamiento de nuestro Pueblo.