Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
La denuncia de la diputada Elisa Carrió contra Julio Pereyra por enriquecimiento ilícito hizo que muchos recordaran que, allá por 1982, el Intendente de Florencio Varela habitaba una modesta vivienda en el barrio Don Orione, de esta ciudad.
En la calle Montserrat de esa popular barriada, Pereyra, su esposa Beatriz Mohni y sus hijos compartían una precaria casilla que carecía de toda comodidad. Pereyra había trabajado como empleado telefónico y su modesto sueldo no le permitía mucho más. Sin embargo, su generosa labor en la sociedad de fomento del barrio le permitió ganarse varias amistades, que a través de una colecta, le compraron su primer inodoro.
Algún tiempo después, Pereyra obtuvo una vivienda social en el Complejo Habitacional Varela II, de Villa Esther. Se trataba de un barrio levantado por la Cooperativa de Trabajo, Consumo y Vivienda «5 de Noviembre Ltda.», que comprendía 91 casas. La de Pereyra estaba en la esquina de Godoy Cruz y Túnez, y si bien significaba un paso adelante con respecto a su anterior hogar, también le había sido entregada con varias falencias. Según testimonios de esa época, la casa no tenía cámara séptica ni pozo ciego, tampoco instalación eléctrica, vidrios, ni artefactos sanitarios en el baño. Pero estos faltantes no duraron mucho tiempo. Rápidamente, Pereyra hizo todas las mejoras necesarias y aún más: le sumó a la vivienda, que terminó por destacarse entre las otras del complejo, unas vistosas rejas, posteriormente reemplazadas por un alto muro, y dos chiches, todo un lujo para esa época: un portón eléctrico a control remoto y un circuito cerrado de video.
Sin embargo, la adjudicación de la casa a Pereyra no estuvo exenta de cuestionamientos. Los demás beneficiarios tuvieron que reclamar judicialmente a la cooperativa la escrituración de las viviendas. La respuesta de la constructora fue que no podía escriturar si no se cumplía una ordenanza municipal que establecía mejoras para el barrio, entre ellas, el asfaltado de la calle 854. Esa ordenanza, que llevaba el número 2120, era el eje de la polémica: había sido firmada por el propio Pereyra, en su rol de Presidente del Concejo Deliberante. Pereyra era así, al mismo tiempo, beneficiador y beneficiado por la norma legal, al recibir una de las casas del complejo. Una irregularidad manifiesta, como tantas que se sumarían a lo largo de estos años.
Pero hubo algo más: al tiempo en que Pereyra firmaba la ordenanza para que los vecinos del «Varela II» pudieran escriturar gratuitamente, él declaraba ya haber escriturado: «que cada vecino se acerque a la cooperativa y empiece a escriturar. Y tienen la posibilidad de hacerlo gratuitamente. Está la Casa de Tierras funcionando y por la zona hay un escribano. Yo quizás lo hice más rápido porque tuve dinero para hacerlo», según reprodujo el ya desaparecido periódico local «La Tribuna de los sin voz», en su edición Nº 2 de mayo de 1998.
Había otro detalle que no cerraba: la escrituración realizada por Pereyra aparentemente había sido hecha antes de que el Departamento de Asistencia Técnica del Ministerio de Obras y Servicios Públicos emitiera el necesario certificado urbanístico, que destinaba a su nuevo destino a ese predio que hasta entonces estaba catalogado como «parcela rural». Y peor aún: la escrituración tampoco habría contado con el plano de agrimensura respectivo.
De todos modos, mostrando que su carrera política continuaba creciendo a la par de su patrimonio, Pereyra derrumbó la casa en 1997. El lugar, donde había una hermosa canchita de fútbol que utilizaban los amigos de su hija Julieta, actual Secretaria de Cultura de la Comuna, quedó reducido a escombros y tuvo una transformación increíble que aún hoy, casi dos décadas después, muchos recuerdan con asombro: en alrededor de 90 días, un ejército de obreros trabajó de 6 a 18, de lunes a sábados, y levantaron ahí otra casa, mucho más grande, y mucho más lujosa. El viejo techo de chapa había dejado paso a unas hermosas tejas. Y en su interior, había de todo: hasta un amplio gimnasio, cuyos aparatos fueron comprados al contado.
El derrotero habitacional de Pereyra fue tema durante los años posteriores. A la supuesta adquisición a Aníbal Fernández de la quinta del Cruce Varela que hoy posee su exesposa Natalia Salas siguió un tiempo de residir en un departamento de la Torre «El Morenito», que un tercero alquilaba a una conocida empresaria local. Luego, vivió en un piso de la Torre de 9 de Julio y España. Y últimamente, en la increíble mansión que también dice alquilar en el barrio Los Ombúes.