EDITORIAL

Cinismo



Editorial » 01/06/2017

Cinismo es, según la Real Academia Española, «desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables».

En un simulacro de reportaje que duró casi dos horas, la ex presidente Cristina Kirchner volvió a ejercer su rol de maestra ciruela ante la complicidad silenciosa de cuatro «periodistas» que no le hicieron ninguna pregunta en serio.
La puesta en escena se emitió por el canal de Cristóbal López, uno de los dos empresarios más beneficiados durante su gobierno –el otro es el convicto Lázaro Báez, que cuenta con una millonaria deuda por no haber depositado los aportes previsionales de sus trabajadores. Curiosas amistades y privilegios de los que decían sostener un «modelo nacional y popular».
Felizmente para nosotros ya sin cadena nacional, aunque con sus mismos modos y vicios, Cristina aprovechó su genuflexa compañía para dar cátedra de cómo gobernar y hasta de cómo preguntar. Sin tolerar interrupciones y hasta confesando que hubo un arreglo previo acerca de los temas a tratarse, la «abogada exitosa» -que nunca trabajó como tal- no ahorró datos y cifras a la hora de echar tierra sobre el gobierno nacional y la actualidad del país, sin importar si eran o no reales.
Con total descaro, habló de la inflación despegándola de la que dejó su gestión, que era mucho mayor que la actual, al igual que lo hizo sobre la pobreza, a la que en su década de gloria estaba prohibido mencionar porque era «estigmatizante».
Sin ningún reparo, alertó sobre un posible avance del gobierno «sobre los fondos jubilatorios», como si el kirchnerismo no hubiera echado mano de este recurso, al estatizar el sistema para financiar gastos del Estado.
Pese a que fue una instancia impulsada en su momento por Néstor Kirchner, manifestó que no quiere ir a las PASO, pretendiendo decidir la lista a dedo y aclarando que «si para sumar más votos» tiene que ser candidata, va a serlo.
En otra fragrante contradicción, se alineó con la crítica homilía pronunciada durante el Tedeum del 25 de Mayo, olvidando que el mismo mensaje se repitió sistemáticamente cada año, durante la última década, cuando ella escapaba de la Catedral Metropolitana para no escucharlo.
Ninguno de los «cuatro fantásticos» entrevistadores le preguntó por Lázaro, ni por sus hoteles alquilados a fantasmas. Tampoco por la situación de Santa Cruz, ni por los millones de su hija Florencia, la nac & pop que estudiaba cine en Estados Unidos. Nadie interrogó, a la abanderada de los derechos humanos, acerca del nombramiento del General Milani –detenido por represor- al frente del Ejército. No se escuchó ninguna pregunta sobre el caso Ciccone, por el que su vicepresidente irá a juicio oral. Nadie habló de la muerte de Nisman, producida horas después de que la acusó de traición a la Patria.
Pero eso sí, lo más patético, el autodidacta uruguayo Víctor Hugo Morales, inusualmente apagado durante la comedieta de entrevista, le preguntó sin pudor: «¿cómo va a hacer para abatir la tristeza?».

Faltarán buenos gobernantes y hasta buenos periodistas, pero… Cinismo es lo que sobra.


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