Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Mariano Ferreres nació en Barracas, el 20 de septiembre de 1942, en «plena Guerra Mundial», según remarca, y a los tres días lo trajeron a Florencio Varela, la tierra de sus abuelos y sus padres.
Casado con Susana Comerón desde hace 51 años, tiene cuatro hijos, Mariana, María Susana, Paula y Lucas, y siete nietos. Es un reconocido Maestro Mayor de Obras y es casi imposible enumerar la cantidad de edificios de nuestra ciudad y otras localidades que llevan su sello. Se lo nota relajado y feliz, pero no olvida sus años de sacrificios: «Cuando nos casamos –recuerda- yo dibujaba planos como loco, y vivíamos del sueldo de Susana. Pero salimos adelante. Estuve muchas veces colgado de la palmera, fusilado, porque con las obras a veces se ganaba y a veces se perdía. Y se ganaba para vivir…Pero pudimos crecer, de a poco. Nosotros no recibimos herencias ni negocios para continuar. Yo me casé y tuvimos que salvar la hipoteca que tenía la casa de mi viejo.». Trabajó en la Municipalidad y en los Laboratorios YPF, y dio clases en el Instituto Santa Lucía. Fue socio de Jesús Llavona y colaboró con el recordado Claudio Dal Vecchio. Integró la comisión directiva del Club Varela Junior, donde compartía partidos de tenis y pelota a paleta con muchos amigos, y hoy, luego de superar algunos problemas de salud, sigue dándole un lugar al deporte, y se divierte jugando al golf. Con él, dialogamos en su casa de la calle San Luis.
-¿Quién fue el primer Ferreres de Florencio Varela?
-Mi abuelo José, en 1911. Mi abuela era Dolores Carceller. El era originario de Valencia. Acá hubo muchos inmigrantes valencianos, y vascos. En Villa Vatteone hubo como una colonia valenciana: los Beltrán, los Sanz, los Ferreres… En la parte más alejada. En San Nicolás se terminaba el pueblo. Progreso, San Nicolás, Florida era la troncal, ahí terminaba el pueblo. Mi viejo, Lucas, nació en 1915.
-¿De qué trabajaba su padre?
-El tuvo un puesto en el Pepín de Barracas y en El Proveedor del Sur, Lima y San Juan, en Capital. Comerciaba pollos, huevos, y conejos. Mi abuela se tomaba el tren y llevaba las canastas con mercadería. En el 55 vendió los puestos y puso una tienda en Varela, donde tenía amigos como Lindo Rosselli, Alfredito Scrocchi, Bengochea, Meronio, el Dr. Sallarés… La Tienda era El Clavel, donde después funcionó Arcal que se llamó así por Arduain y Taco Calvi , que se la compraron a él… Con el tiempo volvió al tema de las aves. Y se metió en política, y yo, con 16 años, también. Con la Elección de Frondizi. A él lo eligieron concejal, cuando Julián Baigorri fue Intendente. Iban a La Plata en tren, y se peleaban por pagar el boleto. Estuvieron cuatro años juntando pesito a pesito para continuar el asfalto de la avenida San Martín, hasta la Monteverde.
-¿A qué escuela fue?
-En 1948 me mudé a la calle Tucumán. Por eso fui a dos escuelas, primero a la 10 y después a la 11, y tuve amigos en las dos mitades del Pueblo. Mi verdadera maestra fue Irma De la Vega, que era la secretaria del colegio, una mujer excepcional, que nos daba clases cuando el maestro Suárez Serrano no iba, porque su verdadera vocación era el teatro. Era muy amiga de Pura Otero y fue pareja de Hércules Ruffo. Nos preparó para el ingreso a la Secundaria, era brillante. Ella y mi maestra de segundo, Livita Celaya, madre de Teresita Rodríguez, fueron las mejores maestras que tuve.
-¿Quiénes fueron sus compañeros?
-En la escuela 11 tuve como compañeros a Emilio Belmonte, Ruben Castelli, Gutani, María Matilde Rodríguez, Patricia Negri, Carmen Vallejos, Juancito Morielli, Bevacqua…
-¿Y de su infancia qué más nos puede contar?
-Mi primer amigo fue Chiquito Devincenzi. Mi barrio era el de los alrededores de la Escuela 10. Otros amigos, Quique Bacigalupo, Chichita Bacigalupo, Mannarino, el Gallego Maté, Jorge Greco, Héctor Barriani, que era el abanderado. Ibamos a la escuela con guardapolvos almidonados, parecíamos un regimiento. Hércules Ruffo, el director, era un hombre que nunca le gritó a un chico, pero tenía un grado de autoridad… Jugábamos al fútbol en la cancha de Juramento, Uruguay y Montevideo, en el fondo del arroyo Las Piedras pescábamos mojarras y también íbamos al arroyo Davidson a buscar anguilas. Y jugábamos en la Pista de Trote, de los De Wynne. Ahí íbamos, al fondo, a la laguna, a cazar teros.
-¿Con qué los cazaban?
-Con gomeras…
-¿Cazaron alguno?
-Nunca…
-¿Cómo era su casa?
-La casa donde vivíamos tenía un cuarto de manzana, en Juramento y Cabildo. Mi abuela, que era también mi madrina, me hablaba en el dialecto catalán, que era valenciano, y me enseñó a leer y escribir. Mi vieja estuvo internada mucho tiempo y mi abuela era la que mandaba en la casa. En esa casa se faenaba, mi viejo hacía el vino, tenía las bordalesas, las prensas, y no faltaban las butifarras catalanas ni las morcillas valencianas, que son a base de arroz, estaban colgadas las longanisas… Había gallinero, conejos. No teníamos ganado. Pero la familia De Lorenzi le criaba una vez por año un ternero a mi viejo. En el barrio estaba la familia Romero, la de los taximetreros, el almacén de Cozzi, la familia Tipol. Estaba la quinta de Urtazun, llamada «Begonia» , en Cabildo y Chaco, la quinta de los Sanz, que tenía pileta de natación, la sodería de don Juan Albarellos…
-¿Qué le enseñó su padre?
- Me enseñó todo. Leía mucho, tenía solo la primaria pero sabía mitología griega, había leído Cervantes, Calderón, Fray Luis de León… Y de lo nuestro, Hernández, Guiraldes, Zorrilla de San Martín. Me contaba todo… Sabía el Martín Fierro de memoria. Era lector de La Nación, porque decía que era el único diario que era libre. Y lo leía en el tren a escondidas, porque ya había grieta.
-¿Cuál fue su primer trabajo?
- A los trece años iba a trabajar al taller de Emilio Ségota, que era tornero y matricero, y fue maestro de los Amilibia, los Vaccaro y otros. Cuando venían las vacaciones, yo no descansaba, me ponía el mameluco. También trabajé como pintor con Héctor Ben, y como carnicero cuando mi viejo puso una carnicería en Vicente López. De ahí viajaba a Retiro, de Retiro a Constitución, y tomaba el colectivo para la Facultad. Y al otro día, otra vez a levantarme a las cuatro de la mañana para ir a Vicente López…
-¿Quiénes eran los amigos de su «barra» en la juventud?
- En mi barra estaban mis primos, Guimerá, Cachito Refay, el «Cuda» Enrique Demattei, Guillermo Fernández, Litin Ramírez, Pelusa Fonrouge, Tito y Julián Videla, los Setler, Carlitos Piñero, Alfredo Quende… Ibamos a bailar con las chicas «del otro lado» de la vía… Ibamos a soplarle la dama a los del otro lado. Siempre se va a pescar a la vereda de enfrente… Y se formó una barra de treinta y dos personas. Nos reuníamos en la casa donde estaba la vieja carpintería de Boyer. Comprábamos pizza y gaseosas en lo de Juancín, en la esquina de Newbery y San Martín. Después aparecieron Varela Junior y Montecarlo, pero ese grupo siguió hasta que nos empezamos a casar…
-¿Cómo fue su tiempo en la Municipalidad?
-Trabajé con gente como Angel Basta, estaba Emilio Belmonte como enfermero del Hospital, Sinforiano Piñero con un camioncito que limpiaba el pueblo, Juan María Melzi, Juan Carlos Rossini, Eduardo Rodríguez.
-¿Lo echó el Coronel Grazzini?
-Sí. Por un planteamiento sobre los sueldos que hicimos todos, pero me identificó como «cabecilla» y me echó.
-En el club Varela Junior, la comisión que integró, con Jorge Dreyer, Horacio Guarasci y Juan Tellechea, entre otros, hizo la tercera cancha de tenis y usted tuvo mucho que ver con la edificación de la nueva sede. Pero también con la cancha de pelota a paleta…. ¿Cómo fue eso?
-Me fui a ver todas las canchas de pelota de Varela, la del club Villa Vatteone, la del almacén de Armanini y la privada de la quinta de Cabello, y la más vieja, la del almacén de Manuelín, en la calle Buenos Aires, casi en el límite con La Plata. Ahí iban los viejos de Varela todos los días en carro, a las seis de la tarde, a tomarse unas cañas y jugar al mus, y volvían a las cinco de la mañana. Entre ellos iban los Serliani, que tenían una carbonería, y don Manuel Estévez, que era tío de mi mamá…
- ¿Jugó al fútbol?
Sí. Había muchos campeonatos. En mi equipo, La Loma, jugaban Cachito Refay, José Tubero, Miguel Aparicio, Quique Sátera, Omar López…
-¿Por qué se llamaba La Loma?
-Le pusimos ese nombre porque lo armamos en Sallarés al fondo, y desde ahí se veía una loma. Entre nuestros rivales estaba Independiente, donde jugaban Renzo, Vaquita, Rojitas, los Karam… Y el club La Esmeralda, que lo manejaba un inspector de la Municipalidad que se llamaba Reynoso…
-¿Intervino en varias carreras de regularidad?
- Sí. Ahí me metió Cogollo Rodríguez, que corría con Draghi, Enrique Lorenzelli y Pastormerlo. En el debut salimos séptimos, con mi cuñado. Y después corrí con el gordo Eduardo Beaufays, de El Cruce, él manejaba y yo era el cronometrista. También lo induje a correr a Manuel Echavarría.
-¿Cómo fue la explosión demográfica de F. Varela?
- En el ´60, cuando se empezó a lotear. Estaban Vergili y Corti, los Luchetti.. . El primer Barrio Mayol se hizo con el Barrio Bancario, por el Plan Eva Perón. En 12 de Octubre y Sarmiento hasta la quinta de Mayol, y daba hasta la calle Cabildo. Era un campo todo inundado, donde se formaba una laguna. Ahí hoy está el Hospital Mi Pueblo. De noche se oía a las ranas y el rebuznar de los burros. Había unos cincuenta en ese predio, y se ponían contra el alambrado. Nosotros estábamos a cincuenta metros de ahí. Los loteos no estaban aprobados por la Municipalidad porque no tenía plan regulador y después salieron las moratorias. Los rematadores traían la gente de Buenos Aires y vendían.
-¿Hay algún personaje de la historia varelense que quiera resaltar?
- Quiero rescatar a Don Salvador Sallarés, que venía mucho a mi casa, y a Libio Mandirola. El me atendía y vino durante 40 días seguidos a verme cuando yo tuve una pulmonía a los ocho años. Es raro que no haya ninguna calle que tenga su nombre. Y mi viejo también merecería ser recordado, porque fue un concejal laburante.
-Ahora se dedica al golf…
-Sí. Jugamos con mis amigos Manuel Echavarría y el Pato Castelaro.
-¿Quién es el que mejor juega?
-Y… El Pato lleva ventaja. Nosotros éramos ex tenis del club Varela Junior, con Jorge Dreyer, Roberto Dogil, Titique Rosselli, Guillermo Dingevan, Chiche Baigorri…
-¿Está contento con la vida?
-Y… Calculá. Tengo cuatro hijos, todos profesionales y bien encaminados. Los nietos que vienen empujando, una de ellas arquitecta, trabajando a pleno, que también es deportista.
-¿Qué le diría a Dios si lo tuviera enfrente?
-Que le agradezco, a Dios y a la vida. No soy muy religioso. Más bien un agnóstico flexible. Pero cuando Eduardo Moreno y Edith nos introdujeron en la experiencia, organizada por la Iglesia, de los encuentros matrimoniales, me acerqué más a la fe. Y fue una enseñanza tremenda. Eso nos potenció, nos dio herramientas que hacen a la convivencia de los buenos matrimonios. Y aquí estamos… 51 años juntos.
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