Vandenbroele, el delator



Edición Impresa » 02/12/2017

El varelense Alejandro Vandenbroele, que hace cinco años obtuvo triste trascendencia nacional al ser señalado como posible “testaferro” del ahora encarcelado ex vicepresidente Amado Boudou, solicitó declarar ante la Justicia como “testigo arrepentido”.
Vandenbroele ya está siendo enjuiciado en una instancia oral por el Caso Ciccone pero también está acusado en otras causas: la del “asesoramiento financiero” a la provincia de Formosa, la de una posible “asociación ilícita” junto a Boudou y otra vinculada con el caso Ciccone. Tras una reunión con la Ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, finalmente confirmó que estaba “decidido a hablar”, lo que fue ratificado por el Fiscal Jorge Di Lello.
Vandenbroele debió cumplir ciertos requisitos para considerarse un testigo protegido, entre ellos, “referirse únicamente a los hechos ilícitos de los que haya sido partícipe” y a “sujetos cuya responsabilidad penal sea igual o mayor” a la suya.

 

«El testaferro de Bodou»

 

La caída en desgracia de Vandenbroele y Boudou comenzó cuando la ex esposa del primero, Laura Muñoz, declaró a la prensa que su ex pareja era “testaferro” del acompañante de Cristina Kirtchner en la fórmula presidencial y que “trabajaba con José María Nuñez Carmona, socio y amigo de Boudou”. Las declaraciones se conocieron en el programa radial de Jorge Lanata.
Se supo también que Vandenbroele, que figuraba ante la AFIP como monotributista facturando 15.000 pesos por año, pagó en efectivo 567.000 pesos para levantar la quiebra de la imprenta más grande del país: Ciccone Calcográfica. Clarín publicó la copia fiel del expediente judicial respectivo que confirma esta operación. En febrero de 2012, la Casa de Moneda pidió al Banco Central que autorice a Ciccone a imprimir billetes de curso legal de 100 pesos, un negocio de 50 millones de dólares. Ciccone también imprimió las boletas que el Frente para la Victoria utilizó en las Elecciones de 2011.
Además, la AFIP otorgó una moratoria excepcional a la empresa, con facilidades de pago y una tasa de interés de aproximadamente el 6 por ciento anual, aunque años antes había pedido su quiebra, por una deuda cercana a los 240 millones de dólares.
Todas estas circunstancias y posteriores revelaciones, como supuestos alquileres de Vandenbroele de propiedades de Boudou, hicieron que la Justicia diera inicio a una amplia investigación que hoy llevó al ex vicepresidente de la Nación a la cárcel.
El periodista Hugo Alconada Mon publicó entonces en La Nación: «Fue a mediados de enero. Incluso arriesgan que ocurrió durante la tercera semana del mes. Y fue en el coqueto restaurante del Palacio Duhau, sobre la avenida Alvear, del hotel Park Hyatt. Allí almorzaron el vicepresidente Amado Boudou y su amigo y flamante dueño de la ex Ciccone Calcográfica Alejandro Vandenbroele, según relataron testigos del encuentro a La Nación.

Un conocido de otra mesa se acercó a saludar a Boudou, por entonces a cargo de la Presidencia por la licencia médica de Cristina Kirchner. Pero, más allá de alguna otra interrupción, almorzó tranquilo con Vandenbroele. Los acompañó un tercer comensal, al que nadie reconoció.
Boudou y Vandenbroele tienen mucho en común, incluido un amigo que es deudor declarado del vice y socio del nuevo dueño de la ex Ciccone. Lo es en una firma española, nacionalizada a través de una presentación judicial en Tucumán, según reveló la revista Noticias .
Aunque se conocen desde hace décadas, esta vez el almuerzo ocurrió en un momento muy tenso para Vandenbroele. Venía de su más dura discusión en Mendoza con su esposa, Laura Muñoz, quien un par de semanas después lo señaló como presunto «testaferro» en los negocios «no tan claros» de quien por esos días fue Presidente Interino de la Nación.
Al frente de la mayor imprenta del país, Vandenbroele ya había obtenido para entonces su primer gran contrato: imprimir las boletas electorales para las primarias del Frente para la Victoria (FPV). Como antes superó un accidente de tránsito en Florencio Varela en el que casi se mata, parecía dejar atrás sus tiempos como monotributista. Ante sus amigos comenzó a hablar de «millones de dólares», según reconstruyó La Nación».
Alconada Mon también reveló que un jubilado de 75 años figuraba como «apoderado» del fondo de inversión que controla Ciccone, dijo no saber de qué se trata y que hace algunos años “le hicieron firmar unos papeles a cambio de 200 mangos, que necesitaba”.

 

Su vida en Varela

 

Vandenbroele, abogado recibido en la Universidad Católica, vivió en Florencio Varela durante su niñez y gran parte de su adolescencia. Hijo de una familia acomodada, residía con sus padres y hermanos en una amplia vivienda ubicada en el interior de la planta local de la por entonces pujante Agfa Gevaert, que era dirigida por su padre, y en cuya canchita de fútbol se divertía con sus amigos. Pero no era ese el único deporte al que se dedicaba: también jugaba tenis y paddle en el club Varela Junior y otros clubes de la ciudad. Pese a vivir en F. Varela, terminó la secundaria en el Colegio San Miguel, de Adrogué, cuyo lema es “asegurando el futuro”. Sus muchas amistades lo convirtieron en esos años en un conocido habitué de “la movida varelense”, siendo frecuente verlo fotografiado en los boliches de moda, como los recordados “El Banco” o “Boxer”.

 

«Malevo»

 

En 1992, le tocó vivir el peor momento de su vida. Volviendo a nuestra ciudad circulando por la avenida Mosconi tras una fiesta, estrelló su vehículo contra un árbol y sufrió graves lesiones, principalmente en sus piernas y en su rostro, que debió ser reconstruído. Tras una prolongada convalescencia y su atención en el Hospital Británico de Buenos Aires, se recuperó y retornó a sus actividades, aunque durante varios meses tuvo que desplazarse con la ayuda de unas muletas.
Su vocación empresarial también se desarrolló en el Viejo Mundo: en la década pasada, Vandenbroele montó, junto a un par de amigos, un bar en Madrid al que le dieron el nombre de “Malevo”.
Parece que el Malevo, ahora, se decidió a hablar. Y sus palabras pueden complicarle la vida a muchos.


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