Por Noelia Belén Ramírez
Por Noelia Belén Ramírez (*)
Si creemos que el contexto de pobreza estructural, arrastrado durante varios años entre generaciones enteras de familias, que aun trabajando el doble, cuentan con menos ingresos año tras año, depende únicamente de la voluntad que individualmente cada sujeto le otorgue a su desarrollo personal, en el ámbito laboral y educativo, creo sin duda que somos nosotros el peor Covid.
Sorprende que todavía algunos crean que más allá de los esfuerzos heroicos de las escuelas, los docentes y las familias, la virtualidad de las aulas incluye a todos los chicos.
No estoy planteando una queja partidaria o quedándome en el problema llano en relación a la falta de recursos y a la lamentable brecha socioeconómica que tenemos en nuestro país, con el fin de no hacer nada, todo lo contrario, creo que el inicio de un buen trabajo educativo tiene que partir de una conciencia social que no culpabilice, rompiendo con la idea de que “él que quiere puede”, porque muchas veces esta frase comúnmente usada, lo único que hace es frustrar más a aquél que llegando al límite de sus esfuerzos, no logra salir de una situación marginal heredada, la cual sin políticas educativas concretas es difícil de revertir.
Agota la fantasía que supone que solo con el esfuerzo todos vamos a poder concretar nuestros sueños. Es un lindo propósito para un cuento motivacional, pero en nada se parece a la realidad. Los chicos de nuestro país parten de situaciones muy diversas y deben enfrentar adversidades que son determinantes a la hora de plantearse un proyecto de vida, académico, laboral y personal.
La pandemia mostró la peor cara de la desigualdad poniendo de manifiesto que son muchos los chicos que quedan en el umbral de las propuestas educativas, debido a contextos desfavorables, siendo vulnerados de todos los derechos que como adultos debemos garantizarles. Entonces, basta de hacernos creer que esta es la educación en auge, que las clases virtuales son la educación del futuro, porque si bien son un complemento importante, no hay futuro si la educación no es para todos los chicos, y no aportamos nada siendo los repetidores de frases nefastas como, “no estudian porque no quieren”, “tienen celulares y los usan para pavadas” entre otras más crueles.
No nos creamos el cuento de la educación que viene , cuando hoy no podemos garantizarle a un chico que pueda tener un plato con comida caliente diariamente. Y no es un eufemismo, es la peor de las realidades.
(*) Psicopedagoga y docente.