Por Nahir Haber
Desde los nueve años mi papá antes de irse al trabajo, me deja tareas de hombre para hacer porque mi abuelo hacía lo mismo con él. Empezó con sacar la basura o mover un mueble hasta que en el verano pasado, por primera vez me dio el peor trabajo de todos, desarmar el viejo chaperío al que llama galpón porque no quise ir de vacaciones con el resto de la familia. Al principio fue el peor castigo, algo imposible pero creo que me siento orgulloso, de hecho cada vez que puedo se lo recuerdo para que no me repita que soy un inútil completo por no querer hacer todo el tiempo lo que me dice. Sobre todo cuando quiere que me quede a cuidar a Caro, mi hermana menor. Además me crecieron los músculos del brazo pero no se nota casi nada.
Como sea, este verano que pasó fue el mejor, conocí a la mejor chica del mundo, ni muy alta ni muy baja ni muy gorda ni muy flaca, es perfecta. Nos vimos por primera vez la primera semana de febrero en la casa de Adrián, mi mejor amigo del colegio, mi «hermano de otra madre» como nos gusta llamarnos. Bueno, ella en realidad es la prima de Adrián pero vive en El Pato que está cerca de La Plata y es lejísimo de Varela, es tan lejos que no hay ni un colectivo que me lleve hasta ahí. Ya nos vimos dos veces y creo que empiezo a pensar que quiere ser mi novia o tiene algo conmigo. Ya me estaba olvidando del nombre, se llama Carla y juega al Hóckey en un club de por ahí, me dijo que le gusta pero que a veces le da fiaca. Es medio como yo que me gusta ir a jugar a la pelota pero también quiero estar en el sillón jugando a la Play. Nos gustan las mismas cosas, es increíble. Nunca conocí a nadie así.
La otra vez mi papá entró a mi cuarto y yo estaba hablando por MSN con ella y de repente tuve que cerrar todo. ¡Ay! Tenía el corazón en la boca, encima es más difícil saber cuando voy a volver a chatear con ella. Me conecto todos los días a las ocho de la noche y dejo todo en verde para que sepa que estoy pero ya pasó una semana y me estoy muriendo. Para mí que se dio cuenta porque estaba todo colorado. Ahora es peor pedirle a mi mamá permiso para que venga Carla a casa, me va a hacer un millón de preguntas y me mata eso, es terrible mi mamá con esas cosas, siempre me hace pasar un montón de vergüenza cuando viene una chica a casa por más que sea una compañera fea de la escuela que no me guste. No sé, nunca traje a nadie a mi casa que me interese igual, y ya tengo quince, estoy medio grande. Todos en la escuela ya tranzaron y yo siempre miento que también. El único que sabe la verdad es Adrián, le dije que no diga nada, igual es una tumba con esas cosas.
Lo tengo podrido a Adrián, todos los días le pregunto por ella, qué sabe de su familia, de cuando era chica, de todo. A veces me callo la boca porque no quiero que se dé cuenta que estoy hasta las manos. Me da vergüenza porque es mi amigo y va a pensar que soy un interesado y nada que ver, yo sé que él es mi hermano.
Ayer me dio la mejor noticia que podría haber recibido: ¡Carla va a ir al baile del Santa de éste sábado!. Me quiero morir. El permiso ya lo tengo ganado pero no sé ni que cara poner para disimular la emoción con Adrián. No quiero que piense que las cosas entre nosotros van a cambiar porque al contrario.
Hoy es sábado, al fin llegó ¡por Dios! no pude hacer más que pensar en esto toda la semana, parezco un pelotudo, tiene razón mi viejo. Por suerte ya le pedí al tío Mario que nos lleve a Agus y a mí. Adrián va con su hermana Luli y Carla. Ayer compramos las entradas en la puerta de la escuela a los más grandes. Y yo le compré la entrada a Carla pero le dije a Adrián que no le diga nada. Atrás de la entrada le escribí «de Sebas para Carla» y debajo le dibujé un skate para que quede más canchero. No puedo esperar a verle la cara.