Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Recordada por decenas de alumnos que la tuvieron al frente de sus clases, Rita Fava nació en Florencio Varela el 17 de abril de 1949. Casada con Eduardo González desde hace casi 45 años, es madre de Martín, periodista de Canal 13, Evangelina, quien trabaja en el Banco de la Provincia y Juan Ignacio, programador, y orgullosa abuela de Vicente, Juan Manuel y Guadalupe. Tuvo dos hermanos: Coco y Nuni, que en realidad se llamaba Elsa del Carmen, y a la que algunos en su familia, por esas costumbres del Varela de ayer, llamaban Carmencita. Ya lejos de los pizarrones y las tizas, aunque estuvo dando clases hasta el año pasado, reconoce que no hubiera sido otra cosa que maestra, y abrió su arcón de los recuerdos en este encuentro con Mi Ciudad.
-Háblenos de sus padres…
-Mi papá vivió en el Instituto Biológico y trabajó ahí, junto con su hermano. Anteriormente mis abuelos habían sido cuidadores de ese lugar. Volviendo a mi padre, también fue visitador médico. Era del 1900, muy estricto, muy rígido, con unos principios que ojalá hoy existieran. El cumplimiento de la palabra, la importancia de no mentir… Fue muy buen padre.. Mi mamá era ama de casa. Y ella era más abierta.
-¿Cómo se llevaba con sus hermanos?
-Muy bien, pero no tuve la relación de jugar con ellos, porque cuando mi hermano se casó mi mamá estaba embarazada de mí. Y Nuni fue hermana y madre… Me ayudaba para la Escuela, me forraba las carpetas, siempre estuvo ahí…
-¿Conoció a algún abuelo?
-A uno. Mi abuelo Celestino Morbelli, padre del dueño de la Tienda Las Locuras, que tenía el mismo nombre, y era el padre de Pucho y Hugo Morbelli. Mi abuelo murió cuando yo tenía nueve años. Lo recuerdo muy tierno, viejito, con mucho carácter, y como un pilar, un foco de unión de la familia.
-¿Cómo fue esa infancia?
-Re feliz. Vivíamos en 25 de Mayo y Rivadavia y el barrio estaba lleno de chicos. Enfrente estaba Stella Porcell, enfrente Luis y Horacio Genoud, en la esquina los Bussolo y los Memmo… Andábamos en bicileta, jugábamos a la rayuela y a la escondida.
-¿Dónde hizo la escuela primaria?
-En el Sagrado Corazón.
-¿Tuvo como maestra a la Hermana Loyola?
-No. La Hermana Loyola estaba en Jardín de Infantes. La veo con su acordeón y todos los nenes saltando y cantando alrededor de ella, debajo de las plantas. Es una imagen que siempre me quedó grabada. Mis maestras fueron la Hermana Concepción, Chichita Belelli, la señorita Pilar Barta, que era una institución.
-¿Quiénes eran sus compañeros?
-Negrita Mandirola, Mechi Llanos, que fue directora del Jardín hasta el año pasado…
-Y la Secundaria también fue en el Sagrado…
Sí. En aquel momento no había demasiadas opciones de colegios secundarios en Varela. Mi mamá me dijo “te voy a mandar ahí para que tengas un estudio secundario, y después hacé lo que tengas ganas de hacer” Y me encantó. Creo que no podría haber sido otra cosa que maestra. En 1966 me recibi de Maestra Normal Nacional, con 17 años, y en marzo de 1967 la Hermana Concepción, que había sido maestra mía en primer grado vino a golpearme las manos a casa y me dijo que me necesitaba… Y ahí fuí. Me tocó un grupo de chicos de once años. Y me gustó de alma.
-¿También ejerció en escuelas públicas?
-En 1967 hice una suplencia en la Escuela 3, a la que llamaban “la Escuela de chapa”, y era chiquita y con pocas aulas. La dirigía la Sra. Nidia Larralde. Estuve un año ahí, un año en al Escuela 10, que dirigía Nelly Borelina, y más tarde en la Escuela 14, donde la directora era Ñata Dapena. Estuve ahí desde 1970 a 1988. Y en 1989 conseguí un lugar en la Escuela 1, que tenía docentes de gran prestigio y era un destino que todos querían. Cuando yo llegué la directora era Angélica Hermida, y después, Tita Palucito. La última directora que tuve ahí fue María Dos Santos Cordeiro. En 2008 me jubilé ahí.
-¿Cómo fueron esas directoras con las que le tocó trabajar?
-De todas aprendí algo. Todas tenían algo que enseñar: el nivel de exigencia, el plantarse frente al grado. Nosotras nos recibíamos con 17 años y la profesora de Práctica nos enseñaba hasta cómo teníamos que hacer las preguntas. Que el maestro es un ejemplo, cómo debe pararse. Cuando abría la puerta el director yo me paraba junto a los alumnos, ese respeto a la autoridad lo tuve siempre. En el Sagrado Corazón, una gran directora que tuve fue Chichita Belelli. Me marcó mucho su postura, su prestancia, su aplomo, su manera de dirigirse a los chicos. Fue una gran maestra de maestras y la quise muchísimo.
-¿Recuerda alguna anécdota?
-Sí. Una vez me había tocado un grupo muy flojo, y yo estaba acostumbrada a chicos que trabajaban mucho. Y Ñata Dapena me dijo: “pensá en todos los problemas que tienen estos chicos y fíjate cómo los atraés para que ellos puedan aprender, porque este grupo necesita un trato especial”. Y así uno iba aprendiendo sobre la marcha…
-¿Salía a bailar en su juventud?
-Sí, sobre todo hacíamos asaltos en las casas de distintas chicas.
-¿Con qué otras cosas se divertían?
-Con las bicicletas. Nos íbamos a pedalear, por ejemplo, hasta Villa San Luis, con Piky Andreo, Gipsy Pereyra, Aldita Pascuet, Marta Cánepa, María Rosa Echavarría, Amanda Monroig, Mechi Llanos, que fue mi compañera desde la primaria, la secundaria y aún hoy, sigue siendo mi amiga, Marta Romero…
-Todas siguen siendo amigas…
-Sí. Y después se fueron agregando compañeras del trabajo y hasta chicas que fueron alumnas mías, como Sandra Rodríguez.
-¿Cómo conoció a su esposo?
-Mi hermana había quedado viuda hacía un año y pico. El marido, Eduardo Rodríguez, había fallecido en un accidente de tránsito. El era de Rotary y ella siguió por un tiempo en la rama femenina del club, y recibían chicos que venían por un intercambio desde Estados Unidos. Se hacían reuniones y salidas y en uno de esos encuentros lo conocí a Eduardo. Estuvimos cinco años de novios y casi cuarenta y cinco de casados… Son cincuenta años juntos.
-¿Fue amor a primera vista?
-Sí… Fueron varias salidas, me invitó a bailar.. Y ahí arrancamos.
-¿Tuvo que pedirle la mano a su papá?
-No. Pero cuando fue a casa llevó unos bombones, y mi papá le dijo a mi mamá: “Que amable Eduardo que nos trae una caja de bombones”… Ni sospechaba…
-El año pasado todavía daba clases…
-En el Sagrado Corazón. Me jubilé en agosto y el año anterior tuve una operación en la rodilla, que si no fuera por eso tal vez ahora tenían que sacarme a empujones…
-¿Cambió mucho la Educación en estos años?
-Uno se pregunta qué es lo que se vino tan abajo… Pero la sociedad cambió mucho. Cuando entré a trabajar a la Escuela 14 había dos tranvías como aulas, y tres turnos. Los chicos estudiaban tres horas por día. Y cuando iban a dar los exámenes para entrar al Comercial, aprobaban. Lo mismo los chicos de la Escuela 1 para entrar al Santa Lucía, y lograban notas brillantes Por eso cuando dicen que los chicos necesitan más horas de clases no sé si es tan así.
-¿Los alumnos de ahora son diferentes?
-Los chicos de ahora tienen más excusas para no hacer las cosas. Antes investigaban más, había más dedicación. Pero no nos olvidemos de las dichosas redes, habrá que buscar una manera de que las aprovechen mejor. Pero los chicos siempre son chicos, y pienso que está en el adulto como los llevás, como los tratás y como los guiás. Cuando son tan rebeldes, es que están buscando un límite. Tiran de la soga hasta que vos les decís “basta”. La nuestra es una actividad que te obliga a estar atento, a estar preparado, a leer, a aggiornarte. Si un chico te hace una pregunta vos tenés que tener la respuesta.
-Evidentemente está muy contenta con su vida…
-Sí. La vida me dio cosas hermosas. Mis hijos, mis nietos y mi marido, que es mi compañero de toda la vida, es lo mejor que tengo. Con él, compartimos las cargas parejito y todo lo que logramos fue a fuerza de empujar. Lo que tengo que agradecer a Dios es la hermosa familia que tengo.
-Justamente eso era lo que iba a preguntarle. Qué le diría a Dios si lo tuviera enfrente…
-Gracias. Por estos hijos que son excelentes personas, y responsables en sus trabajos. Mi marido siempre laburó muchísimo y ellos lo han mamado. Eso me enorgullece.