Por Nahir Haber
La Navidad en mi casa empezaba cuando mi mamá decoraba la vidriera de Dadito, el negocio de mis viejos. Se pasaba un día entero encintando, apilando, que tráeme esto, lleváte lo otro. Era el día, tal vez uno de los pocos, en el que la soberanía residía en sus manos y el resto éramos vasallos de sus ideas creativas. La Navidad era un momento para sanar, para llegar a fin de año sin deudas de perdón, ni rencores, para abrir los brazos y aplastar la oveja que no quiere saltar la tranquera de la incertidumbre por llegar a fin de mes. Pero también era el momento donde los comerciantes varelenses de la calle Mitre, sacaban el reno de madera a la vereda y hacían la comunión decorando el reno al gusto del comercio. Las vísperas se descubrían aún más cuando armábamos el árbol, hacíamos la carta y la poníamos en la bota.
En Argentina las navidades se festejan con cuarenta grados de calor, todos traspirados debajo de la luna comiendo animales muertos, frutos secos y lípidos. Todos tenemos una tarea; los hombres decir que hacen el fuego y después mandarse la parte de que hicieron todo el trabajo, las mujeres las ensaladas y la bombacha rosa, los niños cagarse a trompadas y abrir regalos, los tíos vestirse de papá noel, los abuelos ponerse en pedo y pegar picos de presión. Comer como chanchos, beber como pescadores y en los mejores casos, bailar hasta el amanecer. Excesos. La Navidad termina una semana después con la última sobra en sanguchito.
Esa es la Navidad que conocía, la única, la universal para mi. Pero hace poco descubrí que las navidades de acuerdo de la cultura son algo completamente distinto. Y cuando digo esto todos pensamos que es la culpa de Coca-Cola, pero no (aunque sí).
En Italia (mayoría católica) se festejan tres días, el 24, el 25 y el 26 todo el día comiendo y bebiendo hasta reventar, eso sí lo heredamos. Además tienen un objeto sensacional que acompaña la festividad, un almanaque dibujado en una caja de cartón con agujeros según los días del mes y cada día. El juego consiste en sacar un chocolate de la caja por día del mes de diciembre hasta llegar al 25.En Portugal, también tienen la tradición del chocolate pero en vez de un almanaque es una casita navideña y cada puertita es un chocolate por día. La mayoría de los niños se comen todos los chocolates en dos o tres días y los abuelos los reponen.
Hay tradiciones maravillosas en Navidad. Los ingleses y los australianos (su colonia) tienen el Boxing Day el 26 de diciembre, y durante la fecha se promueve la realización de donaciones y regalos a los pobres. Los niños alemanes reciben a San Nicolás la noche del 5 pero los abren el 24 de diciembre después de los villancicos. También lo acompaña Knecht Ruprecht (el agricultor Ruprecht), un demonio vestido de negro, con una gran barba y cubierto de campanillas, que lleva una pequeña vara para castigar a los niños que se portan mal. Mientras que en Austria, si te portás bien, viene Santa Claus y sino el demonio de Krampus te secuestra y te lleva en su saco.
En Islandia hay una tradición de regalarse libros después de la nochebuena por eso el catálogo empieza en octubre. En Noruega se esconden escobas porque hace cientos de siglos creían que las brujas y los malos espíritus salían ese día.
Los holandeses, de tradición pagana, andan diciendo por el mundo que Santa Claus es una copia barata del propio SinterKlaas que llega dos semanas antes de diciembre en un barco desde Alicante, España, desde 1934. El viejo de barba blanca y sombrero papal, viene acompañado por «El Negro Pedro» quien lanza papernoten (unas galletas especiadas del tamaño de una moneda de diez centavos). Así que por estos días está lleno de blancos pintados de negros. Hay un dato más. Nuestros hermanos latinoamericanos de Surinam, colonia holandesa, también festejan SinterKlaas pintados de negros. Hay una disputa de acuerdo al origen de esta tradición: tiene una raíz racista fundada en que el negro Piter era un esclavo, aunque ahora sólo es un corcho quemado, el mismo que usamos para los mulatones en nuestro 25 de Mayo.
Somos de donde la cultura quiere que seamos, no hay un lugar que no se haya creído que su tradición navideña es la mejor o peor, que es la única. Para mi la mejor Navidad es ese estado del alma cuando me sentaba en el banco de la vereda del negocio a mirar a Nora en la vidriera con los renos de cada comercio enlazados por una misma soga. Las cosas sólo son propias si uno las mira desde lejos. Es importante que esta Navidad entendamos que a la noche todos vamos a estar alumbrados por el mismo fuego, sobre todo para iluminar a aquellos que no lo tengan.