Por Luján Kunzi
Mónica Garnica Luján falleció el pasado 10 de enero, a los 25 años, a manos de su pareja.
La joven madre de tres chicos estudiaba para ser instrumentista quirúrgica en la Universidad Nacional Arturo Jauretche de Florencio Varela. Desde entonces su familia se las arregla para salir adelante.
La joven murió después de haber estado dos semanas en terapia intensiva, en el Hospital del Quemado porteño, en el que se encontraba internada en estado crítico; tras haber sido rociada con alcohol y prendida fuego por su pareja, Ángel Saracho, luego de una discusión. La mujer ingresó con el 55 por ciento de su cuerpo quemado con quemaduras de 1°y 2° grado.
El hecho tuvo lugar el pasado 24 de diciembre, en una casa ubicada en las calles 116 y 24 de la localidad de Berazategui. Fue ese mismo día en que la madre de la víctima, Giovanna Luján, fue notificada por una vecina de su hija de lo que había ocurrido.
Tras la trágica muerte de su hija, Giovanna Lujan está a cargo de sus tres nietos de 2, 4 y 7 años. “Somos una familia humilde, mi marido está sin empleo y de parte del gobierno no recibimos ayuda”, manifestó Giovanna a Mi Ciudad y añadió: “No tenemos una situación económica que nos alcance para cubrir las necesidades básicas, ni para nosotros ni para los chicos”.
Según la madre de la víctima cuando lo ocurrido era noticia, todos los organismos se pusieron en contacto con ella. “Al principio éramos importantes”, comentó Giovanna, pero al pasar el tiempo ya nadie se interesó en ella o en sus nietos. “El Estado nos da un bolsón que no alcanza para tres chicos. Aunque trabajamos haciendo changas, no nos alcanza ni siquiera para pasar el mes”.
Mónica era una mujer de nacionalidad boliviana a la que la vida no le puso nada fácil. Desde chica fue discriminada por sus compañeros de colegio, quienes siempre la hacían sentir menos por ser boliviana. “Sin embargo, ella siempre les demostró que podía, que no se iba a quedar atrás”, dijo Giovanna.
Según Giovanna la relación entre su hija y Saracho era como cualquier otra. Ellos se conocían de muy chicos, y a los 17 años Mónica había quedado embarazada de su primer hijo; por aquel entonces ella no le había contado a su familia sobre el padre de la criatura, hasta que con el correr del tiempo decidió contárselo a su madre. “Ella conocía mi carácter y sabía que iba a ir a hablar con la familia de él, al contarme que el padre de su hijo era Ángel inmediatamente fui a hablar con su familia y fue la madre de él quien me dijo que su hijo se iba a hacer responsable”.
Sin embargo, desde un primer momento, la familia de Saracho mostró un total desinterés por su primer nieto, por lo que Luján decidió no tener más contacto con esa familia. “Apenas el nene cumplió dos años él la vino a buscar para juntarse, yo le dije que no porque el nene ya era grande, si no estuvo antes por qué ahora sí, pero ella me dijo que no quería alejar a su hijo de su padre”, explicó Giovanna.
“Ellos vivieron en una casa que alquilaba en Berazategui, y yo me mudé a Florencio Varela. Las cosas marchaban bien al principio, como en toda pareja; pero con el paso del tiempo él comenzó a maltratarla, aunque ella esperaba que cambiara, ella se mudó a la casa de su suegra con los nenes y su marido”, dijo Luján.
Las situaciones por las que atravesaba Mónica dejaban intranquila a su madre; ya que, con el paso de los días, su hija apareció con moretones y excusándose con que se había golpeado con un placard. “Esa vez la dejé pasar, hasta que un día apareció con el ojo morado, le dije que lo denunciara, que no me dijera que se había golpeado”, comentó Giovanna, pero su hija le insistía con que él iba a cambiar, manteniendo la esperanza de que eso ocurriera, como muchas mujeres en su situación.
Cuando Mónica quedó embarazada de su segundo hijo, fue su madre quien la impulsó a que terminara los estudios; como así también a que comenzara una carrera en la universidad. Fue entonces, cuando comenzó a cursar, que se enteró que esperaba a su tercer hijo. Sin embargo, continuó con los estudios y a la vez trabajaba en un geriátrico, “Como toda mamá se sacrificaba por sus hijos, estudiaba durante el día y trabajaba de noche”, dijo Giovanna y añadió: “Este año terminaba los estudios y se recibía de instrumentista quirúrgica”.
Mónica era una chica trabajadora, no quería que nada les faltara ni a ella ni a sus hijos, ella lo daba todo; en cuanto a su pareja poco le importaban sus hijos, “Él se iba al gimnasio mientras sus hijos tenían hambre, nunca se responsabilizó de ellos”, declaró la mujer.
La madre de Mónica, actualmente se apoya en sus nietos, son quienes le dan fuerzas para salir adelante y buscar justicia por su hija. “Veo en mis nietos un pedazo de mi hija, y sé que tengo que luchar por ellos”, dijo Giovanna. La familia del padre no se contactó con Giovanna para brindarle ayuda. “Ellos nunca me llamaron para preguntarme sobre sus nietos, nunca se hicieron cargo, ni siquiera los visitan”.
“Mis nietos este año no tuvieron una navidad, nadie la tuvo, ni siquiera un regalo. Ellos me dijeron: ´Se ve que nos portamos mal porque Papá Noel no nos trajo nada´, Esas palabras me hicieron doler el corazón”, comentó la abuela.
Cabe destacar que el pasado 4 de julio, el Congreso de la Nación aprobó la llamada Ley Brisa (27.452), que establece una reparación económica para niños y niñas cuyas madres hayan sido víctimas de femicidio y sus padres procesados o condenados por el mismo. La norma, que contempla una suma de dinero mensual equivalente a una jubilación mínima y atención integral para la salud, fue promovida por La Casa del Encuentro, la asociación civil que trabaja desde hace años, entre otras cuestiones, para poner en agenda la dolorosa realidad que atraviesan los menores y sus familias, ley que poco se respeta en la mayoría de los casos.
La audiencia por el femicidio de Mónica tendrá lugar el próximo 15 de mayo, donde se juzgará a Ángel Caracho. La familia de la víctima espera que se haga justicia, como así también que el Estado se haga cargo, que les brinde la ayuda que necesitan, “Nosotros no queremos vivir del Estado, queremos trabajar, mi marido quiere trabajar y no puede porque nadie lo contrata debido a su edad”, agrega Giovanna.