La varelense que hizo cumbre en el Aconcagua



Edición Impresa » 01/02/2020

Se llama Natalia Villalba y es una experimentada montañista varelense. Comenzó el año cumpliendo el sueño de todo escalador: hacer cumbre en el Cerro Aconcagua de Mendoza a más de 6000 metros de altura sobre el nivel del mar.
“El ascenso comenzó el 29 de diciembre de 2019 -comienza diciendo Natalia a Mi Ciudad- Salimos con un grupo de gente de Nueva York, Bariloche, San Juan, Jujuy y Buenos Aires. La ruta se inició en el campamento Punta de Vacas, luego de hacer noche en el Campamento Pampa de Leñas, caminamos siete horas para arribar a Casa de Piedra, bordeando el Arroyo Relinchos. Recibimos el año nuevo en el Campamento Base Plaza Argentina y nos quedamos aclimatándonos unos tres días por culpa del mal tiempo, ya que había viento y la sensación térmica era de 25 grados bajo cero. Luego seguimos subiendo hasta que el domingo 12 de enero la montaña nos dejó llegar a su cumbre”, cuenta emocionada.

Natalia destaca el profesionalismo de su guía y amigo Sebastián Aldana, oriundo de Jujuy y con mucha experiencia en montaña y agradece también a sus dos profesoras varelenses, Eliana Corvalán y Carolina Gallardo. Villalba es miembro además del Club Andino de Burzaco , CABUR, donde realizó escalada en palestra.

“Fue dura esta expedición –continúa- porque pasamos nueve días en alta montaña a más de 5500 metros de altura sobre el nivel del mar. Tuvimos que esperar que pase el mal clima y tener chances de hacer cumbre y lo logramos. La bajada fue extrema también porque el domingo 12 estábamos en lo más alto y un día después bajamos ocho horas caminando hasta la Plaza de Mulas , el martes otras ocho horas bajando hasta Horcones que es la salida del Parque Provincial Aconcagua y de ahí, Mendoza y Buenos Aires”.
Natalia, que ama escalar, hizo su primer escalada en 2013 en el Volcán Lanín de Neuquén, subió también en otras oportunidades a la montaña más alta de Jujuy, Chañi y escaló la zona mendocina de Vallecitos, junto a otras experiencias en Bolivia, Ecuador, Nepal y Pakistán donde hizo base en el campo del K 2, la segunda montaña más alta del mundo.
“Doy gracias a mi familia, amigos y compañeros de trabajo que aún con sus miedos por esta apasionante actividad, me brindan su amor, apoyo y sus buenos deseos cada vez que subo. La montaña saca lo mejor y lo peor de uno porque es en situaciones extremas donde aprendés a conocerte realmente y darle importancia a lo que se merece. Estando rodeada tantos días de naturaleza pura, te das cuenta que no se necesita demasiado para vivir plenamente , donde no hay conexión a Internet te conectás con vos mismo”, concluye.


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