Como viven la pandemia los varelenses en el exterior



Coronavirus » 03/04/2020

Florencia Trujillo, en Holanda


Florencia Trujillo vive en La Haya, Holanda, junto a su novio, un holandés llamado Stijn al que conoció en Australia. Ella estaba trabajando en un restaurante y cursando un Master en Estudios Internacionales en la Leiden University, y él, una Maestría en Física en la Universidad Delft, hasta que la pandemia obligó a “detener el mundo”.
Mi Ciudad dialogó con ella y nos contó la situación en ese país: “acá todavía no pusieron la cuarentena, solo pidieron que nos aislemos un poco socialmente, pero la gente no hace caso en lo más mínimo. Hay poco movimiento pero hay muchos lugares abiertos, como bares y hasta peluquerías. Yo ando con alcohol en gel, me lavo las manos constantemente, cuando llego a casa me saco la ropa y pongo todo lo que pueda a lavar, ando con guantes polares que voy intercambiando y pongo ropa a ventilarse. Hace unos días, el Ministro de Salud se desmayó en una reunión del Congreso, abrumado por la presión y el estrés, y renunció al otro día… En la universidad me cancelaron las clases, que pasaron a ser on line hasta fin de julio. Y el restaurante donde trabajo también cerró. … Se esperan más restricciones. La madre de Stijn es médica, y nos dijo que ya no hay respiradores. La política que están tomando es la de cuidar a los adultos mayores y dejar que nos inmunicemos, como en Brasil o en Alemania… Y van viendo como evoluciona la cosa. Por el momento hay 163 muertos, en 17 millones de habitantes. Son muchos para un país tan chiquito. El Ministro dijo que no quería parar la economía y la idea es que todos generemos inmunidad ante el virus, mientras cuidamos a los mayores”.

 

 

Adrián Demattei, en EE.UU.


Adrián Demattei vive en West Palm Beach, Florida, Estados Unidos, desde hace varios años. La situación en aquel país fue empeorando en los últimos días, sobre todo en la capital, New York, pero también en grandes ciudades como Chicago y San Francisco. Tanto que hasta se cerraron los emblemáticos parques de Disney y Universal, algunas de las principales atracciones del Mundo.
Sin embargo, en donde Adrián vive las cosas parecen haberse tomado más ligeramente, por lo menos hasta el momento del cierre de esta edición especial de Mi Ciudad.
“En La Florida hay gente en la calle normalmente, les dicen que se queden en la casa los medios de comunicación, pero no oficialmente. La gente va a la playa…Donde estoy yo hay 34 infectados y cuatro muertos, pero en la zona de Miami hay como 124 infectados. Ahí está más complicada la cosa. Acá no hay transporte público, y se ven más autos en la calle que en tiempos normales. Están cerrados los cines, los gimnasios, todo lo que reúne mucha gente interactuando. Parece que va para largo, pero todavía no tomaron medidas como las de España… Se puede andar por la calle tranquilo. Yo no salgo mucho, a veces a dar una vuelta en bicicleta, o a hacer algo relacionado con mi trabajo: rento unas casas y si se les rompe algo las arreglo. Pero no sabemos lo que va a pasar en las próximas semanas, porque esto corre rápido. No sé si acá habrá cupos de camas… Hay otros Estados que están más complicados y le piden a la gente que no salga… Dicen que esto no se arregla en dos semanas, y que puede durar hasta agosto”, relata.

 

 

Ana María Nastrucci, en Italia


Italia es una de las naciones más afectadas por la Pandemia. La cifra de muertos escala diariamente y el sistema de salud está absolutamente colapsado. Allí, al Norte de la bota, a 48 kilómetros de Pisa y 61 de Firenze, exactamente en el pueblo de Ponte Buggianese, vive desde hace más de tres décadas la obstetra varelense –ex trabajadora del Hospital Boccuzzi- Ana María Nastrucci, junto a su esposo Doménico. Mi Ciudad dialogó con ella para que nos cuente cómo está transitando esta situación de emergencia:
“Hace seis días que estamos en una cuarentena estricta. Están todos los negocios cerrados y apenas hay dos supermercados para poder comprar, que tienen abiertas solo las secciones de alimentos y artículos de limpieza. Nosotros estábamos acostumbrados a ir a Eslovenia a hacer las compras porque allá todo es mucho más barato. Un arreglo en los dientes, por ejemplo, me costó 80 por ciento menos allá. Pero ahora no podemos salir”, dice.
Nos cuenta que su hijo Ricardo, que sigue trabajando en una obra arquitectónica en Suiza, tiene el problema de que, por estar separado y encontrarse sus hijos en Alemania, no puede cruzar la frontera para verlos. Pero los dramas son mayores aún: “en Venecia cerraron todos los hoteles desde hace una semana, y lógicamente también en Milán. Hay tantas muertes que no saben qué hacer con los cuerpos. El Ejército se lleva los cadáveres…”, manifiesta. Y se despide con un consejo y un ruego: “cuídense mucho. Esto no es un chiste. Rezo mucho por mi país y mis amigos de allá”.

 

 

Gerardo “Chachi” Moreno, en España


Desde hace 29 años radicado en Madrid, pero volviendo a F. Varela para visitar a su padre y a su hija cada vez que puede, Gerardo “Chachi” Moreno estaba a 111 kilómetros de su casa española, en Ávila, en plena producción de una súper serie sobre la vida del Cid Campeador, cuando el Coronavirus estalló en todo el globo.
“Ahora estamos encerrados en mi casa con Vera, mi pareja vietnamita, y sus dos hijos adolescentes. Cuando empezó todo esto yo estaba preparando una serie en Ávila, para Amazon Prime, sobre el Cid Campeador, en un castillo. Habíamos montado durante tres semanas con la gente de arte y decoración todos los escenarios, colocando armas de asedio, catapultas… Algo espectacular. Pero esto paró todo y nos hicieron volver a Madrid el viernes 13 de marzo, porque ya se sabía que desde el 14 el Presidente iba a decretar la cuarentena. Mi chica tiene un restaurante que también está cerrado. Solo salimos a comprar al supermercado”, relata a Mi Ciudad.
Y sigue: “Estamos informados pero por los chicos no sé si está bueno estar todo el día con la televisión, porque acá está muriendo gente a un ritmo preocupante. La gente cumple, pero con matices. Estamos todos acojonados, hasta se murió el ex presidente del Real Madrid… Por más pasta que tengas, si te agarra, te agarra… Lo que se está pidiendo es que se cierre Madrid. Acá algunos se fueron a sus casas de la Costa… Hay pueblitos que se llenaron de madrileños, Por ahora no hay restricciones para trasladarse de una ciudad a otra, pero esto va cambiando día a día”.

 

 

Carina Luna, en Francia


Carina Luna trabajaba en la oficina de Ceremonial de Florencio Varela, hasta que se fue a vivir a Europa, hace ya más de diez años. Allá, se casó con Patrick, con quien tuvo a su hermosa hija Malena. La familia vive en la Campiña Francesa, desde donde esta querida ex vecina de La Sirena contó a Mi Ciudad sus impresiones y sus temores:
“Hoy estamos las dos solas porque mi marido sí trabaja, en el Aeropuerto. Justo Malena cumple siete años y tiene la torta pero con la vela apagada… Porque no tengo fósforos y no puedo salir a comprar. Acá no se puede salir de a dos, y no quiero dejarla sola. En Francia está aumentando la cantidad de muertos todos los días, pero así y todo yo sufro más por Argentina que por Francia, porque yo sé que Francia se va a levantar. En cambio, si Argentina tiene una catástrofe como esta no va a ser tan fácil levantarse. Allá hay mucha gente con muchas necesidades… Y gente que no hace caso y sale…Yo salgo a la tardecita a caminar porque tuve una operación, y el doctor me mandó a hacerlo, y voy no solo con la hoja en la que uno marca con una cruz el motivo por el que salió, sino también con el certificado médico. Es así hasta cuando salgo al fondo de mi casa, porque me puede cuestionar un vecino. Acá hay otra conducta, allá es muy complicado… El jueves era el último día en el que se podía entrar libremente para comprar en el mercado, y la gente ni miraba lo que compraba, agarraba las cosas y las metía en los changuitos sin ver qué se llevaban. Pero acá la gente tiene con qué pagar. En Argentina la gente puede enloquecer y puede haber saqueos… Me preocupa mucho, me desespera Argentina”., dice.

 

 

Mariana Louro y Oscar Vandenbroele, en España


Mariana Louro vive con su esposo, Oscar Vandenbroele, y sus tres hijos, en La Joya, un pequeño pueblo de Málaga, en Andalucía, España. Como es trabajadora de la Sanidad y desempeña tareas en una residencia geriátrica (San José de la Montaña), todas las noches sale a cumplir su trabajo mientras el resto de la familia se queda en su casa por la pandemia que aterroriza al Mundo.
«Acá está fatal la cosa -dice Mariana a Mi Ciudad - todos estamos encerrados sin poder hacer absolutamente nada, salvo las compras, una vez por semana. Solo están abiertos los supermercados y las farmacias, los servicios públicos están restringidos, para ir a trabajar me dieron un papel justificando por qué salgo de mi casa, nunca imaginamos algo así». «La cuarentena debería servir, pero en Italia ya llevan varios días haciéndola y no para de morir gente», agrega. «Acá cada día hay más casos», concluye.
Oscar también suma su testimonio: «hay que hacer mucho hincapié en que no hay que salir. Eso es fundamental… Estamos pasándola lo mejor posible…», afirma.
Al imaginable estado de tensión e intranquilidad, la familia le tuvo que sumar un nuevo motivo de preocupación: el padre de Mariana, Juan Carlos, que había viajado desde Buenos Aires con su esposa y con la idea de quedarse a vivir en Málaga, estuvo a la deriva junto a 3700 pasajeros –muchos de ellos argentinos- de un crucero de la empresa Costa que nadie dejaba desembarcar desde el 3 hasta el 25 de marzo, cuando por fin pudo bajar en tierra española, aunque le restaba el incierto traslado al sur del país.
Juan Carlos Louro Duarte tiene 85 años, y su esposa, Elena, tiene 93. Ambos partieron desde Argentina el 3 de marzo, a bordo del crucero «Costa Pacífica» con el trayecto previsto Brasil-Canarias- Tenerife- Lanzarote- Málaga- Barcelona- Marsella- Cannes- Génova y la intención de descender en Málaga. Pero cuando llegaron a las Islas Canarias, el 16 de este mes, hacía un par de horas que España había cerrado sus fronteras y no les permitió bajar. El barco intentó atracar en Italia y tampoco lo autorizaron. Tras varios días de angustia, la pareja pudo llegar a destino.

 

 

Ruben Cámpora y Claudia Espi, en España


Desde 2004, Ruben Campora y su esposa Claudia Espi viven en Daimus, un pueblo de Valencia, en España. Tienen dos hijas, Eugenia, la mayor, que vive en su propio sitio-y Julieta, que está haciendo la cuarentena con ellos. En esa zona, la Pandemia alteró de tal modo las cosas que hasta se suspendieron las históricas “Fallas” por primera vez en 81 años. Esto contó Ruben a Mi Ciudad:
“Por suerte estamos todos bien… Este pueblo tiene poca gente, es casi rural. Están todos dispersados. Aquí está todo restringido, solo se puede entrar al mercado y de a una persona por vez. Lo mismo en farmacias y estaciones de servicio. Yo pude trabajar hasta la semana pasada pero ya se cortó todo. Mi esposa tampoco está trabajando, y mi hija Eugenia que estaba en la recepción de un hotel muy importante de Gandía, tampoco, porque cerraron todos los hoteles. Ahora está haciendo cuarentena a unas cuadras de acá. Mi hija más chica, Julieta, está con nosotros porque no hay Facultad”.
Sin embargo, la toma de conciencia tardó un tiempo. “Al principio mucha gente de Madrid se venía a la Costa como si fueran vacaciones, pero después se puso más complicado. Si uno sale, está la Policía y la Guardia Civil y si no tenés motivo para estar en la calle, te multan. Esto es un desierto. Acá estamos acostumbrados a ver los bares y las terrazas llenos… Esto da pena”, afirma. Y nos suma una anécdota: “el último día de trabajo, por insistencia de uno de los plomeros que estaba en el grupo, fuimos a comer a un bar en Valencia, y justo había un camarero que a cada rato tosía y se sonaba la nariz… Eso nos puso en estado de alerta”.
También, hay lugar para la esperanza: “están pasando cosas llamativas –relata- como que la Policía pase por las calles poniendo a todo volumen la canción “Resistiré”… Y el día que debían hacerse las Fallas, una señora puso desde su bañón el Himno de Valencia. Además, todos los días a las ocho se sale a los balcones a aplaudir a la gente de Sanidad”.

 

 

Pablo Kopelmann y Beatriz Seynaeve, en Alemania

 

Pablo Kopelmann y Beatriz Seynaeve se radicaron definitivamente con sus cuatro hijos en Alemania en 2000. No eligieron uno de los grandes centros urbanos, sino instalarse en el pintoresco Schelklingen, un pueblito de alrededor de 3000 habitantes donde todos se conocen, ubicado a unos 160 kilómetros de Munich. La pareja está cumpliendo la cuarentena junto a su hija Daiana. Los varones están en sus respectivos hogares.
“Yo por ahora sigo trabajando, ella no porque los jardines de infantes están cerrados”, relata Pablo a Mi Ciudad. Y continúa: “Acá el aislamiento es voluntario, pero la policía ahora está controlando que no haya más de tres personas juntas por la calle. También se prohibieron las fiestas y todo lo que implique aglomeramiento de personas. Bares, restaurantes, negocios grandes, están cerrados. Los mercados siguen trabajando normalmente, pero día a día se van tomando nuevas medidas. En estos momentos, por la calle no camina nadie. Y si caminan, lo hacen a dos metros uno de otro. Están tomando con seriedad la cosa, no como en otros países que algunos hasta se van a la playa… El Gobierno anunció una ayuda a las pequeñas PYMES … Esto va para largo. Están bien las medidas que se tomaron en Argentina. Pero el problema grande es el sistema de Salud. No sé cómo están preparados los hospitales allá si esto se agrava… En España no hay más respiradores artificiales… Se quedaron dormidos, no ahora, sino desde antes. Hay que aprender a invertir más en las cosas importantes. Acá por lo menos estamos más tranquilos, sabés que te van a atender en un lugar adecuado, y eso que es un país de 84 millones de habitantes”, asegura.


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