El escarmiento



Editorial » 01/10/2021

La contundente derrota sufrida por el oficialismo en las PASO tuvo varias consecuencias, entre ellas, la «intervención» de los gobiernos nacional y provincial por parte de Cristina Kirchner. Su carta pública al Presidente, en la que dejó muy en claro quien manda, por si alguien tenía alguna duda, rozó lo anti institucional. Fue la primera vez en la historia que un Vicepresidente le dice a un Presidente qué es lo que tiene que hacer. Y que éste último le hizo caso. Los cambios en los gabinetes de Fernández y Kicillof fueron hechos a gusto de la abogada exitosa, que incorporó al primer plano nacional a Aníbal Fernández, el creador de la «sensación de inseguridad», y a Juan Manzur, denunciado por alterar índices de mortalidad infantil en su provincia y hasta por la propia Ministra de la Mujer, Elizabeth Gómez Alcorta, por impedir el aborto de una nena de 11 años que había sido violada.
En medio de la convulsión, se escuchó un audio donde una de las principales espadas K, la diputada Fernanda Vallejos, calificó al presidente de «enfermo», «inútil», «payaso», «okupa» y hasta «mequetrefe» además de reconocer que «La gestión de la pandemia fue un desastre». Y que deberían «modificar la fórmula de mierda para las jubilaciones».
Nada que sorprenda, en definitiva. Es el mismo Gobierno en el que la incompetente ahora exministra de Seguridad Sabrina Frederic dijo que «Suiza era más seguro pero más aburrido» y en el que un intendente al que todos escuchamos decir que tiene que «cubrir a los que venden falopa en las ambulancias» se abrazó con el Presidente de la Nación, que para colmo lo aplaudió cuando lanzó una repugnante amenaza contra la prensa libre.
Un Gobierno que hace rato perdió la brújula, del mismo modo que perdió su credibilidad, su moral y su integridad.
Todavía apabullado por los resultados de las Primarias, el Presidente se despachó con palabras que buscan recuperar votos en noviembre: «hay un país por reconstruir y no puede seguir construyéndose sobre la base del privilegio de unos pocos», dijo, envuelto en una nube de irrealidad. Es el mismo Presidente que hacía fiestas en Olivos mientras la gente estaba encerrada. El que organizó un velorio multitudinario en la Casa Rosada cuando nadie podía despedir a sus muertos. El que justificó a los que «se saltaron la fila» para robarse las vacunas que aún les faltan a muchos, y el que no se privó de entrenar a su perro a domicilio mientras millones de chicos no podían ir a la Escuela. El Presidente del Gobierno de los privilegios, donde sobran los ejemplos de los que se hicieron ricos desde la función pública y usan al Estado y a sus bienes como propios.
Coherente con estos principios, el exministro y ahora candidato a diputado Daniel Gollán, declaró que «con un poco más de platita en el bolsillo de la gente» la foto de la fiesta en Olivos no hubiera molestado tanto. El ladrón cree a todos de su condición. Y el inmoral, también.
La gente se hizo escuchar el 12 de septiembre. Y tal vez lo haga con una intensidad aún mayor el 14 de noviembre.
Ya lo dijo Perón: «Cuando los pueblos agotan su paciencia, hacen tronar el escarmiento».


TAMBIÉN PUEDE INTERESARTE