La tormenta perfecta



Editorial » 01/02/2022

Pocas veces en la historia de Florencio Varela se dieron tantas condiciones para dejar en evidencia la falta de infraestructura y la ausencia del Estado, como durante el mes que terminó.

Pocas veces en la historia de Florencio Varela se dieron tantas condiciones para dejar en evidencia la falta de infraestructura y la ausencia del Estado, como durante el mes que terminó.
El panorama luego de las tormentas que hicieron volar techos y postes de energía eléctrica fue desolador. Hubo barrios enteros que pasaron días sin luz ni agua, sumado esto a la tradicional carencia en nuestra ciudad de ambos insumos en la época estival, pese a todos los anuncios de obras que se hacen invariablemente cada año y que nunca se concretan en una mejora de la calidad de vida de los varelenses.
Quedó así al desnudo el atraso brutal de un distrito en el que lo único que creció en estas últimas tres décadas es el patrimonio de Julio Pereyra y todo su séquito. Un atraso que se palpa en cada barrio, donde la gente no sólo no tiene cloacas ni asfaltos, sino que ni siquiera cuenta con agua potable. Y eso que nuestro Intendente, Andrés Watson, integra el directorio de AYSA.
Si los postes de luz se caen, es porque están podridos y nadie se molesta en relevarlos y cambiarlos. Si la ciudad se inunda luego de cualquier lluvia, es porque no se limpian los desagües ni los sumideros y porque en décadas no se resolvieron cuestiones estructurales que en el mundo se solucionaron en el siglo pasado. Si el agua no alcanza para todos es porque se habilitan torres y edificios sin prever cómo se abastecerá a sus ocupantes con una red cloacal y de agua diseñada para un Florencio Varela de otros tiempos.
El caos imperante sirvió para que, además, se desatara la anarquía. La falta de agua y luz dio motivo a «piquetes» en toda la ciudad, con neumáticos ardiendo y altas columnas de fuego, de una magnitud inédita a nivel local, inclusive a metros de estaciones de servicio, como pasó en Cinco Esquinas. También se produjeron, a la vista de todos, robos de cables y equipos de EDESUR, a cuyos trabajadores se intimidó ante la pasividad de las autoridades llegando a impedirles hacer su trabajo en algunas ocasiones. Y hasta muchos vecinos se vieron sometidos al cobro de «peajes» al querer pasar por los retenes o por alguna de las «vías alternativas», como sucedió en la Ruta 53, donde la única manera de transitar fue a través de las destrozadas e inundadas calles aledañas.
Nada de esto es casualidad ni fruto de la fatalidad. Es, claramente, la consecuencia inevitable de haber sido gobernados por incapaces y corruptos, y de la absoluta carencia de una opción seria y confiable que dé una mínima alternativa a nuestros vecinos. Porque la catástrofe que hizo el peronismo en nuestra ciudad también tuvo sus cómplices en la oposición. Como ejemplo muy reciente, basta solo recordar el mediocre paso de Pablo Alaniz por el Concejo Deliberante para entender lo patético de nuestra situación.
Aunque suene increíble, vivimos en una ciudad donde el Estado, entre otras cosas, no garantiza dos necesidades básicas como agua en las canillas y libertad de circulación en las calles.
En Florencio Varela se desató la tormenta perfecta. Y en el horizonte cercano solo se divisan densos nubarrones.


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